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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:38

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS







    PRIMERA PARTE



    La novia y el nido


    Poema en tres cantos



    Dedicado por el autor a su amigo y compañero el Excmo. Sr. D. Leopoldo Augusto de Cueto.



    Canto tercero


    La novia. CONT.

    III

       Como el amor es cosa,
    que, cual voz de eco en eco repetida,
    palpita en la crisálida metida,
    y brilla al convertirse en mariposa,
    ve Isabel con encanto
    que es un nido la copa misteriosa
    donde está la embriaguez desconocida;
    y así, pasando de capullo a rosa,
    tan turbada se ve y enternecida,
    que llora, aunque riendo bajo el llanto,
    porque hay seres que ríen cuando lloran
    con la risa común de los que ignoran
    que en llorar y reír se va la vida.


    IV

       Y cuando, en aquel día,
    convirtiendo en historia la novela,
    al altar de himeneo fue llamada
    la gracia de la casa de su abuela,
    ¡ay! ¡cuál quedó anublada
    aquella llama azul de su mirada!
    ¡Cómo llora y su madre la consuela!
    y.¡cómo, in fin, ya enjutas sus mejillas,
    se mira en los espejos ha hurtadillas,
    y en ellos viendo de su boda el traje
    se ríe con la risa de la aurora,
    y abisma su mirada en resplandores,
    mostrando pensativa y seductora
    sus dientes y sus labio, maridaje
    de las perlas casadas con las flores!

    CONT.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 11 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:41

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS







    PRIMERA PARTE



    La novia y el nido


    Poema en tres cantos



    Dedicado por el autor a su amigo y compañero el Excmo. Sr. D. Leopoldo Augusto de Cueto.



    Canto tercero


    La novia. CONT

    V

       Y va y viene Isabel, y baja y sube,
    agitándose aérea y diligente
    con una vaga ondulación de nube;
    y aunque era a su belleza indiferente,
    con natural gracejo
    hoy aprende delante del espejo
    a conocer lo hermoso de su frente;
    y ora se juzga amada y ora amante,
    y haciendo con el traje un ruido de alas,
    circula como un duende por delante
    de los grandes espejos de las salas;
    y al verse retratada, la doncella
    lleva por sí la admiración tan lejos,
    que, a fuerza de mirarse en los espejos,
    pierde la gracia de ignorar que es bella.


    VI

       Al volver de jazmines coronada,
    como una campesina desposada,
    sintiendo accesos de calor y frío,
    tiembla el alma en su boca seductora,
    como tiembla a los rayos de la aurora
    sobre una flor la gota de rocío.
        Los ojos Isabel, desconcertada,
    tanto abre para ver, que no ve nada
    la estatua del asombro parecía,
    y no pudiendo respirar apenas,
    un no se qué de eléctrico en sus venas
    en generosa transfusión corría.
       Aunque casi educada en un convento,
    ya sentía en su noble pensamiento
    algo más que ilusión y confianza,
    ignorancia y candor, fe y esperanza;
    pues al mirarse de su alcoba enfrente,
    del abismo de amor dulce pendiente.
    la sangre que a su rostro se arrebata
    la pone del color de la escarlata...
       Mas ¡oh Dios del pudor! no tengáis miedo
    que aquel resumen de la vida toda
    con su deliquio y sus misterios cuente...
       Yo quisiera contarlo, mas no puedo,
    porque sé que a la puerta donde hay boda,
    - ¡silencio!- un ángel dice, y sonriente
    pone después sobre la boca un dedo.

     
     
    FIN DEL CANTO TERCERO

    FIN DEL POEMA LA NOVIA Y EL NIDO.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:44

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS







    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



    Al ilustre polemista el Sr. D. Salvador López Guijarro.





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Canto primero


    El idilio



    I

       El cura del Pilar de la Oradada
    como todo lo da, no tiene nada.
    Para él no hay más grandeza
    que el amor que se tiene a la pobreza.
    Careciendo de pan, con alegría
    lleva paz de alquería en alquería;
    y siendo indiferente
    la necia ambición de los honores,
    se ocupa de los grandes solamente
    cuando llama sus reinas a las flores.
    Sin fámulo, y vestido de sotana,
    cuida la higuera y toca la campana.
    Su alzacuello es de seda desteñida,
    pardas las medias de algodón que lleva;
    y en todo el magisterio de su vida
    sólo ha estrenado una sotana nueva.
    Da gracias cuando reza a un Dios tan bueno
    que cría los rosales y el centeno,
    y llama sus orgías a las cenas
    el que prueba la miel de las colmenas.
    Aunque él está de su pudor seguro,
    ve a una mujer, y como pueda, escapa,
    dispuesto desde joven, por ser puro,
    a hacer el sacrificio de una capa.
    Reparte a las chiquillas
    las almendras que lleva en los bolsillos,
    y les da un golpecito en las mejillas
    más dulce que una almendra a los chiquillos.
    Da a los pobres los higos de su higuera,
    que nació, sin plantarla, en donde quiera;
    y si al vérselos dar uno por uno
    - ¿qué guardas para ti?- le dice alguno,
    responde, puesta en Dios su confianza,
    como Alejandro el Grande:- ¡La esperanza!
    Así con tanto amor y pudor tanto,
    el cura del Pilar de la Oradada,
    es, según viene la ocasión rodada,
    ya eremita, ya cuákero, ya santo.


    II

       Está el pueblo fundado sobre un llano
    más grande que la palma de la mano,
    y a falta de vecinos y vecinas
    circulan por las calles las gallinas.
    Pueblo al cual, aunque corto, en mujerío
    otro ninguno iguala;
    de agua muy buena, si tuviese río,
    de agua de pozo, a la verdad, muy mala.
    Pueblo feliz, que olvida el mundo entero;
    que tiene ante la iglesia una plazuela,
    iglesia que es más grande que la escuela,
    y escuela que es más chica que un granero.




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:46

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS







    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



    Al ilustre polemista el Sr. D. Salvador López Guijarro.





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    El idilio. CONT.

    III

       En este pueblo, en fin, y ante este cura
    que no puede beber más que agua pura,
    la divina Teodora,
    de rodillas postrada ante el anciano,
    con un ritmo de flores en la mano,
    ramo cogido al despuntar la aurora,
    mostrando al sonreírse, nacaradas,
    en dos filas iguales,
    todas sus perlas justas y cabales,
    en un coral prendidas y engarzadas;
    inventando aquel día,
    por no haberlos sufrido todavía,
    mucho dolor y muchos desengaños,
    antes de hacer su comunión primera,
    confesándose está, como si fuera
    una gran pecadora, a los diez años.


