OVIDIO NASON

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Y el súbito temor insuperable
Acobarda mi lengua de tal suerte,
Que no puede escribir cosa notable.

¿Cómo pudiera ser mi mano fuerte
Para matar mi esposo y compañía,
Si teme de escribir casos de muerte?

Mas quiérome animar. Ya anochecía,
Y el sol huyendo con su carro y llamas,
Se mostraba la noche y se iba el día.

Guando nosotras las Inaquias damas
En el palacio entramos placenteras
Del gran Pelasgo, indigno de estas tramas.

Recibe el suegro sus dañosas nueras,
Que armadas vienen, fuera de costumbre,
De fieros pechos y de dagas fieras.

Ya en torno de aquel cuarto, muchedumbre
De lámparas doradas relucían,
Supliendo la de Febo con su lumbre.

Ya inciensos por los fuegos se esparcían;
Y por ser este incienso infame y feo,
Los fuegos para el cielo lo escupían.

El vulgo daba voces á Himeneo;
Él huye por no ver tan crudo instante.
Solo acude el infierno á su deseo

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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También dejó la esposa del tonante
Júpiter su ciudad, que ojos gloriosos
No pueden ver un caso semejante.

Veis donde en esto vienen los esposos,
Ebrios de vino y bien acompañados
De multitud y cantos sonorosos.

De nuevas fíorecillas adornados
Los sus cabellos, que con rico ungüento
Estaban olorosos y bañados.

Con esta pompa, música y contento
Los llevan á sus tálamos, ó (hablando
Mejor) á sus sepulcros y tormento.

Oprime cada cual su lecho infando,
Más digno de las muertes que esperaban
Que de consorcio regalado y blando.

Ya en vino y en manjar y en sueño estaban
Sepultados, y en Argos ya no había
Sino quietud, pues todos descansaban.

Cuando cerca de mí me parecía
Oír unos sollozos y gemidos
De gente que á la muerte se rendía.

Y aquí no se engañaron mis oídos,
Pues era aquello mismo que en tal punto
El miedo dibujaba en mis sentidos.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Quedó mi rostro pálido y difunto,
Huyó la sangre, y el calor huyendo,
Perdí la fuerza y el sentido junto.

Y el cuerpo helado su vigor perdiendo,
Hendido á la congoja y cruel fatiga,
Cayó en la cama, do quedó temiendo.

Como la frágil y delgada espiga
Tiembla de un fresco céfiro tocada,
Hasta que el aura su aspirar mitiga;

O cual, si de Aquilón es contrastada,
De álamo blanco la copada cima,
Que tiembla en verse opresa y deshojada;

Así temblaba tu mujer y prima,
Y aun más, si temblar más me era posible:
Tal fué la fuerza de aquel miedo y grima.

Tú en este punto estabas insensible,
Que el vino que te di fué mixturado
Con infusión, á sueños apacible.

Entonces, pues, se me acordó el mandado
De mi padre cruel; huyóse el miedo,
Tornó el vigor y amedrentó al cuidado.

Levantóme animosa, y con denuedo
Asgo del hierro horrífico, inhumano,
Por darte muerte y fin á nuestro enredo.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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No te escribo patraña ó cuento vano;
Tres veces fué la daga de mí asida,
Cayéndose otras tantas de la mano.

Pero del mandamiento constreñida
De mi padre, cobré fiereza tanta,
Que quise en fin privarte de la vida.

Cogí el acero, y puesto en tu garganta,,
A correr fui ia daga rigurosa
Con tal rigor, que agora á mí me espanta»

Mas el grave temor y el ser piadosa
Fueron estorbo al comenzado hecho;
Dejó mi mano empresa tan odiosa.

Volvíme contra tí, rasgué mi pecho,
Arranquéme el cabello de mis sienes,
Y díjeme esto quedo y con despecho:

Triste Hipermnestra, fiero padre tienes;
Cumple el gusto paterno, y acompañe
A sus hermanos este que aquí tienes.

Mas ¿quién me manda que á mi esposo dañe?
¿Quién gusta y quiere que con tal bajeza
Mi honor deslustre y á mi lustre empañe?

Soy hembra y virgen, y esta mi pureza
No pide sangre, y es mi pecho tierno
Por mi edad tierna y por naturaleza.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Armas feroces que inventó el infierno
No vienen bien á un brazo delicado,
Ni es apto á una doncella su gobierno.

