***
Escena XXVIII
GERTRUDIS, HAMLET
GERTRUDIS.- Todo es efecto de la fantasía. El desorden que padece tu
espíritu produce confusiones vanas.
HAMLET.- ¿Desorden? Mi pulso, como el vuestro, late con regular
intervalo y anuncia igual salud en sus compases... Nada de lo que he dicho es
locura. Haced la prueba y veréis si os repito cuantas ideas y palabras acabo de
proferir, y un loco no puede hacerlo. ¡Ah! ¡Madre mía! En merced os pido
que no apliquéis al alma esa unción halagüeña, creyendo que es mi locura la
que habla, y no vuestro delito. Con tal medicina lograréis sólo irritar la parte
ulcerada, aumentando la ponzoña pestífera, que interiormente la corrompe...
Confesad al Cielo vuestra culpa, llorad lo pasado, precaved lo futuro; y no
extendáis el beneficio sobre las malas yerbas, para que prosperen lozanas.
Perdonad este desahogo a mi virtud, ya que en esta delincuente edad, la
virtud misma tiene que pedir perdón al vicio; y aun para hacerle bien, le
halaga y le ruega.
GERTRUDIS.- ¡Ay! Hamlet, tú despedazas mi corazón.
HAMLET.- ¿Sí? Pues apartad de vos aquella porción más dañada, y vivid
con la que resta, más inocente. Buenas noches... Pero, no volváis al lecho de
mi tío. Si carecéis de virtud, aparentadla al menos. La costumbre, aquel
monstruo que destruye las inclinaciones y afectos del alma, si en lo demás es
un demonio; tal vez es un ángel cuando sabe dar a las buenas acciones una
cierta facilidad con que insensiblemente las hace parecer innatas. Conteneos
por esta noche: este esfuerzo os hará más fácil la abstinencia próxima, y la
que siga después la hallaréis más fácil todavía. La costumbre es capaz de
borrar la impresión misma de la naturaleza, reprimir las malas inclinaciones y
alejarlas de nosotros con maravilloso poder. Buenas noches, y cuando
aspiréis de veras la bendición del Cielo, entonces yo os pediré vuestra
bendición... La desgracia de este hombre me aflige en extremo; pero Dios lo
ha querido así, a él le ha castigado por mi mano y a mí también,
precisándome a ser el instrumento de su enojo. Yo le conduciré a donde
convenga y sabré justificar la muerte que le dí. Basta. Buenas noches. Porque
soy piadoso debo ser cruel, ve aquí el primer daño cometido; pero aún es
mayor el que después ha de ejecutarse... ¡Ah! Escuchad otra cosa.
GERTRUDIS.- ¿Cuál es? ¿Qué debo hacer?
HAMLET.- No hacer nada de cuanto os he dicho, nada. Permitid que el
Rey, hinchado con el vino, os conduzca otra vez al lecho y allí os acaricie,
apretando lascivo vuestras mejillas, y os tiente el pecho con sus malditas
manos y os bese con negra boca. Agradecida entonces, declaradle cuanto hay
en el caso, decidle que mi locura no es verdadera, que todo es artificio. Sí,
decídselo, porque ¿cómo es posible que una Reina hermosa, modesta,
prudente, oculte secretos de tal importancia a aquel gato viejo, murciélago,
sapo torpísimo? ¿Cómo sería posible callárselo? Id, y a pesar de la razón y
del sigilo, abrid la jaula sobre el techo de la casa y haced que los pájaros se
vuelen, y semejante al mono (tan amigo de hacer experiencias) meted la
cabeza en la trampa, a riesgo de perecer en ella misma.
GERTRUDIS.- No, no lo temas, que si las palabras se forman del aliento,
y éste anuncia vida, no hay vida ni aliento en mí, para repetir lo que me has
dicho.
HAMLET.- ¿Sabéis que debo ir a Inglaterra?
GERTRUDIS.- ¡Ah! Ya lo había olvidado. Sí, es cosa resuelta.
HAMLET.- He sabido que hay ciertas cartas selladas, y que mis dos
condiscípulos (de quienes yo me fiaré, como de una víbora ponzoñosa) van
encargados de llevar el mensaje facilitarme la marcha, y conducirme al
precipicio. Pero, yo los dejaré hacer: que es mucho gusto ver volar al minador
con su propio hornillo, y mal irán las cosas; o yo excavaré una vara no más
debajo de las minas, y les haré saltar hasta la luna. ¡Oh! ¡Es mucho gusto,
cuando un pícaro tropieza con quien se las entiende!... Este hombre me hace
ahora su ganapán..., le llevaré arrastrando a la pieza inmediata. Madre,
buenas noches... Por cierto que el señor Consejero (que fue en vida un
hablador impertinente) es ahora bien reposado, bien serio y taciturno. Vamos,
amigo, que es menester sacaros de aquí y acabar con ello. Buenas noches,
madre.
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cont
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