    IV

       Teodora, que es mujer desde la cuna
    cual todas las mujeres,
    despierta ya, y durmiendo todavía
    a la luz misteriosa de una luna
    que hace en su alma de sol de medio día,
    mira una inmensa flotación de seres,
    sueños de sombra y sombras de unos sueños
    opacos una vez y otras risueños.
    Gracia infantil y gracia adolescente,
    de niña y de mujer confusos lados,
    ya ve en el porvenir desde el presente
    la luz de dos crepúsculos mezclados.
    Sumida en nieblas de color de rosa,
    compuestas de verdad y de otra cosa,
    mira, desvanecida,
    llegar la realidad confusamente,
    y a los diez años, como todas, siente
    su inmersión en las brumas de la vida.





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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 11 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:47

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS







    PRIMERA PARTE


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    El idilio. CONT.

    V

       Mirando al confesor con inocencia,
    cual si fuesen sus ojos unas puntas
    que hundiese del anciano en la conciencia,
    fue haciéndole la niña unas preguntas,
    como esta, por ejemplo,
    capaz de hacer estremecerse al templo:
    - Vos ¿sabéis lo que es malo, señor cura?-
    - Yo de todo, hija mía, estoy al cabo,-
    respondió el sacerdote con premura;
    lo cual no era verdad, mas lo creía,
    porque el breviario con afán leía
    a la luz de un candil colgado a un clavo.


    VI

       Y del amor ya viendo lontananzas,
    con sus ojos tan llenos de esperanzas,
    en su candor intrépido del todo
    sigue ella preguntando de este modo:
    -El dejarse besar ¿es malo o bueno?-
    De confusión y de sorpresa lleno,
    se turbó el cura, como el hombre que antes
    de haber cazado un pájaro, lo vende,
    y ¿sin poder cumplir lo prometido,
    se queda, al fin, como el lector comprende,
    el cazador corrido,
    el comprador burlado,
    y el pájaro vendido y no cazado.
    Echó al cielo una olímpica mirada
    buscando la respuesta en las estrellas;
    mas como nada le dijeron ellas,
    el cura del Pilar no dijo nada.




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:49

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    PRIMERA PARTE


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    El idilio. CONT.

    VII

       Con misterio después ella se inclina
    hacia el cura, que la oye fascinado,
    y prosigue:- Me ha dicho mi madrina,
    que el que bese a mi primo es un pecado;
    y mi primo ha jurado,
    que él me habrá de besar, pese a quien pese,
    pues cree que a mí me gusta que me bese;
    mas como oigo decir que se propasa,
    escapándome de él, toda la casa
    ayer y antes de ayer y todo el año
    corrí desde la cueva hasta el granero;
    siempre quiere él, señor, yo nunca quiero,
    miradme bien, veréis que no os engaño.-
    Y abriendo aquellos ojos tan brillantes
    para enseñarle el alma a aquel levita,
    echa al cura una ojeada inoportuna
    aquella virgen, pero virgen de antes
    que en la primer visita
    el ángel le anunciase cosa alguna,
    y le dejó corrido y colocado
    del rubor en la cúspide suprema
    de un modo tal, que dijo colorado:
    - ¡Primera, confesión primer problema!


    VIII

       - Acúsome- la niña proseguía-
    que soy inobediente y perezosa.
    Acúsome, además, que el otro día,
    con tristeza soñé que no era hermosa.
    Me gusta más correr que ir a la escuela.
    Sólo en la misa me entretiene el canto;
    y escucho con más gusto una novela
    que el trozo de la vida de algún santo.
    Prometo, obedeciendo a mi madrina,
    huir, si puedo, de él; pero os prevengo
    que al mirar a mi primo, siempre tengo
    la voluntad de parecer divina.-
    Al ver salir el cura, atropellados,
    con risa de bondad mal reprimida,
    tan enormes pecados
    de aquellos labios de carmín, untados
    con la leche primera de la vida,
    dice a la niña, de indulgencia lleno,
    con singular ternura:
    - No diré que eso es malo, mas no es bueno.
    Más cordura, hija mía, más cordura.
    Bien; adelante: vamos; adelante.-
    Y por no hablar más claro, el pobre cura
    jugaba con enigmas al volante
    y no queriendo darle con prudencia
    la más leve lección de adolescencia,
    muy peligrosa en almas inocentes,
    sólo después de estas ligeras riñas,
    se atrevió a murmurar, aunque entre dientes:
    - Son el diablo estos ángeles de niñas.




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:50

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    PRIMERA PARTE


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    El idilio. CONT.

    IX

       Y como todo viejo, y más si es cura,
    de todo niño es natural abuelo,
    con más amor que religioso celo,
    le dijo a aquella hermosa criatura:
    - Ten calma, estudia, y a tu madre imita,
    y entrarás sin rodeos en la gloria;
    reza una salve, toma agua bendita,
    y cómete esta almendra en mi memoria.-
    Y después que la niña se confiesa,
    la mano al señor cura
    en la actitud de un oficiante besa;
    se levanta gentil, con la soltura
    del ser a quien la vida aún no le pesa,
    y ante el altar, con adorable gracia,
    entre un corro de gente pecadora
    se arrodilló Teodora
    más grave que un alumno en diplomacia.


    X

       Después supo el obispo de Orihuela,
    por cierta confesión de cierta abuela,
    de puro religiosa, condenada,
    que, faltando a los cánones sagrados,
    castiga con almendras los pecados
    el cura del Pilar de la Oradada.

    FIN DEL CANTO PRIMERO. EL IDILIO


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Mar 14 Jul 2020, 23:59

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS








    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



    Al ilustre polemista el Sr. D. Salvador López Guijarro.



    Canto segundo


    La égloga



    I

       Fue creciendo, creciendo,
    y pasaron diez años; y Teodora
    cuanto en gracia inocente iba perdiendo,
    lo iba ganando en gracia pensadora.
    La antigua pecadora,
    que veinte años cuenta hoy exactamente,
    tiene pupilas de horizontes llenas;
    voluptuoso reír en casta frente;
    y deja ver su cutis transparente
    cómo corre la sangre por sus venas.
    Con gusto encantador por lo sencillo,
    con flores todo el año en sus cabellos,
    arrollándolos bien, forma con ellos
    detrás de la cabeza un canastillo.