Acaba; muera, pues está acostado;
Imita á tus hermanas, que ya creo,
Que habrán á sus esposos degollado.

Si mi derecho brazo fuera reo
De alguna muerte, el mismo brazo mío
Me diera muerte y fuera mi trofeo.

¿Por qué deben morir con tal desvío
Estos mancebos en su edad primera?
¿Porque heredan los reinos de su tío?

Si los ha de heredar gente extranjera,
¿No fuera para todos mejor suerte
Que fuera nuestra sangre la heredera?

Mas finjo que merezcan mal tan fuerte:
.¿Qué hemos nosotras hecho, en cuya pena
Nos mandan ser ministras de la muerte?

¿Y en qué he pecado yo que se me ordena
Que no use de piedad, que es noble escudo
Contra nuestra maldad de infamia llena?

¿Qué tengo yo que ver con hierro crudo?
A una doncella y pecho femenino
¿De qué le sirve estoque ó dardo agudo?

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Más propio es á mis dedos lana ó lino,
Más la rueca y el huso me agradaba,
Que daga horrenda ni puñal sanguino.—

Esto decía, y mientras lamentaba
Con mis razones, lágrimas saliendo,
Tu cuerpo bello y candido mojaba.

Entonces abrazarme pretendiendo,
Como agravado con el sueño fueses,
Andabas con los brazos esgrimiendo.

Y como con la daga me tuvieses
Suspensa entre rigor y cobardía,
Poco faltó que en ella no te hirieses.

Ya en este punto ¡ay mísera! temía
De mi padre y sus siervos la presencia,
Y el resplandor del ya vecino día.

Mi llanto, mi dudar, mi resistencia
Te despertaron, luego me abrazaste;
Pero díjete yo con vehemencia:

—Levántate, Linceo, huye.: baste,
Que solo tú de muerte arrebatada
Entre tantos hermanos te escapaste.

Huye, deja la cama regalada,
Y si no huyes, esta noche triste
La última será de tu jornada.—

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Con estas amenazas sacudiste
El sueño, y del temor amedrentado,
Dejándome en la cama te vestiste.

Contemplas el puñal de mí empuñado,
Y al mandarte partir te tiene en duda,
Y pídeme la causa alborotado.

Mas yo te dije:—En tanto que te ayuda
La noche, huye: evita la furiosa
Parca, y la suerte inexorable y cruda.—

Con esto y con la noche tenebrosa
Huíste, esta misérrima quedando
Triste en la triste cama dolorosa.

Apenas el aurora rutilando
Mostró su bella luz, cuando ya estaba
Mi padre nuestro albergue visitando.

Sus miserables yernos numeraba,
Y como entre su sangre los contase,
Uno halló que al número faltaba.

Llevó con impaciencia que escapase
Uno entre tantos: hízole una vida
Cuarenta y nueve muertes no estimase.

Quejábase con ansia dolorida,
Diciendo que en faltar un solo hermano
Fué poca sangre la que fué vertida.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Asióme del cabello con su mano
(Este es el premio de mi mansedumbre),
De rabia ciego y de furor insano.

Trájome á una prisión donde no hay lumbre,
A una cárcel que al Erebo parece,
Do quedo en sempiterna pesadumbre.

¡Ay! que el rigor de Juno permanece
Contra las de mi sangre, ¡ay desvarío!
¡Cómo por celos su malicia crece!

Crece desde aquel tiempo cuando lo
En vaca de mujer, de vaca en Diosa
Mudada fué por su beldad y brío.

Asaz fué pena grave y rigurosa
Que viniese á bramar, '¡ay caso injusto!
Quien era Ninfa célebre y hermosa.

Y vuelto en formidable y en robusto
El rostro que era tierno y agradable,
No pudo más á Júpiter dar gusto.

En la paterna orilla deleitable
Paró por recrearse en su corriente
La ternerilla, y vídose espantable.

Vióse en su padre, que iba transparente,
Con remolino y cuernos retorcidos.
Arma á su gran beldad desconveniente.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Quiso dar voces, pero dio bramidos;
De su figura y voz quedó espantada,
Corriendo montes, páramos y ejidos.

¿Para qué huyes, moza desdichada?
¿Qué miras, si la forma que te dieron
No es buena para en agua ser mirada?

