El banquero anarquista ( Fernando Pessoa)
Habíamos concluido de cenar. Frente a mí, el banquero, mi amigo, gran comerciante y acaparador notable, fumaba como quien no piensa. La conversación, que había ido apagándose, yacía muerta entre nosotros. Intenté reanimarla, al azar, sirviéndome de una idea que me pasó por el pensamiento. Me di vuelta hacia él, sonriendo.
-Es verdad: me dijeron hace días que ud. en sus tiempos fue anarquista...
-Fui, no: fui y soy. No cambié con respecto a eso. Soy anarquista.
-¡Ésa sí que es buena! ¡Usted anarquista! ¿En qué es ud. anarquista?... Sólo si ud. le da a la palabra cualquier sentido diferente...
-¿Del habitual? No; no se lo doy. Empleo la palabra en el sentido habitual.
-¿Quiere ud. decir, entonces, que es anarquista exactamente en el mismo sentido en que son anarquistas esos tipos de las organizaciones obreras? ¿Entonces entre ud. y esos tipos de la bomba y de los sindicatos no hay ninguna diferencia?
-Diferencia, diferencia, hay. Evidentemente que hay diferencia. Pero no es la que ud. cree. ¿Ud. duda quizás de que mis teorías sociales no sean iguales a las de ellos?...
-¡Ah, ya me doy cuenta! Ud., en cuanto a las teorías, es anarquista; en cuanto a la práctica...
-En cuanto a la práctica soy tan anarquista como en cuanto a las teorías. Y en la práctica soy más, mucho más anarquista que esos tipos que ud. citó. Toda mi vida lo demuestra.
-¿¡Qué!?
-Toda mi vida lo demuestra, hijo. Ud. es el que nunca prestó a estas cosas una atención lúcida. Por eso le parece que estoy diciendo una burrada, o si no, que estoy jugándole una broma.
-¡Pero, hombre, yo no entiendo nada!... A no ser..., a no ser que ud. juzgue su vida disolvente y antisocial y le dé ese sentido al anarquismo...
-Ya le dije que no; esto es, ya le dije que no doy a la palabra anarquismo un sentido diferente del habitual.
-Está bien... continúo sin entender... Pero, hombre, ¿ud. quiere decir que no hay diferencia entre sus teorías verdaderamente anarquistas y la práctica de su vida, la práctica de su vida como ella es ahora? ¿Ud. quiere que yo crea que ud. tiene una vida exactamente igual a la de los tipos que habitualmente son anarquistas?
-No; no es eso. Lo que yo quiero decir es que entre mis teorías y la práctica de mi vida no hay ningún desacuerdo, sino una conformidad absoluta. De allí que no tenga una vida como la de los tipos de los sindicatos y de las bombas, eso es verdad. Pero es la vida de ellos la que está fuera del anarquismo, fuera de sus ideales. La mía no. En mí, sí, en mí, banquero, gran comerciante, acaparador si ud. quiere, en mí la teoría y la práctica del anarquismo están reunidas y ambas son verdaderas. Ud. me comparó con esos tontos de los sindicatos y de las bombas para indicar que soy diferente de ellos. Lo soy, pero la diferencia es ésta: ellos (sí, ellos y no yo) son anarquistas sólo en la teoría; yo lo soy en la teoría y en la práctica. Ellos son anarquistas y estúpidos, yo anarquista e inteligente. Es decir, mi viejo, soy yo quien es el verdadero anarquista. Ellos, los de los sindicatos y las bombas (yo también estuve allí y salí de allí precisamente a causa de mi verdadero anarquismo), ellos son la basura del anarquismo, los hembras de la gran doctrina libertaria.
-¡Eso ni el diablo lo ha oído! ¡Eso es espantoso! ¿Pero cómo concilia ud. su vida, quiero decir su vida bancaria y comercial, con las teorías anarquistas? ¿Cómo lo concilia ud., si dice que por teorías anarquistas entiende exactamente lo que los anarquistas ordinarios entienden? ¿Y ud., todavía por encima, me dice que es diferente de esa gente por ser más anarquista que ellos, no es verdad?
-Exactamente.
-No entiendo nada.
-¿Pero ud. pone empeño en entender?
-Todo el empeño.
Él se quitó de la boca el cigarro, que se había apagado; volvió a encenderlo lentamente; miró el fósforo que se extinguía; lo depositó suavemente en el cenicero; después, irguiendo la cabeza, por un momento inclinada, dijo:
-Oiga. Yo nací del pueblo y en la clase obrera de la ciudad. De bueno no heredé nada, como puede imaginar, ni la condición ni las circunstancias. Apenas me aconteció tener una inteligencia naturalmente lúcida y una voluntad un tanto más fuerte. Pero ésos eran dones naturales, que mi bajo nacimiento no me podía quitar.