    II

       - Decidme, mi querido señor cura,
    decía confesándose Teodora:
    - ¿No es una gran locura
    que esté tan decidida
    a que me case ahora
    la pobre madre a quien debí la vida?
    ¿No es un gran desatino
    casar con otro a quien tan solo piensa
    en... ya sabéis, mi primo, aquel marino
    que tiene el alma como el mar inmensa?-
    Mientras la escucha atento.
    - Es muy común,- el cura se decía
    entre burlas y veras,
    - que todas las muchachas costaneras
    dediquen de un marino al pensamiento
    veinticuatro horas largas cada día.-


    III

       - Mi primo... ya sabéis,- siguió Teodora,
    - que vive hoy una vida de pesares
    en Londres, un lugar donde está ahora,
    más allá de los montes y los mares.
    Las playas saben mi constante anhelo,
    pues, sin poderlo remediar, suspiro
    cuando se nubla el horizonte y miro
    por el lado del mar cerrarse el cielo.
    Mi primo es aquel primo, que, algún día,
    os confesé que alegre me besaba;
    le amé niña, mas yo no lo sabía;
    ya mayor, estoy loca, y lo ignoraba.
    Como siempre fantástico el deseo
    me arrastra, a orillas de la mar, yo a solas
    que me habla de él y su venida, creo,
    el monólogo eterno de las olas.
    Siempre aguardo del cielo lo imprevisto,
    siempre estoy esperando,
    y hasta las aves de la mar, pasando,
    parece que me dicen:- ¡lo hemos visto!-




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 00:01

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS








    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



    Al ilustre polemista el Sr. D. Salvador López Guijarro.



    Canto segundo


    La égloga. CONT

    IV

       - Mas sepamos primero-
    dijo el cura prudente y reservado:
    - de amaros y volver, ¿él os ha dado
    su palabra de honor de caballero?-
    - Me juró que me amaba y volvería-
    fue diciendo Teodora,
    - cuando el sol por la tarde se ponía,
    y al despuntar la aurora
    y alguna vez también al medio día;
    y alguna, y más que alguna,
    por la noche a los rayos de la luna.
    Y, perdonad, decir se me ha olvidado,
    que en Mayo y en Abril me lo ha jurado
    por todos sus jazmines y azucenas;
    por los árboles todos, en estío;
    por todos sus cristales, junto al río;
    cerca del mar, por todas sus arenas.


    V

       Mientras Teodora hablando proseguía,
    como era, a fuerza de candor, profundo,
    el cura por lo bajo repetía:
    - ¡Cómo trae el amor revuelto al mundo!
    - Mi madre quiere que a la fuerza quiera
    a un hombre muy de bien, sin gracia alguna,
    como es el que me espera
    para darme su mano y su fortuna.
    El verlo nada más me da tristeza;
    él es bueno, es verdad, si no es hermoso;
    tiene favor, honores y riqueza,
    talento, juventud y un nombre honroso...
    Mas ¡si vierais al otro, señor cura,
    con gorra de oro y sable a la cintura!...
    ¡Cuanto mira al pasar de luz se baña!...
    mientras éste de aquí, que va a ser mío
    tiene una gracia, sepulcral y extraña;
    donde quiera que entra él, siento yo frío.-
    -Pues señor, se conoce,-piensa el cura,
    - que en la misma inocencia,
    para agotar de un cura la paciencia,
    trasformado en hermosa criatura
    coloca Satanás su residencia.-


    VI

       Y ella siguió:- Vuestro favor imploro;
    prestadme ayuda en tan difícil paso:
    de uno me río, y por el otro lloro;
    éste me hiela, y por aquél me abraso,
    amo al presente y al ausente adoro,
    ¿qué hago, señor, me caso o no me caso?-
    Mirando a un Cristo viejo
    por ver si le inspiraba algún consejo,
    el cura se callaba,
    y del candor en la embriaguez suprema,
    al ver que el Cristo nada le inspiraba,
    por lo bajo entre dientes murmuraba:
    - ¡Segunda confesión: otro problema!-
    Entre el Cristo, ella y él, no hay uno que hable.
    El viejo, que era un niño venerable,
    no cayó en que Teodora
    buscaba, tan sutil como traidora,
    en la doblez de sus astutos planes
    el apoyo moral del cristianismo:
    maniobra de los grandes capitanes
    que ponen de su parte el fanatismo.







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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 00:03

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS








    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



    Al ilustre polemista el Sr. D. Salvador López Guijarro.



    Canto segundo


    La égloga. CONT

    VII

       Luego los dos a un tiempo se preguntan,
    y para herirse al corazón se apuntan;
    y cruzan de uno al otro, bien dispuestas,
    como un choque de espadas, las respuestas:
    - Me muero, si me caso, os lo confieso.
    - Ilusión nada más de los sentidos.
    - Hay voces que en el aire me hablan de eso.
    - Eso será que os zumban los oídos.
    -Bien, lucharé pero seré vencida.
    - No volverá tal vez.- ¿Y si volviera?
    - Ese hombre os ha hechizado: ¡estáis perdida!
    - Así tendrá que ser como él lo quiera.
    - Tras vana agitación tendréis reposo;
    yo rezaré por vos, seréis dichosa:
    ¡dichoso aquel que os tenga por esposa!
    - Y yo ¿seré feliz como él dichoso?
    - ¿De qué sirve creer en lo increíble?
    - Más sabe el corazón que la cabeza.
    - ¿qué podrá suceder?- ¡Todo es posible;
    yo amo con fe y espero con firmeza!-
    Al verla disentir tan bien y tanto,
    siente un temblor de espanto,
    cual si tuviese frío,
    al comprender el santo
    que aquel tipo cabal de las mujeres
    era el más bello y ¿lo diré, Dios mío?
    el más inobediente de los seres.


    VIII

       Teodora, ardiente y viva,
    filósofa sutil y positiva,
    que no pasó, cual yo, velada alguna
    en cuestiones ociosas,
    buscando la razón de muchas cosas
    que no tienen jamás razón ninguna,
    añadió, de su plan desesperada,
    disparando al huir a sangre y fuego,
    y haciendo una brillante retirada
    mejor que en Asia Jenofonte el griego:
    - Yo soy muy viva y de ventura ansiosa;
    y no queriendo a este hombre, os lo prevengo,
    como soy tan fantástica, no tengo
    la condición de una excelente esposa.
    Mas lo mandan mis padres y adelante;
    yo quiero a toda costa ser honrada,
    mas no sé si vivaz y enamorada,
    podré ser buena esposa y buena amante...-
    Hablaba así Teodora, y de repente
    callando unos momentos,
    con un silencio diestro y elocuente
    una pausa llenó de pensamientos.
    Reticencia tan vil y calculada
    al obre cura de terror inmuta...
    ante el saber de una mujer astuta
    Cicerón y Pascal no saben nada.
    Y es que desde Eva, madre de Teodora,
    la raza no mejora.
    Porque no oye solícito sus quejas,
    anuncia astuta males sobre males:
    yo recuerdo muy bien que eran iguales
    las jóvenes de antaño que hoy son viejas.
    Y así serán y han sido
    las que están por nacer o ya han nacido,
    lo mismo en todo el orbe que en España;
    las madres miserables y opulentas,
    las hijas titulares y harapientas,
    las abuelas del trono y la cabaña.