Los pies al nuevo cuerpo te añadieron;
No los quieras cortar, que tal cabeza
Y tales miembros, tales pies pidieron.

Tú, aquella que pudiste ser combleza
A la hermana de Jove, y de su cama
Te atreviste á hurtar la mejor pieza;

Echa novilla de amorosa dama,
Paces del verde campo la espesura,
Y mitigas tu hambre con la grama.

Bebes del arroyuelo y fuente pura,
Y en sus cristales candidos y bellos
Espantada contemplas tu figura.

Tus cuernos ves, y admiraste de vellos,
Y aun los gobiernas con alguna cuenta,
Temiendo de herirte á tí con ellos.
Tú, aquella que eras rica y opulenta,
Porque dejando Júpiter su cielo
Por tí, no lo tuviese por afrenta;

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Con sumo oprobio y sumo desconsuelo,
Siguiendo ese rigor de tu destino,
Desnuda duermes en desnudo suelo.

Corres orilla el mar con desatino
Por tierra y por el Inaco, y corriendo
•La tierra, el río, el mar te dan camino.

¿Cuál es la causa por que vas temiendo,
Oh lo! ¿dónde vas? ¿dónde caminas?
"No puedes de tu forma irte huyendo.

Inaquia, ¿á do tus pasos encaminas?
La mesma de quien huyes, acompañas,
Y á ella (aunque huyendo corres) te avecinas.

Tú te eres compañera en las montañas,
T ú mesma en tus caminos te eres guía,
A tí t e buscas y de tí te ensañas.

Nilo, que al gran Neptuno censo envía
Por siete grandes bocas, que cualquiera
Es tan capaz, que un piélago haría;

Desnudó de la piel horrenda y fiera
A la furiosa vaca, y con victoria
El la gozó de su beldad primera.

¿Para qué de otros cuentos haré historia,
Que mis abuelos, padres y parientes
Me suelen dibujar en la memoria,

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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Si estos mis daños, que me están presentes
Me dan materia para el llanto mío,
Que siempre mana de mis tristes fuentes?

Trata mi padre guerra con mi tío,
Y nosotras nos vemos despojadas
De nuestra casa, reino y señorío.

Somos acá en lo último arrojadas
Del mundo, y con grandísimo improperio
Vivimos (si esta es vida) desterradas.

El goza airado todo nuestro Imperio,
Y nosotras con nuestro padre anciano
Vagamos con pobreza y vituperio.

De tanto hermano queda un solo hermano,,
Y yo vengo á llorar los que murieron,
Y á las que obraron hecho tan villano.

Porque cuantos hermanos perecieron,
Tantas hermanas me quitó la suerte,
Pues con la ofensa de ellos me ofendieron.

De todos lloro la temprana muerte:
Estas y aquéllos tomen á su cuenta
El llanto acerbo que en su honor se vierte,

Vesme que por tu vida me atormenta
Mi padre, y si dilata su venganza,
Es para mayor pena y más afrenta.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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¿Qué pena se dará á quien se.abalanza
A algún delito, si me están matando
Por causa que era digna de alabanza?

Yo, desdichada, moriré, quedando
Un solo hermano; yo, que por mi estrella
La centésima fui en aqueste bando.

Mas tú, oh Linceo, si esta mi querella
Te toca, ó si te acuerdas de la hermana
Que por te dar la vida ha de perdella;

O si es de algún valor la soberana
Dádiva que te di, dándote vida,
Que es cuanto puede dar potencia humana,

Ven á darme favor, que está oprimida
Tu esposa, ó con tu mano, á quien respeto,
La muerte me darás que me es debida.

Y libre el cuerpo ya de tal aprieto,
Pégale fuego en la hoguera honrada;
Ya que en público no, será en secreto.

Recoge mi ceniza desdichada,
Y entiérrala con llanto y amargura,
Que bien merezco ser de tí llorada.

Después manda grabar esta escritura
Breve, por mano artífice y maestra,
Sobre mi sempiterna sepultura:

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XIV.

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HIPERMNESTRA Á LINCEO. CONT.

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«La desterrada y mísera Hipermnestra
Sufrió la muerte que quitó á su hermano,
Injusto premio á tan piadosa diestra.»

