Desfallecida, cerró los ojos y debió de quedarse dormida un momento. La
campanilla había sonado de verdad a lo lejos y luego dejó de oírse. Mitia recostó la
cabeza sobre su pecho. No se había dado cuenta de que la campanilla había dejado
de oírse y tampoco de que de repente también las canciones cesaban y, en lugar de
canciones y alboroto de borrachos, reinaba en toda la casa un silencio mortal.
Grúshenka abrió los ojos.
—¿Qué ha pasado? ¿Me he dormido? Sí… la campanilla. Me he dormido y he
tenido un sueño, estaba viajando, por la nieve… Suena la campanilla y yo dormitaba.
Viajaba con mi amado, contigo. Y lejos, lejos… Te abrazaba y te besaba, me
estrechaba contra ti, creo que tenía frío, y la nieve brillaba… Ya sabes cómo brilla la
nieve por la noche, bajo la luna, era como si no estuviera en la tierra… Me he
despertado y mi amado está a mi lado, qué bien…
—A tu lado —farfulló Mitia besándole el vestido, el pecho, las manos. Pero de
pronto sintió algo extraño: le parecía que ella miraba al frente, pero no a él, sino por
encima de su cabeza, fijamente, con una extraña inmovilidad. De repente la sorpresa,
casi el miedo, se reflejó en su cara.
—Mitia, ¿quién es ese que nos mira desde allí? —susurró de pronto Grúshenka.
Mitia se volvió y vio que en efecto alguien había descorrido la cortina y parecía
observarles. Y no estaba solo. Mitia se puso en pie de un salto y rápidamente se dirigió
a los que miraban.
—Aquí, si es tan amable, venga aquí —le dijo una voz suave pero firme e insistente.
Mitia salió de detrás de la cortina y se quedó inmóvil.
Toda la habitación estaba llena de gente, pero no la misma de antes, sino gente
nueva. Un escalofrío instantáneo le recorrió la espalda y se estremeció. Enseguida
reconoció a toda esa gente. El viejo alto y corpulento con abrigo y gorra con
escarapela era el isprávnik Mijaíl Makárych. Y el dandi «tísico» y atildado, «siempre con
esas botas tan limpias», era el ayudante del fiscal. «Tiene un cronómetro de
cuatrocientos rublos, él me lo enseñó.» Y aquel jovencito, el pequeño con gafas…
Mitia no recordaba su apellido, pero lo conocía, lo había visto antes, era el juez de
instrucción, había llegado hacía poco «de la Jurisprudencia». Y ahí estaba el stanovói
Mavriki Mavríkich, de este nombre sí se acordaba, eran conocidos. Y esos con
distintivos, ¿a qué habrían venido? Y otros dos hombres más… Y en las puertas
estaban Kalgánov y Trifon Borísych…
—Señores… ¿Qué es todo esto, señores? —dijo Mitia, pero de pronto, fuera de sí,
como sin ser consciente del todo, exclamó con todas sus fuerzas, a voz en grito—:
¡Com-pren-do!
El joven de gafas se adelantó y, tras acercarse a Mitia, empezó a decir con
compostura, aunque atropellándose un poco:
—Tenemos que… en una palabra, le ruego que venga, sí, aquí, al diván… Es
urgente que dé unas explicaciones.
—¡El viejo! —gritó Mitia agitadísimo—. ¡El viejo y su sangre!… ¡Com-pren-do!
Y, como si le hubieran segado las piernas, no se sentó, sino que se derrumbó en la
silla que tenía al lado.
—¿Lo comprendes? ¡Lo has comprendido! Parricida y monstruo, ¡la sangre de tu
anciano padre clama contra ti! —empezó a rugir súbitamente el viejo isprávnik,
acercándose a Mitia. Estaba fuera de sí, completamente rojo y temblando todo él.
—Pero ¡no puede ser! —gritó el joven bajito—. ¡Mijaíl Makárych, Mijaíl Makárych!
¡Esto no se hace así, no se hace así, señor!… Le ruego que me permita hablar a mí…
Nunca me habría esperado una escena semejante por parte de usted…
—Pero ¡es que todo esto es un delirio, señores, un delirio! —exclamó el isprávnik—.
Mírenlo: de noche, borracho, con una joven disoluta y cubierto con la sangre de su
padre… ¡Un delirio!
—Le pido con todas mis fuerzas, querido Mijaíl Makárych, que por esta vez reprima
sus sentimientos —le susurró al viejo, atropelladamente, el ayudante del fiscal—, de lo
contrario me veré obligado…
Pero el pequeño juez de instrucción no le dejó terminar. Se dirigió a Mitia y le
comunicó en voz alta, con firmeza y autoridad:
—Teniente en la reserva Karamázov, debo informarle de que se le acusa del
asesinato de su padre, Fiódor Pávlovich Karamázov, ocurrido esta noche…
Dijo algo más, también el fiscal debió de añadir algo, pero Mitia los escuchaba sin
comprenderlos. Los miraba a todos con expresión salvaje…
cont
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