ACTO I . LA DESPEDIDA
(Calle. Un café en el foro con puerta vidriera)
D. ANTONIO, D. LUPERCIO, D. MARIANO |
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Durante esta escena atraviesan de un lado al otro del teatro algunos milicianos nacionales, equipados como de camino, y gentes del pueblo que se supone van a ver salir la tropa. |
ANTONIO | (Saliendo del café) | Salgamos, Lupercio, a ver | lo que pasa por la calle. | |
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MARIANO | Como por aquí no sale | | la columna... |
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LUPERCIO | Quiera Dios | | que a los facciosos alcancen | | y los destruyan. |
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LUPERCIO | Dos mil infantes | | y ciento veinte caballos | | entre tropa y nacionales | | movilizados. |
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MARIANO | Venid. | | que ya es regular que marchen | | en breve. |
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ANTONIO | No tengas prisa. | | Cuando están los oficiales | | tan despacio en el café... | |
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LUPERCIO | Sí. Ahí quedan don Pablo Yagüe | | y don Matías Calanda; | | pero éste un botarate | | que cuando está en una broma | | no oye cajas ni timbales, | | y don Pablo embelesado | | en los ojos de su amable | | Jacinta... |
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ANTONIO | Pues malas lenguas | | dicen que el otro compadre | | gusta también de la niña, | | y si puede desbancarle... | |
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LUPERCIO | Por ahora es el preferido | | don Pablo. Más adelante, | | no diré... Porque en mujeres | | no hay que fiar, y el carácter | | de Jacinta es, en mi juicio, | | más veleidoso que el aire. | |
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MARIANO | Sin embargo, tiene mil | | apasionados, y nadie | | piensa en Isabel, su hermana, | | aunque yo creo que vale | | mucho más. |
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ANTONIO | Mal gusto tienes. | | Ella podrá ser un ángel, | | mas ¡tan callada!... |
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ANTONIO | Sosería. Aquel donaire | | de Jacinta, aquel mirar, | | aquel despejo, aquel talle... | |
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MARIANO | No es menos bella Isabel, | | pero desconoce el arte | | de coquetear y fingir. | | Si yo hubiera de casarme | | con alguna de las dos... | |
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ANTONIO | ¡Eh!, no digas disparates. | |
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ANTONIO | Perdió anoche dos mil reales | | al ecarté, y no me admiro... | |
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MARIANO | No reprobará el enlace | | de su hermana don Froilán, | | pues sufre que la acompañe | | don Pablo, y le dé convites... | |
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LUPERCIO | Como en ellos tenga parte, | | no haya miedo que por eso | | se incomode. Es el más grande | | egoísta... |
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ANTONIO | Es un amigo, | y no debo criticarle; | | mas por no mover un brazo | | morir dejara a su padre | | si lo tuviera. |
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LUPERCIO | Y en todo | | ve peligros y desastres. | | ¡Qué agorero! Otra campana | | de Velilla. |
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ANTONIO | Eso lo hace | | por disculpar su egoísmo. | | Ya se ve, cuando a los males | | no hay remedio, es excusado | | que los médicos se cansen. | |
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MARIANO | ¡Antonio, ten caridad! | | Y nosotros, paseantes, | | y ociosos de profesión, | | ¿qué hacemos en este valle | | de lágrimas? |
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ANTONIO | ¡Eh!... Nosotros, | | aunque somos holgazanes, | | servimos de algo en el mundo. | | Acreditamos a un sastre, | | alegramos las tertulias, | | sostenemos los billares, | | y brindamos en la fonda | | por las patrias libertades. | |
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LUPERCIO | A propósito, ¿estarán | | almorzando hasta la tarde? | | Pero ya sale don Pablo... |
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