Quisiera prossguir; pero mi mano
Se desfallece por ei grave peso
De esta cadena, y lo que escribo es vano;
Que el miedo ofusca al ánimo y al seso.

FIN DE LA EPÍSTOLA XIV.

Sin mostrarme siempre, pero aquí estoy, admirando tu inmenso trabajo.
Besos.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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ARGUMENTO DE LA EPÍSTOLA DÉCIMAQUINTA.

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Hecho el juicio de París en competencia de las
tres Diosas, y habiendo éste dado la sentencia en
favor de Venus, partió á Grecia por haber en su
poder á Elena, mujer del rey Menelao; y fué por
embajador de su padre sobre la libertad de Hesiona,
hermana de Príamo. Llegando, pues, á Grecia,
París fué recibido del Rey con grandísima
pompa y hospedado en su real palacio; y viendo
conformar la hermosura de Elena con la noticia
que Venus de ella le había dado, así se enamoró
de ella, que con señas y claras muestras le daba á
entender su grande amor. Finalmente, ofreciéndosele
á Menelao ocasión de ausentarse de Esparta y
de ir á Creta, queriendo París no perderla la escribió
esta carta, donde con galanísimo artificio le
significa lo mucho que la ama; y con fuertes argumentos
y razones la persuade que se vaya con él
á Troya, prometiéndola grandes riquezas y honras,
que son los medios con que más fácilmente se allanan
y vencen las dificultades.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA.

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Hija de Leda, si se me concede,
Yo el Troyano amador salud te envío,
La cual sola de tí venir me puede.

¿Debo hablar? ¿ó es tan grande el poderío
De mi fuego, que él mismo se pregona,
Sin serle necesario el pregón mío?

Más de lo que conviene á mi persona
Se conoce mi amor, y es descubierto,
Pues tú me traes á Grecia y no Hesiona.

Holgara que este amor fuera encubierto
Mientras el tiempo corre; de manera,
Que el miedo cierto hace algo incierto.

Pero mal disimulo. ¿Quién pudiera,
Ni puede, ni podrá cubrir el fuego
Que con su misma lumbre reverbera?

Y si gustas, mostrándose él, que luego
Con viva voz te diga lo que siento,
Digo que me arde y quema el niño ciego.

Abrasóme, y por tí vivo en lamento:
Yes aquí tienes en espacio breve
Palabras que te anuncian mi tormento.

Perdona al que á decírtelo se atreve,
Y acaba de leer esta escritura
Con el amor que á mi pasión se debe;

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA.

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No con airado pecho y cerviz dura,
No con torcido rostro ni estupendo,
Mas con semblante igual á tu hermosura.

Ya ha rato que me alegro, porque entienda
Que fué mi carta al puerto con bonanza,
Donde con tu piedad la estás leyendo.

Y esta imaginación me da esperanza
Que he de ser yo tu dueño, recibido
Con la clemencia que mi carta alcanza.

La cual confirme el cielo esclarecido,
Y haga que de Amor la madre hermosa
En vano no te me haya prometido.

Ella me persuadió la peligrosa
Jornada, y soy traído como amante,
Por el divino impulso de esta Diosa.

No incurras en pecado de ignorante:
Deidad, y no pequeña, ha dado aliento
A empresa para mí tan importante.

Grande es el premio que ganar intento,
Mas no indebido, pues la Citerea,
Pudiendo, te me ha dado en casamiento.

Yo, siendo ella mi guía, la Sigea
Playa dejé, cortando los instables
Caminos con la armada Fereclea.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA.

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Ella me dió los vientos favorables;
Y porque el mar mi navegar no impida,
Quietó sus ondas, hízolas tratables.

¿Y qué mucho que al piélago presida,
Le imponga leyes, alcabala y pecho.
Si es Diosa y en el piélago nacida?

Persevere, esté firme en mi provecho,
Y así como en el mar favor me ha dado,
Favorezca al incendio de mi pecho.

Y al voto, al presupuesto enamorado,
Con que rendido estoy á tu gobierno,
Le traiga al fin y puerto deseado.

No soy, cual piensas, amador moderno,
Ni te amo sólo desde que el divino
Rostro vi tuyo, estampa del eterno.

Conmigo el fuego en que me abraso vino,
Trájele yo, no le hallé en tu tierra,
Y éste la causa fué de mi camino.