    IX

       - ¡Qué locura, Dios mío, qué locura!
    ¿no veis que rara vez,- le dice el cura,-
    la vida nos enseña
    que esos sueños de niña muy pequeña
    los pueda realizar la edad madura?
    Moderad el ardor de los sentidos;
    ¡Teodora, andad despacio,
    porque siempre nos ven, desconocidos,
    dos ojos desde el fondo del espacio!-
    Ayudando a llevarla a su destino,
    cual se lleva una oveja al matadero,
    pensó el cura ponerla en el camino
    de lo bueno, lo justo y verdadero;
    y después que ella vio desvanecida
    la poética imagen de su vida,
    puestas en cruz las manos y llorosa,
    recibió, con la frente prosternada,
    la bendición del cura, arrodillada;
    besó su mano en actitud piadosa,
    con la fe de una santa resignada,
    y se marchó, si no más consolada,
    menos triste tal vez, y siempre hermosa.

    FIN DEL CANTO SEGUNDO


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 00:06

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS









    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



    Al ilustre polemista el Sr. D. Salvador López Guijarro.



    Canto tercero


    La tragedia



    I

       Porque triste, muy triste, se moría
    llena de desengaños,
    el cura del Pilar, en cierto día,
    en su postrera confesión oía
    a una joven anciana de treinta años.
    - ¡Ha venido!- decía
    la vieja que era joven todavía,
    - aquel hombre a quien amo con locura,
    y debo confesaros en conciencia,
    que tengo, desde entonces, señor cura,
    necesidad de sueños de inocencia.
    - ¿Y es pura todavía vuestra llama?-
    pregunta el cura a la doliente esposa.
    - La cama de mi madre es esta cama,
    le respondió:- pues por mi madre os juro
    que soy materialmente virtuosa;
    sólo el alma es culpable, el cuerpo es puro.-


    II

       - ¡Pues valor,- dijo el cura,
    a fuerza de candor siempre profundo,
    - que la mayor tribulación del mundo
    la manda Dios para la edad madura!-
    - ¡Valor, valor!- la enferma respondía;
    - ¡Lucharé hasta morir! mas, ¡cosa extraña!
    resistir a su encanto no podría,
    ¡yo que siento en mí misma una energía
    capaz de levantar una montaña!-
    ¡Lucharemos, hija mía,-
    el cura repetía
    de Dios y de su fe siempre seguro,
    - no hay grito de dolor que en lo futuro
    no tenga al fin por eco una alegría!-
    Y luego añade de la Biblia lleno,
    satisfecho de Dios y de sí mismo:
    - ¡Siempre entre el ángel malo y entre el bueno
    hay luchas en el puente del abismo!-


    III

       En querer consolar las grandes penas
    de una mujer tan firme y tan amante,
    era aquel pobre confesor un ciego,
    sabiendo que corría por sus venas
    la sangre de las viñas de Alicante
    que crían una savia como el fuego.
    El cura no sabía
    que el no amar es muy bueno, pero es frío;
    y por eso a Teodora le decía,
    derramando en sus llagas el rocío
    de una piedad sincera:
    - Van a cumplir veinte años
    que, ajena de pasiones y de engaños,
    vuestra sagrada comunión primera
    fue por vos de mi mano recibida;
    ¡sed digna del honor de vuestra historia!
    ¡reanimad el valor con la memoria
    de los años primeros de la vida!-
    - ¡Quince años hace escasos,-
    Teodora murmuró,- que el dulce ruido
    que levantaron al marchar sus pasos
    quedó como una música en mi oído!
    Y hace veinte años- añadió con torvo ceño
    mirando al cielo en ademán de queja,
    - que es él de mi alma y mis sentidos dueño;
    ¡veinte años que pasaron como un sueño!
    ¡Tenéis razón; no me creí tan vieja!...
    Mas no hay medio: o vencer o ser vencida;
    o perder la virtud o dar la vida.-
    Dice así, y tiembla la infeliz esposa
    cuando la causa de su mal confiesa,
    como suele temblar la mariposa
    que siente el alfiler que la atraviesa;
    y el pobre confesor, que no sabía
    que si es bueno no amar, es cosa fría,
    cual sintiendo en la piel la ardiente huella
    de un diablo que abrasándole le toca,
    mira a la enferma con pavor, y en ella
    halla una especie de perfil de loca.
    Y agarrándole bien con la mirada.
    - No soy loca, es que estoy enamorada,-
    siguió la esposa- y lo que quiero, quiero;
    vuestra piedad, no vuestra fe, reclamo;
    si le amo, vivo; si no le amo, muero,
    respondedme, ¿qué haré? ¿le amo o no le amo?-
    Aguzando el oído,
    y azorado de miedo como un gamo
    que oye en el bosque de repente un ruido,
    el cura sorprendido
    dice cayendo en postración extrema:
    - Tercera confesión: tercer problema!...-
    Dudando en su fatal desconfianza
    qué haría y qué diría,
    por no romper el hilo todavía
    que enlaza la mujer a la esperanza,
    el cura del Pilar, quedando inerte,
    sangre, en vez de agua, el desdichado suda;
    pues a sí mismo con dolor se advierte
    que es, en los actos del deber, la duda
    una pregunta vil que hace la muerte.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 00:07

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS









    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



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    Canto tercero


    La tragedia. CONT.

    IV

       Ahogando la emoción de su ternura
    en un áspero y recio resoplido,
    añadió en el umbral de la locura:
    - ¡O viva en el del otro, señor cura,
    o muerta en el hogar de mi marido!
    ¿Puede un corazón tierno
    sufrir eternamente esta cadena?
    ¿Hay un Dios que nos salva y nos condena,
    o eso también es un problema eterno?-
    Oyendo esta herejía,
    creyó el cura que en ella traslucía
    la cara de Luzbel, oliendo a infierno,
    y siendo encantadora,
    y aunque era un ángel de piedad Teodora,
    y el cura lo sabía,
    como todo hombre bueno, algo indeciso,
    oyéndola decir lo que decía,
    le pareció que a Satanás veía
    bañado con la luz del paraíso.


