IV. En casa de las Jojlakova
No tardó en llegar a casa de las Jojlakova, una hermosa casa independiente, de dos
plantas, construida en piedra: una de las mejores de la ciudad. Aunque la señora
Jojlakova pasaba la mayor parte del año en otra provincia, donde poseía una hacienda,
o en Moscú, donde también tenía casa propia, había conservado igualmente su
residencia en nuestra ciudad, herencia de sus padres y abuelos. Además, la hacienda
que tenía en nuestro distrito era la mayor de sus tres propiedades, a pesar de lo cual
en el pasado había visitado nuestra provincia en contadas ocasiones.
La señora Jojlakova salió precipitadamente al vestíbulo a recibir a Aliosha.
—¿Ha recibido la carta donde le hablo del nuevo milagro? ¿La ha recibido? —dijo a
toda prisa, nerviosa.
—Sí, la he recibido.
—¿La ha dado a conocer? ¿Se la ha enseñado a todo el mundo? ¡Le ha devuelto el
hijo a esa madre!
—Va a morir hoy mismo —dijo Aliosha.
—Sí, ya lo sé, me lo han dicho. ¡Oh, qué ganas tengo de hablar con usted! Con
usted o con quien sea, de todo esto. ¡No, no, con usted, con usted! Y ¡qué pena me da
no poder ir a verlo! Toda la ciudad está conmovida, todos están expectantes. Pero
ahora… ¿sabe que está aquí en casa Katerina Ivánovna?
—¡Ah, qué suerte! —exclamó Aliosha—. Así voy a poder verla aquí, en esta casa;
ayer me pidió que fuera hoy a visitarla sin falta.
—Ya lo sé, ya lo sé. Me han contado con todo detalle lo que pasó ayer en casa de
Katerina Ivánovna… todas esas cosas horribles con esa… tarasca. C’est tragique; yo, si
fuera ella… ¡yo no sé lo que haría! Y luego, ese hermano suyo, Dmitri Fiódorovich,
menudo está hecho, ¡ay, Dios! Alekséi Fiódorovich, me estoy haciendo un lío, figúrese:
está aquí ahora su hermano, o sea, no el que hizo ayer esas cosas horribles, sino el
otro, Iván Fiódorovich; está hablando con ella: tienen una conversación muy seria… Ni
se imagina usted lo que les pasa ahora: es algo espantoso, déjeme que le diga que es
como un desgarro; parece más bien una historia de terror, y resulta increíble: se están
arruinando la vida, a saber por qué; los dos son conscientes de eso, y disfrutan
actuando así. ¡Estaba esperándole! ¡Estaba esperándole! ¡Yo, la verdad, soy incapaz de
soportarlo! Ahora mismo se lo cuento todo, pero antes tengo que preguntarle una
cosa, aún más importante… ¡Si hasta se me olvidaba que eso es lo más importante!
Dígame: ¿a qué se debe el ataque de histeria de Lise? ¡En cuanto se ha enterado de
que usted estaba a punto de llegar, se ha puesto histérica
cont
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