No porque el triste invierno me dió guerra,
Ni por error de altura ó desconcierto,
Que muchas veces en el mar se encierra,

Surgió mi flota en el Tenáreo puerto,
Ni creas que por oro ó granjeria
Abro del ancho mar el surco incierto.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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Los Dioses de la inmensa Monarquía
Guarden (como ellos pueden) mi riqueza,
Para que tuya sea como es mía.

Ni vine á ver la corte ni la alteza
Del griego imperio, ni las suntuosas
Ciudades que amplifican su grandeza.

Ciudades, torres, villas populosas
Tiene mi reino Dárdano, y más gente
Que las hace más ricas y abundosas,

A tí busco, á tí quiero solamente,
A tí que eres la esposa á mí otorgada
De Venus, por lo cual te he amado ausente.

De mí fuiste primero deseada
Que conocida, y antes que te viera
Fuiste en mi mente vista y contemplada.

La fama, que es y ha sido pregonera
De tu beldad, te puso en mi memoria
Tan bien grabada, como sello en cera

¿Creerás esto de mí? pues fué tu gloria
Menor que la verdad que representa
La perfección que en tí se ve notoria.

La fama con exceso es avarienta
En publicar la luz que me da vida,
De tu belleza que mi ser sustenta.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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Mayor beldad hallé que prometida
Me fué, por donde juzgo que tu fama
De su propia materia está vencida.

Y así con justa causa ardió en tu llama
Teseo, y decretó con su prudencia
Ser digna de robar tan bella dama,

Mientras desnuda, pero con decencia
(Por ser costumbre antigua de tu gente),
Entraste en la palestra en competencia;

Donde tu cuerpo ilustre y excelente,
Luchando con valientes justadores,
Dio muestras de perfecto y de valiente.

Alabo el hurto, y doyle mil loores;
Y admiróme de ver que te volviese
Contra todas las leyes de amadores.

Que prenda de tan válido interese
Fuera justo guardarla aunque muriera,
Dando mil vidas antes que la diese.

Primero mi cerviz se dividiera
De su cabeza, que este tu Troyano,
Si te robara, te restituyera.

¿Quisiérate soltar esta mi mano,
Habiendo recibido tal recibo
Como es tu cuerpo y rostro soberano?

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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¿Sufriera yo dolor tan excesivo,
Que de este seno que llegó á tocarte
Te apartaras un hora siendo vivo?

Supongo me obligaran á tornarte;
A lo menos gozara tu belleza,
Por no pecar de corto en esta parte.

O cortara la flor de tu pureza.
O cogiera de tí lo que es posible
Coger, sin agraviar á tu limpieza.

Haz, pues, agora prueba convenible
De mí; verás mi fuego y mi constancia;
Verás que á Paris todo le es factible.

Porque es de este mi ardor la exuberancia
Tal, que el ardor de mi hoguera ardiente
Sólo podrá dar fin á su arrogancia.

En más tuve un cabello de tu frente.
Que á cuantos reinos Juno me ofrecía
Y ofrecerme pudiera eternamente.

Y por ceñir tu cuello sólo un día
Con dulce abrazo, he dado por ninguno
Cuanto saber Minerva me infundía.

Y esto fué cuando Venus, Palas, Juno,
Desnudas y en discorde competencia,
En Ida parecieron de consuno.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Allí, poniendo en pleito y resistencia
Sus cuerpos y bellezas, yo elegido
Fui para dar entre ellas mi sentencia.

No estoy de haberla dado arrepentido^
Ni en elegirte á tí seré juzgado
De haber con pecho rústico elegido.

Ratifico otra vez lo sentenciado,
Pues sin gozarte, no estimara en nada
Toda la ciencia y todo lo criado.

Ruégote, pues, oh Reina celebrada,
Tú que mereces ser de mi persona
Con tanto afán y tanto amor buscada,

Que pues con la piedad se perfecciona
La belleza, no humilles mi esperanza,
Antes la alienta, ensalza y galardona.

No busco tu consorcio ni alianza
Injustamente, ni es mi sangre indina
De tu valor, que igual valor alcanza.

No serás torpe y baja concubina
Siendo mi esposa, que si te estimares
Por divina, mi casta es tan divina.