    V

       Y al cura, que azorado la veía,
    y estaba en todo, esto es, no estaba en nada,
    después le repetía,
    aceptando, Teodora, resignada
    la paciencia que lleva a la agonía:
    - ¡Adorarlo o morir, tal es mi suerte!-
    Y el cura respondía:
    - Pero pensad en Dios, la hora es sombría;
    ¡ved que estáis en peligro de la muerte!
    Y enfermo de terror y sentimiento,
    su rostro, que tapó con ambas manos,
    se cubrió de ese tinte amarillento
    que da tanta tristeza en los ancianos.
    - Ya veis que sé morir como es debido,-
    siguió Teodora con siniestra calma.
    - Decidida a partir, tan sólo os pido
    que echéis sobre mi cuerpo y sobre mi alma,
    él su memoria, su piedad el cielo,
    vos el perdón, la humanidad su olvido,
    la tumba su pudor, la muerte un velo!-


    VI

       Pasan después unos momentos llenos
    de calma aterradora.
    Y entro tanto, ¿qué hacía
    en alocada expectación Teodora?
    ¿Dormía? No ¿Velaba? Mucho menos.
    Con las manos el pecho se oprimía
    queriendo hacerse el corazón pedazos.
    Se incorpora después, alza los brazos,
    estrecha en ilusión alguna cosa
    en medio de la fiebre que la abrasa,
    y dice con sonrisa, voluptuosa
    dejándolos caer:- ¡Es él que pasa!
    Al ver aquel amor inexorable,
    a su buen Dios el cura inconsolable
    la encomienda en sus santas oraciones;
    y al oír, espantado,
    salir de la culpable
    aquella interminable
    tempestad gutural de aspiraciones,
    una oración sobre otra le prodiga,
    y exclama el sacerdote horrorizado:
    - El ángel llega tarde, y sólo espiga,
    lo que ya Satanás dejó segado!-
    Y así el buen cura exclama,
    porque ya con dolor ha comprendido,
    que es imposible, a semejante llama,
    oponerse a un amante que es querido,
    y entregarse a un marido que no se ama;
    y aunque algo tarde, a conocer empieza
    que es más fuerte el amor que los deberes,
    pues rinde de los hombres la firmeza
    y hasta el débil poder de las mujeres.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 00:10

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS









    PRIMERA PARTE


    Los grandes problemas


    Poema en tres cantos



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    Canto tercero


    La tragedia. CONT.

    VII

       Llegando al fin de su terrible suerte
    la enferma medio muerta tiempo hacía,
    después de un gran silencio en que se oía
    muy cercana de allí volar la muerte,
    mirando fijamente, sin ver nada,
    tiende una mano ardiente y descarnada,
    busca con ella al infeliz anciano
    que por su dicha ruega,
    y el rostro le tocó como una ciega
    que tuviese los ojos en la mano:
    se ponen azuladas sus mejillas;
    sale un hondo ronquido de su pecho;
    el cura la bendice de rodillas:
    después... ¡después era una tumba el lecho!


    VIII

       Más muerto que la muerta, el pobre cura,
    cuando luego miraba
    el alma triste y bella
    de aquella esposa fiel, culpable y pura,
    flotar sobre una estrella,
    - ¡Perdonadla, Dios mío!- murmuraba.
    ¿Cómo Dios negaría su indulgencia
    a una mártir, que, fiel a otros amores,
    a fuerza de sentido y de paciencia
    el luto de su hogar cubrió de flores?
    Cuando el cura veía
    aquella alma flotar sobre una estrella,
    y su perdón pedía,
    es porque no sabía,
    héroe feliz de una tranquila historia,
    que cuando muere una mujer como ella,
    toca a muerto la tierra, el cielo a gloria.


    IX

       Y cuando el cura, de su buen consejo
    el término funesto contemplaba,
    llorando como un niño el pobre viejo
    sobrecogido de terror oraba.
    - ¡Yo la maté, yo he sido su asesino!-
    gritaba el infeliz, desesperado,
    quejándose de sí como un malvado
    que asesina a la vuelta de un camino.
    - Mas, fiel a su destino,
    conociendo después, más serenado,
    que así a volverse loco un hombre empieza,
    con honor exclamó:- ¡fuera flaqueza!-
    y valerosamente
    reanimando uno a uno sus sentidos,
    a brillar comenzó su noble frente
    con la luz de los seres elegidos.
    - Hago el bien y suceda lo que quiera!-
    dice tranquilo y con la frente erguida.
    - ¡Entre la muerte y la virtud, que muera,
    que es el deber primero que la vida!-
    Pasó después un siglo de un momento;
    murmuró otra oración, y de repente
    azotó con los pies el pavimento
    y con las manos se azotó la frente;
    miró a la muerta con viril firmeza,
    y a repetir volvió:- ¡Fuera flaqueza!-
    Y el cura del Pilar, sereno, mudo,
    rendido el cuerpo y destrozada el alma,
    después de un negro batallar tan rudo,
    a recoger volvió su santa calma
    como recoge el gladiador su escudo.

     
     
    FIN DEL CANTO TERCERO. LA TRAGEDIA.

    FIN DEL POEMA LOSGRANDES PROBLEMAS.





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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Jul 2020, 02:04

    Y por aquí sigo, leyendo y aprendiendo, que no es poco.
    Gracias, Pascual.


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    Mensaje por Lluvia Abril Miér 15 Jul 2020, 02:10

    Pues me gusta leer a Ramón de Campoamor, me lo paso bien y te doy las gracias por mostrarnos su poesía.
    Besos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:06

    Bueno, querida amiga. Es suficiente que te guste para que yo siga con redoblado afán..

    Besos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:16

    De acuerdo, querida amiga. Mi gratitud.

    Besos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:23

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS










    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



    A mi fraternal amigo el Sr. D. Ramón Campos y Domenech.





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Canto primero



    I

       Joven, bella, adorada y poderosa,
    tan rubia como el sol del medio día,
    y tan fresca además como una rosa,
    Jacinta, cuidadosa,
    hasta el dichoso día
    en que va a ser una feliz esposa,
    en un cuarto atestado de primores,
    y en una jaula de oro envuelta en flores,
    cierto canario hospeda,
    cuya pluma remeda
    casi, casi, del iris los colores,
    y un poco los reflejos de la seda.


    II

       En un día de Marzo, húmedo y frío,
    al pasar del antiguo al nuevo estado,
    Jacinta, esclavizando su albedrío,
    prefiriendo al ajeno su cuidado,
    y el gozo celebrando de aquel día,
    suelta con alegría
    al canario que cuida con cariño,
    y con el cual, como si fuera un niño,
    en inocente intimidad vivía.
    Saca al esclavo de la jaula de oro,
    lo acaricia llorando y sonriendo,
    se acerca a la ventana, y luego abriendo
    la mano, con la cual se enjuga el lloro,
    viendo al ave feliz que ya siguiendo
    del aire el insondable itinerario,
    como acerada espina
    un dardo de pesar extraordinario
    su corazón traspasa,
    pues siempre es un canario,
    después de la sociable golondrina,
    el ave favorita de una casa.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:25

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS










    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



    A mi fraternal amigo el Sr. D. Ramón Campos y Domenech.





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] Canto primero. CONT.