"Fui obrero, trabajé, viví una vida ajustada; fui, en resumen, lo que la mayoría de la gente es en aquel medio. No digo que absolutamente pasase hambre, pero anduve cerca. Por otra parte, podía haberla pasado, que eso no hubiera alterado nada de lo que sucedió o de lo que voy a exponerle, ni de lo que fue mi vida ni de lo que ella es ahora.
"Fui un obrero común, en suma; como todos, trabajaba porque tenía que trabajar, y trabajaba lo menos posible. Lo que yo era, era inteligente. Siempre que podía, leía cosas, discutía cosas y, como no era loco, nació en mí una gran insatisfacción y una gran rebelión contra mi destino y contra las condiciones sociales que lo hacían así. Ya le dije que, hablando claro, mi destino podía haber sido peor de lo que era; pero en aquel entonces me parecía que yo era un ente a quien la Suerte había hecho todas las injusticias juntas, y que se había servido de las convenciones sociales para hacérmelas. Esto era así allá por mis veinte años, veintiuno a lo sumo, que fue cuando me volví anarquista.
Se detuvo un momento. Se volvió un poco más hacia mí. Continuó, inclinándose todavía más.
-Fui siempre más o menos lúcido. Me sentí sublevado. Quise entender mi rebelión. Me volví anarquista consciente y convicto: el anarquista consciente y convicto que ahora soy.
-¿Y la teoría que ud. tiene hoy es la misma que tenía en ese entonces?
-La misma. La teoría anarquista, la verdadera teoría, es una sola. Tengo la que siempre tuve, desde que me volví anarquista. Ud. ya va a ver... Le iba diciendo que, como era lúcido por naturaleza, me volví anarquista consciente. ¿Pero qué es un anarquista? Es un sublevado contra la injusticia de que nazcamos desiguales socialmente; en el fondo es sólo eso. Y de ahí resulta, como es evidente, la rebelión contra las convenciones sociales que volvieron esa desigualdad posible. Lo que le estoy indicando ahora es el camino psicológico, esto es, cómo es que la gente se vuelve anarquista; ya vamos a la parte teórica del asunto. Por ahora, comprenda ud. bien cuál sería la rebelión de un tipo inteligente en mis circunstancias. ¿Qué es lo que ve por el mundo? Uno nace hijo de un millonario, protegido desde la cuna contra aquellos infortunios, y no son pocos, que el dinero puede evitar o atenuar; otro nace miserable, para ser, cuando niño, una boca más en una familia donde las bocas resultan de sobra para la comida que puede haber. Uno nace conde o marqués, y tiene por eso la consideración de todo el mundo, haga lo que haga; otro nace así, como yo, y tiene que andar derechito como una plomada para ser al menos tratado como gente. Unos nacen en tales condiciones que pueden estudiar, viajar, instruirse, volverse (puede decirse) más inteligentes que otros que naturalmente lo son más. Y así por ahí adelante, y en todo...
"Las injusticias de la Naturaleza, vaya, no las podemos evitar. Ahora las de la sociedad y de sus convenciones, ésas, ¿por qué no evitarlas? Acepto, no tengo incluso otro remedio, que un hombre sea superior a mí por lo que la Naturaleza le dio: el talento, la fuerza, la energía, no acepto que él sea mi superior por cualidades postizas, con las que no salió del vientre de su madre, sino que le ocurrieron por azar después que apareció por aquí: la riqueza, la posición social, la vida fácil, etcétera. Fue de la rebelión que le estoy pintando, por estas consideraciones, que nació mi anarquismo de entonces: el anarquismo que, ya le dije, mantengo hoy sin ninguna alteración.
Se detuvo otra vez un momento, como pensando la forma en que iba a proseguir. Aspiró y exhaló el humo lentamente, hacia el lado opuesto al mío. Se volvió e iba a proseguir. Yo, sin embargo, lo interrumpí.
-Una pregunta, por curiosidad... ¿Por qué es que ud. se volvió precisamente anarquista? Ud. podía haberse vuelto socialista, o cualquier otra cosa avanzada que no fuese tan lejos. Todo eso estaba dentro de su rebelión... Deduzco de lo que ud. dice que por anarquismo entiende (y me parece que está bien como definición de anarquismo) la rebelión contra todas las convenciones y fórmulas sociales y el deseo y el esfuerzo para abolirías todas...
-Eso mismo.
-¿Por qué escogió ud. esa fórmula extrema y no se decidió por cualquiera de las otras... de las intermedias?