Si mi estirpe real escudriñares,
A Electra hallarás y á Jove eterno,
Guando en otros abuelos no repares.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

PARÍS Á ELENA. CONT.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Mi padre tiene el cetro y el gobierno
Del Asia, que es región la más dichosa
De cuantas mira el cielo sempiterno.

Es su capacidad tan espaciosa,
Que apenas podrá verse en dos edades,
Si la quisiese ver vista curiosa.

Verás soberbias, ínclitas ciudades,
"Torres, cimborios, techos de oro fino,
Dignos de consagrarse á las deidades.

Verás el edificio peregrino
De el Ilion, y el muro, cuyo asiento
Es fuerte, es inmortal, es diamantino.

Edificóse al son del instrumento
Armónico del padre de la lumbre,
Y así fué milagroso el fundamento.

¿Qué te diré de aquella muchedumbre
Del vulgo, y de los nobles que en la guerra.
Es alcanzar victorias su costumbre?

Tanta es la gente que mi reino encierra
Que sale ya á ocupar otras regiones,
Por no caber en Asia, que es su tierra.

Saldránte á recibir en escuadrones
De Troya las matronas placenteras,
A darte con amor sus corazones.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

PARÍS Á ELENA. CONT.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Allí te admirará con muchas veras
Ver que no caben dentro de las salas
Del Rey mi padre las hermosas nueras.

¡Oh, cuántas veces las volantes alas
Del espanto darás en tu memoria
Viendo tanta riqueza y tantas galas!

Y dirás:—Al respecto de la gloria
Y opulencia que en Troya hemos hallado,
Cuanto hay en nuestra Acaya es como escoria.—

Más vale lo que está depositado
En cualquier casa que mi Troya tiene,
Que todo lo que vale este reinado.

Y no desprecio yo, ni me conviene
A Esparta despreciar, pues harto precio
Tiene con la beldad que en sí contiene.

La tierra en que naciste adoro y precio,
Besar tal tierra tengo por ventura,
Y en lo que vale el orbe y más le aprecio.

Mas es tan pobre Esparta, que se apura
Si el ornato te da que te es debido,
Y en fin no es conveniente á tu hermosura.

Conviene que tal cuerpo este vestido
Y tenga de regalo cuanto pueda,
Hasta beber del ámbar escogido.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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Cuando á caballo, ó platicando en rueda,
Soldados vieres de mi compañía
Con tanto almizcle, tanta joya y seda.

Podrás conjeturar la bizarría,
El aparato y término elegante
Que en Frigia trae la que es cuñada mía.

Ríndete, pues, agora al que es tu amante;
Entrégame ese cuerpo soberano;
No difieras el dar para adelante.

Hermosa dama de solar greciano,
No te desprecies de elegir esposo
De sangre frigia y de valor troyano.

Trovano v de mi casta es el hermoso
Mancebo, del Dios Júpiter querido.
Y hecho su copero venturoso.

Troyano fué el amante y el marido
De la rosada Aurora, y no por sello
Fué de ella con desdén aborrecido.

Troyano fué también el fuerte y bello
Anquises, de su Venus tan amado,
Cuanto es el ida buen testigo de ello,

No pienso, si me viese comparado
Con Menelao en ánimo y belleza,
(Juzgando tú), yo fuese condenado.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

Ni suegro te daré de tal fiereza,
Que obligue con su atroz mantenimiento
Que huya el sol con suma ligereza.

Ni tengo abuelo rígido y sangriento
Por muerte de su suegro, y que dé nombre
Al mar, dando á Mirtilo fin violento.

Ni en toda mi prosapia verás hombre
Que en el Estigio lago puesto viva
Con tanta hambre y sed que al Orco asombre;

Pues si quiere gustar la fugitiva
Fruta y de la agua, se le van huyendo,
Ésta hacia abajo, aquélla hacia arriba.

Pero ¿qué me aprovecha, si trayendo
Su infame origen de esta infame gente,
Te goza, mi tesoro poseyendo?

Y por gozarte así, forzosamente
Ha de ser yerno del que rige y manda
Como absoluto Dios omnipotente.

Todas las noches, ¡oh maldad infanda!
Posee tu lado, y de tu abrazo asido,
Duerme en tu cama regalada y blanda.

Y á mí tan solamente es permitido
Verte á la mesa, y aun en esta mesa
Hay cosas que me tienen ofendido.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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Tan cruel comida, cuna tan aviesa
Les venga siempre á cuantos desamares
Y á cuantos de mi bien y amor les pesa.