    III

       Libre, alegre, inconstante, casi loco,
    como bebiendo luz. emprende el vuelo
    el pájaro, que invade poco a poco
    la inaccesible soledad del cielo.
    Por no verle partir, Jacinta cierra
    sus ojos de insondables horizontes,
    y en posesión le pone de la tierra
    con sus mares, sus valles y sus montes.
    Entregado al calor, y expuesto al frío,
    el pájaro, que siendo prisionero
    prefería su jaula al mundo entero,
    fue puesto en posesión de su albedrío
    como el manso arrastrado al matadero.
    Y volando, volando,
    se alejaba y volvía,
    y de su inútil libertad gozando,
    - ¿a dónde voy?- parece que decía.
    Y Jacinta, llorando,
    y llena al mismo tiempo de alegría,
    al pájaro dejando,
    para volar también tras del esposo,
    mandándole un adiós muy cariñoso
    al ver que una tras otra recorría
    las colinas cubiertas de viñedos,
    con expresiones de cariño extremas,
    tocándose los labios con las yemas,
    le envió un beso en las puntas de los dedos.


    IV

       Como dijimos antes,
    era en Marzo, la aurora del estío,
    y en uno de esos días inconstantes
    en que alterna el bochorno con el frío,
    con santa devoción, casi a la orilla
    del Manzanares, su paterno río,
    para unir a Jacinta en casto nudo
    con el hombre más noble de la villa,
    como si fuera un celestial saludo
    por su madre escuchado y por su abuela,
    en torno del altar de la capilla
    el himno sube y el incienso vuela.
    Y Jacinta, entre tanto,
    cuya gracia inocente
    se convertía en pensativo encanto
    y en la expresión de amor más hechicera,
    hacia el altar avanza
    con la alegre esperanza
    y la planta ligera
    de quien lleva, al andar, sobre su frente,
    el cántaro inmortal de la lechera.


    V

       Así aquel ángel que a mujer subía,
    la virgen que iba a convertirse en diosa,
    con el tierno candor que en Dios confía
    camina, a fuerza de ventura, hermosa,
    como una niña grande honrada y pura
    que suena en ser feliz, pues no sabía
    que cual la flor del cactus, la ventura
    esperada cien años, dura un día.



    FIN DELCANTO PRIMERO


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:27

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS










    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



    A mi fraternal amigo el Sr. D. Ramón Campos y Domenech.



    Canto segundo



    I

       El canario después, desorientado,
    explorando horizontes y horizontes,
    voló al fin por los valles y los montes
    como si fuese un pájaro escapado;
    hasta que ya rendido,
    de su fuerza en volar menos seguro,
    con el miedo que da lo indefinido
    halló en la claridad algo de oscuro.
    Sintiendo luego el malestar incierto
    que se llama el mareo del desierto,
    y después que el canario
    recorrió el horizonte ebrio de gozo,
    le parecía, al verse solitario,
    el universo entero un calabozo.
    Y conforme caía
    dentro del mar el día,
    y se aumentaba con la sombra el frío,
    sólo vio estupefacta su mirada
    la tenebrosa estancia del vacío,
    y aquel horror que dice: «¡aquí no hay nada!...»


    II

       Cuando todo en la sombra era indistinto,
    sintió una sensación vertiginosa;
    después con el instinto
    natural en un ave cariñosa,
    esperando inocente,
    que la prisión su dueña le abriría,
    y en trance tan cruel le ampararía,
    a su casa volvió, cuando inclemente
    ya su alas el frío entumecía;
    y volando después difícilmente,
    como ni huir ni guarecerse sabe,
    de las tinieblas a la luz escasa,
    alrededor girando de la casa,
    más parece un espíritu que un ave.





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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:29

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS










    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



    A mi fraternal amigo el Sr. D. Ramón Campos y Domenech.



    Canto segundo. CONT.


    III

       Como no hay duda que era
    una noche muy buena, por lo fría,
    para asar en alegre compañía
    castañas al rescoldo de una hoguera,
    de miedo ya a las olas mugidoras
    de una espantosa tempestad cercana,
    y al fastidio y horror de aquellas horas,
    se lanzó de su dueña a la ventana,
    guarnecida de plantas trepadoras.
    Mas ¡ay! que ya casada, y siempre pura,
    pensando con vergüenza en su ventura,
    Jacinta, con espanto verdadero,
    hallando todo ruido inoportuno,
    todo rayo de luz cosa liviana,
    la ventana cerró con tanto esmero
    que no dejó a la luz resquicio alguno,
    pues en noche de boda una ventana
    es la nube de sombra con que Homero
    cubrió a veces a Júpiter y a Juno.


    IV

       Cuando el pájaro, hastiado
    de aquella inútil libertad del cielo,
    a su prisión volvía, enamorado,
    ya había el polo norte desatado
    un recio temporal de escarcha y hielo.
    Cada vez más corrientes,
    y cada vez más fríos,
    los arroyos de viento se hacen ríos,
    y los ríos después se hacen torrentes.
    Directa y reflejada,
    y después toda unida,
    contra aquella ventana tan cerrada
    lloviendo más, sobre la ya llovida,
    chisporrotea el agua ametrallada.
    Cuando están a su dueña regalando
    realidades tan dulces como sueños,
    quejándose el canario, está piando
    como pían los pájaros pequeños.
    Mientras dentro, amorosa,
    ve en verdad convertida su quimera
    en éxtasis profundo,
    por la parte de afuera
    piar a media voz oye la esposa
    a un ser que no parece de este mundo.
    Matándolo a golpazos
    la nieve sobre el pájaro se apiña,
    y mientras él se queja y da aletazos,
    Jacinta de su esposo entre los brazos
    le habla con voz del tiempo en que era niña.
    Y así al pobre canario,
    sirviéndole la nieve de sudario,
    de la ventana contra el duro suelo
    lo sueldan vivo, el hielo
    y la escarcha y la nieve endurecida.
    ¡Es un horror para el azul del cielo
    que haya tantos dolores en la vida!



    FIN DEL CANTO SEGUNDO.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:31

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



    A mi fraternal amigo el Sr. D. Ramón Campos y Domenech.


    Canto tercero



    I

       Ya estaba el sol muy alto, y aún dormía,
    y tras de un sueño largo y retardado,
    sin más cuidado ya que aquel cuidado,
    como sin duda eternizar quería
    la inocente ilusión de su deseo,
    Jacinta, placentera,
    estando el sol a la mitad del día,
    cual Julieta a Romeo
    le decía a su esposo:- ¡Espera, espera;
    que no llega la aurora todavía!-


    II

       La heroína feliz de nuestra historia,
    miró al fin por la luz desvanecida
    esa noche que deja en la memoria
    el recuerdo más grande de la vida.
    De su lecho nupcial se alza ligera,
    y con un aire entre terrestre y santo,
    muestra en su cara el religioso espanto
    de la casada de hoy y ayer soltera.
       Se echó con un pudor algo tardío
    un traje negligente de mañana,
    corrió a abrir las vidrieras, y ¡ay, Dios mío!
    al canario encontró muerto de frío
    metido en el rincón de la ventana.
       ¿Verdad, lector amado,
    que el querer ser feliz casi es locura?
    Jacinta olvida en su reciente estado,
    todo antiguo cuidado:
    celebrando su amor y su ventura,
    a soltar su canario se apresura,
    y se le muere helado:
    pasa además un día y otro día,
    y un rosal que tenía
    se le seca olvidado.
       ¡Pobre Jacinta mía!
    ¡Por el ingrato amor que tanto quiere,
    cuanto ama, en causa de dolor se trueca;
    tiene un ave que suelta, y se le muere,
    tiene un rosal que olvida, y se le seca!