-Se lo digo. Medité todo eso. Está claro que en los folletos que yo leía se encontraban todas esas teorías. Escogí la doctrina anarquista, la teoría extrema, como ud. muy bien dice, por las razones que le voy a decir en dos palabras.
Miró un momento hacia ninguna parte. Después se volvió hacia mí.
-El mal verdadero, el único mal, son las convenciones y las ficciones sociales, que se sobreponen a las realidades naturales; todo, desde la familia al dinero, desde la religión al Estado. La gente nace hombre o mujer: quiero decir, nace para ser, una vez adulto, hombre o mujer; no nace, en buena justicia natural, ni para ser marido ni para ser rico o pobre, como tampoco nace para ser católico o protestante, o portugués o inglés. Es todas esas cosas en virtud de las ficciones sociales. ¿Pero por qué esas ficciones sociales son malas? Porque son ficciones, porque no son naturales. Tan malo es el dinero como el Estado, la constitución de la familia como las religiones. Si hubiera otras, que no fueran éstas, serían igualmente malas, porque también serían ficciones, porque también se sobrepondrían y estorbarían a las realidades naturales. Pero cualquier sistema que no sea el puro sistema anarquista, que quiere la abolición de todas las ficciones y de cada una de ellas completamente, es una ficción también. Emplear todo nuestro deseo, todo nuestro esfuerzo, toda nuestra inteligencia, para implantar, o contribuir a implantar, una ficción social en vez de otra, es un absurdo, cuando no resulte incluso un crimen, porque es provocar una perturbación social con el fin expreso de dejar todo igual. Si encontramos injustas las ficciones sociales, porque aplastan y oprimen lo que es natural en el hombre, ¿para qué emplear nuestro esfuerzo en sustituirlas por otras ficciones, si lo podemos emplear para destruirlas a todas?
"Eso me parece que es concluyente. Pero supongamos que no lo es; supongamos que nos objetan que todo eso es muy exacto, pero que el sistema anarquista no es realizable en la práctica. Vamos ahora a examinar esa parte del problema.
"¿Por qué es que el sistema anarquista no sería realizable? Todos nosotros, los avanzados, partimos del principio, no sólo de que el actual sistema es injusto, sino de que hay ventaja, porque hay justicia, en sustituirlo por otro más justo. Si no pensamos así, no somos avanzados sino burgueses. ¿Pero de dónde viene este criterio de justicia? De lo que es natural y verdadero, en oposición a las ficciones sociales y a las mentiras de la convención. Pero lo que es natural es lo que es enteramente natural, no lo que es mitad, o un cuarto, o un octavo de natural. Muy bien. Ahora, de dos cosas, una: o lo natural es realizable socialmente o no lo es, en otras palabras, o la sociedad puede ser natural o la sociedad es esencialmente ficción y no puede ser natural de ninguna manera. Si la sociedad puede ser natural, entonces puede existir la sociedad anarquista, o libre, y debe haberla, porque ella es la sociedad enteramente natural. Si la sociedad no puede ser natural, si (por cualquier razón que no importa) tiene forzosamente que ser ficción, entonces del mal el menor; hagámosla, dentro de esa ficción inevitable, lo más natural posible, para que sea, por eso mismo, lo más justa posible. ¿Cuál es la ficción más natural? Ninguna es natural en sí, porque es ficción; la más natural, en este, nuestro caso, será aquella que parezca más natural, que se sienta como más natural. ¿Cuál es la que parece más natural, o que sentimos como más natural? Es aquella a la que estamos habituados. (Ud. comprende: lo que es natural es lo que es del instinto; y lo que, no siendo instinto, se parece en todo al instinto es el hábito. Fumar no es natural, no es una necesidad del instinto; pero si nos habituamos a fumar, nos parece natural, pasa a ser sentido como una necesidad del instinto. ) ¿Pero cuál es la ficción social que constituye un hábito nuestro? Es el actual sistema, el sistema burgués. Tenemos pues, en buena lógica, que o encontramos posible la sociedad natural, y seremos defensores del anarquismo o no la juzgamos posible, y seremos defensores del régimen burgués. No hay hipótesis intermedia. ¿Entendió?...
-Sí, señor; eso es concluyente.
-Todavía no es tan concluyente... Todavía hay otra objeción del mismo género que liquidar... Puede aceptarse que el sistema anarquista es realizable, pero puede dudarse de que sea realizable de repente', esto es, que se pueda pasar de la sociedad burguesa a la sociedad libre sin que haya uno o más estadios o regímenes intermedios. Quien haga esta objeción acepta como buena, y como realizable, la sociedad anarquista; pero intuye que tiene que haber un estadio cualquiera de transición entre la sociedad burguesa y ella.
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