Coman mis enemigos los pesares,
Gusten las hieles que me ordena y traza
El celo entre los platos y manjares.

Pésame ser tu huésped cuando enlaza
En mi presencia tu divino cuello
Y á mi pesar el rústico te abraza.

Deshágome, y de envidia muero en vello,
Cuando te cubre con su ropa (;ay loco!
¿De qué me sirve hacer memoria de ello?)

Y tocando la gloria que no toco,
Procura con sus dichos requebrarte,
Aunque de discreción alcanza poco.

Tal vez, queriendo el bárbaro besarte,
Tomé la taza y hice que bebía,
Por cubrirme la vista y no mirarte.

Tal vez, cuando en sus brazos te ponía
Y con su pecho indigno te apretaba,
Los ojos humillaba y no lo vía.

El bocado en la boca se aumentaba,
Y cubriendo mis ansias con rebozos,
Sin mascarlo por fuerza lo tragaba.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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Mil veces di suspiros y sollozos,
Mas tú como la uva y tierna dama,
Nunca pudiste refrenar tus gozos.

Mil veces este fuego que me inflama
Quise apagar con vino, y creció el fuego
La una llama atizando á la otra llama.

Mil veces por no ver la trisca y juego
En que los dos estábades, al punto
Volviendo el rostro me mostraba ciego.

Mas recelando de quedar difunto,
Volví mis ojos á tus ojos claros,
Gomo á divino y celestial trasunto.

En trances tan dudosos y tan raros,
Carezco de elección y titubeo,
Que aunque remedios hallo, cuestan caros•

Duéleme el alma si estas cosas veo,
Y en no viendo tu rara gentileza,
Mi dolor crece, y crece mi deseo.

Cuanto es posible á humana fortaleza,
Disimular procuro el fuego airado
Que el cielo enciende y sopla tu belleza*

Mas muéstrase el ardor disimulado;
Que amor no puede estar siempre escondido,
Ni el fuego puede estar siempre ocultado.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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No finjo amarte, ni es mi amor fingido;
Sientes mis llagas, mi tormento sientes,
Eres discreta, y tiénesme entendido.

Y piala mis pasiones vehementes
Nadie las infiriera ni alcanzara!
Mas tales son, que al mundo están patentes.

í Ay! ¡cuántas veces me cubrí la cara,
Yendo á llorar, porque tu necio esposo
La causa de ello no me preguntara!

¡Ay, cuántas veces como cauteloso,
Después de haber bebido, refería
Algún cuento de amores mentiroso!

Y a cada punto y pausa que yo hacía,
Miraba tu beldad, manifestando
Con esto que mi historia te decía.

Y el cuento en nombre ajeno disfrazando,
Indicio de mi amor te di bastante,
Y de este incendio en que me estoy quemando.

Yo soy, si no lo sabes, el infante
Propuesto con equívoca apariencia,
Y así, tú eres la dama, y yo el amante.

También más de una vez en tu presencia
Fingí embriagarme por decir razones
Llenas de atrevimiento y de licencia.

CONT.

OVIDIO NASÓN

LAS HEROIDAS

EPÍSTOLA XV.

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PARÍS Á ELENA. CONT.

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Y acuerdóme, á pesar de mis pasiones,
Que suelto acaso aquel cendal ó lista
Que de oro y seda sobre el pecho pones,

Un cielo empíreo se mostró á mi vista;
Poco es el cielo, pues que vi tu pecho,
Que al cielo ilustra y al amor conquista,

No es nieve, pues la excede, ni fué hecho
De blanca leche y de jazmín preciado,
Que ante él todo blancor queda deshecho.

El cisne, en quien fué Jove trasformado
Por coger de tu hermosa madre el censo,
Fué negro con tu pecho comparado.

Quedé elevado, atónito y suspenso
Con el objeto raro y soberano,
Y aun hoy me elevo si en su vista pienso.

Esto fué en punto que á beber ufano
La taza alzaba, y como me turbaste,
Se me cayó la taza de la mano.

Demás de esto, las veces que besaste
A Ermione, tu hija, en ese punto
Los besos le quité que me quitaste.

Ya, recostado á traza de difunto,
Canté viejos amores, porque oyeses
Cómo llevaba amor el contrapunto.

CONT.