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:34

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



    A mi fraternal amigo el Sr. D. Ramón Campos y Domenech.


    Canto tercero. CONT.


    III

       Traspasada de pena,
    viendo muerto por ella a un inocente,
    piensa Jacinta de ternura llena
    que es un tirano Amor que dulcemente
    ata al pie del esclavo la cadena.
       Y así al pájaro muerto le decía,
    con acento el más tierno y doloroso,
    (y aunque el pájaro muerto nada oía,
    la esposa bien sabía
    que lo oía a su lado el tierno esposo):
    - Buscar en el amor ventura y calma,
    sólo es variar de penas:
    el querer libertad para nuestra alma
    es cambiar solamente de cadenas.
       Como al pájaro, al hombre le es preciso
    esclavizar con libertad su llama,
    porque ser el esclavo de quien se ama
    es tener por prisión el paraíso.-


    IV

       Hablando de esta suerte
    profundamente tierna y conmovida,
    besó al pájaro muerto enternecida;
    y después de pensar cómo la muerte
    en lo mejor nos llega de la vida,
    fue a darle con ternura
    al pie de un limonero sepultura,
    y esto grabó con la mayor tristeza
    del árbol siempre verde en la corteza:
    - Murió un pájaro aquí de pesadumbre,
    porque alejado de su dueña un día,
    rotas ya sus cadenas, no comía
    el pan de la dichosa servidumbre.-
       Y cuando esto escribía,
    besándolo al grabarlo, tiernamente,
    es la pura verdad que ella gemía:
    aunque es verdad también que al mes siguiente
    ya este recuerdo era una cosa fría.



    FIN DEL CANTO TERCERO


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:35

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



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    Canto cuarto



    I

       Seis meses, y algo menos, van pasados,
    y ya Jacinta abandonada, prueba
    el rigor de los hados;
    ya de sus ojos a su boca lleva
    dos surcos por las lágrimas trazados;
    pues el dejar de amarse dos casados
    es una historia, vieja, siempre nueva.


    II

       Pasan las ilusiones,
    y mas las ilusiones amorosas,
    y en esa confusión de confusiones
    en que parecen ya todas las cosas
    una grande humareda de visiones,
    la buena de Jacinta, que creía
    que si no amase, el sol se apagaría,
    que tuvo en este valle de amarguras
    la suerte natural de las mujeres,
    (rebaño de apacibles criaturas
    que llenando la tierra de placeres
    recogen a su paso desventuras),
    tan noble y religiosa como bella,
    en su inmenso dolor se vuelve al cielo,
    porque, un poco olvidada, empieza en ella
    de la ilusión el lúgubre deshielo;
    mas, reina superior a su caída,
    haciendo frente a las pasiones malas,
    en su honradez se siente sostenida,
    cual se sostiene el águila en sus alas.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:38

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

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    PRIMERA PARTE


    Dulces cadenas


    Poema en cuatro cantos



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    Canto cuarto. CONT.

    III

       Y aunque el amor ahora
    es, como antiguamente,
    un duelo en que hay traidor precisamente,
    y alguna vez también en que hay traidora,
    Jacinta, siempre fiel, escribe y llora,
    y a veces, por variar, llora y escribe;
    y aquella antigua rosa, hecha azucena,
    se muere de dolor, porque no vive
    atada al eslabón de su cadena;
    solitaria, las lágrimas que vierte,
    del fondo de aquel mar perlas preciosas,
    las vierte silenciosas
    para que nadie entienda
    cuál es la causa de su triste suerte,
    porque es de esas mujeres valerosas
    que del deber por la terrible senda
    van al través del fuego y de la muerte.


    IV

       Desde el funesto día
    en que ya de su amor perdió el encanto,
    si alguna vez reía,
    su risa, más que risa, parecía
    la amarga contracción próxima al llanto;
    y siempre enamorada,
    cual estarlo pudiese esposa alguna
    por su esposo olvidada,
    de su pena y su amor arrebatada
    ya escribía canciones a la luna.
    Sin rosal, sin canario, y sin amores,
    su propia historia convirtiendo en cuento,
    templaba sus dolores
    volviendo a oír cantar los ruiseñores,
    gemir la fuente y suspirar el viento;
    y hermosa, rica, perspicaz, honrada,
    sola, triste, benévola, estudiosa,
    poetisa, mujer y abandonada,
    tanto y tan bien lloraba y escribía,
    que de su amor y su dolor retumba
    el eco todavía
    en esta corta y lúgubre elegía
    que se halló en sus memorias de ultratumba.


    V

       - A un canario infeliz porque era mío,
    la inútil libertad le dí insensato,
    a buscarme volvió, pero yo ingrata
    cerré el postigo, y se murió de frío.
       El esclavo que es fiel nos causa hastío,
    amamos al tirano que nos mata:
    siempre es y fue la libertad más grata
    tener presa en otra alma el albedrío.
       Libre correr, para humillar la frente
    cambiando de cadena; he aquí el calvario
    de todo libre ser que vive y siente.
       El hombre, prisionero voluntario,
    dará su libertad eternamente
    por vivir en prisión como el canario.-

     

    FIN DEL CANTO CUARTO Y DEL POEMA DULCES CADENAS


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:42

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Segunda parte





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    Poema en dos cantos



    A mi querida sobrina la Sra. Doña Elvira Yrulegui de García Caballero.

    Te dedico este poemita, escrito a la memoria de A...., porque habrás observado que hace tiempo que acostumbro a poner al frente de muchas composiciones el nombre de alguna persona amada, y es porque, desde que me voy haciendo viejo, sólo sé vivir rodeado de los seres que, como tú, me quieren entrañablemente.





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]Canto primero


    Escribiré mañana



    I

       Del mar junto a la orilla
    está Vega, lugar que, aunque pequeño
    para ser una villa,
    casi es un Londres para ser aldea;
    y allí vive, en el punto más risueño,
    tejiendo y destejiendo Dorotea
    la tela de Penélope de un sueño.
        ¡Pobre niña que aún vive
    con la fe de esas almas tan honradas
    que creen que las promesas son sagradas,
    y un ángel en el cielo las escribe!


