por Pascual Lopez Sanchez Vie 08 Ene 2021, 01:23
BLANCA DE GASSÓ Y ORTÍZ (1846 - 1877)
FTE. BVMC
III. RECOPILACIÓN DEL RESTO DE SU POESÍA DISPERSA EN PUBLICACIONES PERIÓDICAS
8. POESÍA DEDICADA
8.4. A MI MADRE
¡Oh madre, madre del alma!
Ven, sobre tu amante seno
pueda descansar sereno
mi doliente corazón;
la triste melancolía
en él fijó su morada;
mas tu sonrisa adorada
trueca en gozo mi dolor.
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Nunca me preguntes, madre
la causa de mi quebranto,
ni por qué siempre que canto
es tan triste mi canción;
¡Ay! En risueña alborada
escuché a una tortolilla,
y en su cántiga sencilla
también, madre, hallé dolor.
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¡Ay, madre! Cuando era niña,
al son de tus dulces besos
yo soñé mil embelesos,
mil ilusiones soñé;
imágenes celestiales
que el alma joven adora.
Risueñas cual de la aurora
el nítido rosicler.
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Y soñé que puro y bello,
de mi vida en los albores,
me sonreía entre flores
un edén de dicha y paz;
y allí, de esplendor vestida,
una arrogante matrona
me ofrecía áurea corona
invitándome a cantar.
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Y canté, y mi acento suave,
cual de una niña el acento,
se elevó hasta el firmamento
en alas de su candor;
que al ensayar yo mi canto,
el primer eco sentido
de mi lira desprendido
fue un himno elevado a Dios.
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Canté la voz de los cielos,
que eterna vibra en el alma,
la dulce y tranquila calma
de mi espíritu canté;
el amor que amor inspira,
del heroísmo la gloria.
El laurel de la victoria,
la victoria de la fe.
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Y luego vi que este mundo
que yo tan bello soñaba
sólo amargura encerraba.
Llanto, tinieblas, dolor;
y que el laurel anhelado
que el mundo al poeta ofrece,
es un laurel, ¡ay!, que crece
con llanto del corazón.
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¡Ay, madre! Cuando era niña,
al son de tus dulces besos
yo soñé mil embelesos,
mil ilusiones soñé;
imágenes celestiales
que el alma joven adora.
Risueñas cual de la aurora
el nítido rosicler.
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De tanta y tan bella imagen
como soñé entre los lazos
de tus amorosos brazos,
sólo existen, madre, dos;
mas yo te juro que siempre,
veneradas y queridas,
en mi alma irán unidas
tu imagen y la de Dios.
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Y en tanto que el alma libre
de la cárcel en que mora
pueda saludar la aurora
de un cielo de eterna luz;
estréchame en tu regazo,
¡Ay! Que para mí en el mundo
el único amor profundo
que existe, madre…, ¡eres tú!
(La Guirnalda, 1-X-1871) (*)
(*) Esta sentida poesía dedicada a su madre, fue reproducida de nuevo por La Ilustración de la Infancia unos días después de su muerte, exactamente el 23 de abril de 1877.
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