    II

       ¡No lo extrañéis, espíritus amantes,
    si veis que el autor llora
    al recordar ahora
    memorias que no tienen semejantes!
       ¡Nos, dicen ¡ay! que el tiempo y la distancia
    sofocan los recuerdos de la infancia!...;
    ¡Yo, al restañar esta mortal herida,
    me olvido de treinta años de mi vida!
       Y es tan cierto, lector, lo que te digo,
    que lloro, aguardo, me sereno y sigo.


    III

       Nuestra, bella heroína
    cumplía quince Abriles aquel año,
    y, lo que es increíble por lo extraño,
    se murió sin saber que era divina.
       Es la sola mujer que he conocido,
    aunque ya soy tan viejo,
    que con aire modesto y distraído
    se peinase de espaldas al espejo;
    y eso que era envidiada
    por todas las muchachas casaderas,
    cuando, admirablemente despeinada,
    llevaba, entre ondas de oro sepultada,
    cubiertas con el pelo las caderas.


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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 11 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:49

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Segunda parte





    [Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo] La historia de muchas cartas


    Poema en dos cantos

    Canto primero CONT.


    Escribiré mañana

    IV

       Creía mucho en Dios, y hasta creía,
    como todas las almas candorosas,
    que Dios suele matar por muchas cosas
    por las cuales yo vivo todavía.
       Severa, cuanto afable,
    honraba de sus padres la nobleza,
    teniendo una belleza incomparable,
    y un alma superior a su belleza;
    y pura, como el día
    que recibió las aguas del bautismo,
    no entendía el misterio de los nombres
    de esas cosas de que habla el catecismo
    que una joven llamó «pecados de hombres».


    V

       Nuestra hermosa de Vega
    a Justo amó; pero le amó tan ciega,
    que ajena de dobleces y de engaños,
    en todos sus quince años
    no pensó ni un momento
    que es una gran locura,
    que nunca tiene en las mujeres cura,
    eso de amar a un hombre de talento.
       Sin poner la virtud en ejercicio,
    todos, todos, de Justo aseguraban
    que ya empezaba a aborrecer el vicio.
    Prudente, aunque no siempre, en sus acciones,
    amaba la moral que profesaban,
    como buenos y cómodos varones,
    los Horacios, los Riojas y Leones.
       Iba por donde han ido
    los pocos sabios que en el mundo han sido;
    y seguía las huellas
    de esos nobles bribones,
    que hablan mal y desprecian sus pasiones,
    que mueren por fin víctimas de ellas.


    VI

       Pero Justo ¿qué hacía
    que prometió escribir a Dorotea,
    y la carta aguardada no venía?
    ¿Qué hacía?- Ni si lo sé, ni él lo sabía.
    Teniendo siempre de escribir la idea,
    se iba el tiempo marchando y no volvía,
    y de este modo Justo y Dorotea
    mientras ella esperaba, él no escribía;
    pues aunque en ansia de escribir ardía,
    en su alma, entre española y mahometana,
    «Pudo más la pereza que la gana,
    y así pasaba un día, y otro día
    diciendo siempre:- escribiré mañana.-


    VII

       Y ¿qué hombre, menos él, no hubiera escrito
    a aquel ser adorable y no adorado,
    viendo en sus ojos el color sagrado
    del vïoleta azul de lo infinito?...



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    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II - Página 11 Empty Re: RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901): I y II

    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Miér 15 Jul 2020, 08:51

    RAMÓN DE CAMPOAMOR (1817-1901)

    LOS PEQUEÑOS POEMAS

    Segunda parte





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    Poema en dos cantos

    Canto primero CONT.


    Escribiré mañana

    VIII

       ¡Gracias a Dios! Con alegría suma
    tomó un día la pluma...
    y después de tomada...
    decidido a hacer algo, no hizo nada.
    Y oíd, tristes cual yo, de qué manera
    se fue pasando una semana entera:
    Lunes; me siento enfermo.
    Martes; ¡es tan mal día!
    Ya es miércoles. ¡Qué sol! La tarde es fría.
    Jueves. ¿Escribo? Escribiré. Me duermo.
    El escribir en viernes me da susto;
    será mucho mejor, a fe, de Justo,
    que mañana que es sábado la escriba,
    y el domingo, que es fiesta, la reciba.
    Y al fin de la semana,
    cuando el domingo llega,
    mientras él con la calma que tenía,
    - mañana escribiré,- se repetía,
    en el puerto de Vega,
    ya presa de mortal melancolía,
    ella decía:- ¡escribirá mañana!-


    IX

       Ya un día entusiasmado
    al papel y al tintero se abalanza,
    mostrando en su semblante alborozado
    la alegre animación de la esperanza;
    y- ¡oh Dios, cuánto la adoro!-
    decía enamorado...
    Y ¿escribió? No señor. ¿por qué? Lo ignoro;
    mas no falta quien crea,
    que no escribió a la pobre Dorotea
    la carta deseada
    porque ¡oh maldad del corazón humano!
    el día aquel se lo estorbó la mano
    de una cierta coqueta retirada.


    X

       Otra vez que, exaltado y medio loco,
    quiso escribir (pero ¿escribió?; tampoco:)
    como un niño pequeño
    se echó enfadado y se durmió tranquilo;
    que es el cansancio material un hilo
    que tira de nosotros hacia el sueño;
    y como a los veinte años que tenía,
    el dormir bien no es una cosa rara,
    ya a más de la mitad del otro día
    dijo, brillando en su apacible cara
    la risa del candor que en Dios confía:
    - Por voluntad del cielo soberana
    mañana podré estar o muerto, o vivo;
    pero, lo que es mañana,
    lo juro por mi honor, o muero, o escribo.-


    XI

       ¡Siempre igual! Esperando la venida
    del mañana maldito,
    ¡cuántas cartas, Dios mío, en esta vida
    debiéndose escribir, no su han escrito!
    ¡Son tantas!... pero ¡tantas!...
    las cartas ¡ay! que sin nacer murieron!
    Y al mismo tiempo ¡cuántas
    sin deber ser escritas, se escribieron!

    FIN DEL CANTO PRIMERO


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 16 Jul 2020, 01:17

    Sólo la edad me explica con certeza
    por qué un alma constante, cual la mía,
    escuchando una idéntica armonía
    de lo mismo que hoy saca la tristeza,
    sacaba en otro tiempo la alegría.


    Certeza absoluta.
    Gracias, Pascual.


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    Mensaje por Lluvia Abril Jue 16 Jul 2020, 01:24

    Aquí estoy, siguiendo los "grandes problemas" en "pequeños poemas". Que paradoja ¿verdad?
    Gracias de nuevo, Pascual.


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