V: SONETOS : INTRODUCCIÓN - HISTORIA - ESTRUCTURA POÉTICA - SELECCIÓN DE SONETOS EN CASTELLANO

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

8.

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DE MURMURIOS DE LA SELVA  


  Dejó en Tesalia un cazador garrido,
bajo al móvil sombra de un manzano,
a su hijo, mientras va por monte y llano
una perdiz siguiendo hasta su nido.



  Al volver, ¡oh dolor!, le ve ceñido
por las espiras de dragón tirano;
¡era padre!, al carcaj llevó la mano,
trémulo el brazo, el corazón transido.



  La flecha embebe al arco; y con tal arte
la fuerza mide y el impulso pesa,
que tan sólo al dragón, certero, hiere.



  Así Dios el socorro nos imparte
cuando nos mira del infierno presa;
y vive el hombre y la serpiente muere.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

9.


JUEVES SANTO


Bestia cruel, Satán: ¿en un bocado?...
¿en un bocado -¡ah, pérfido!- aseguras
a estas dulces y cándidas criaturas
que todo un Dios se encierra? ¡Mal pecado!



¡Ay, que perdieron su feliz estado
por darte oído! ¡Cuántas desventuras!
¡En vez del néctar, liban amarguras!
¡En vez del cetro, empuñan un cayado!



¿Y esto por siempre? ¡No! La hora suena
y asoma Aquel que, Fruto de la fruta,
del caído hombre la mejilla bese;



quien, al cenar la postrimera cena,
«Este es mi cuerpo», dice: el pan trasmuta...
¡Y dioses somos aunque mal te pese!

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

10.


EN LA PARASCEVE


Dicen que el Tracio fue tan inspirado
poeta, que al tañer su blanda lira
llevaba en pos de sí (¡dulce mentira!)
la selva, el arroyuelo y el collado.



¡Vate, no tú, por vates sublimado!
Aquel cisne divino cuando expira
el sí, por más que el báratro conspira,
se atrajo el universo consternado.



Al resonar su postrimer acento,
despierta el mar y airado se incorpora
enviando a las estrellas su lamento;



el Infierno sus pérdidas deplora;
treme la Tierra en su hondo firmamento,
y en luto el cielo con los astros llora.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

11.


EL RÍO

¡Salve, deidad agreste, claro río,
de mi sueño natal lustre y decoro,
que resbalas magnífico y sonoro
entre brumas y gélido rocío!



Es el blanco nenúfar tu atavío,
tus cuernos de coral, tu barba de oro,
los jilguerillos tu preciado coro,
tu espléndida mansión el bosque umbrío.



Hiedra y labrusca se encaraman blondas
y enlazan por cubrirte en los calores
con campanillas y rizadas frondas;



te dan fragancia las palustres flores;
y al zambullirte, tus cerúleas ondas
ensortijan los cisnes nadadores.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

12.


EL PAPALOAPAN


Escucho aún tu plácida quejumbre,
gigante río. ¡Límpida guirnalda
tu sien orne y del médano la falda
ciñas con aparente mansedumbre!



Del sol hermoso la divina lumbre
retrátase en tu linfa de esmeralda
y en ti se vea tinta de oro y gualda
del Citlatépetl la nevada cumbre.



De tus riberas el papayo rico
la poma ostente en nido de verdura
del tordo herida por el rojo pico



y mézclanse tus palmas en la altura
blandamente agitando el abanico
que al dulce Tlacotalpan da frescura.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

13.


LA PEÑA MAJESTUOSA


De un monte el dorso ríspido y serrado
tiene por trono, y la escarpada cumbre;
se corona en laurel, y su techumbre
las nubes son y el éter azulado.



Por cetro empuña verde y arriscado
monolito de enorme pesadumbre;
las colinas su regia servidumbre
son, y su imperio el valle dilatado.



Se embebece mirando en el bruñido
y líquido cristal su faz severa,
su airoso porte y ademán temido.



Y su música dulce y placentera
son el trueno del rayo y el graznido
del águila salvaje y altanera.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

14.


EL INVIENO EN JALAPA


Luchan el cierzo y austro; leve bruma
el valle, el monte y el zafir empaña,
y rumoroso sus arenas baña
inquieto el mar con irisada espuma.



En grupos, balador y ágil, trashuma
el rebaño o se llega a la cabaña,
donde no lejos de un rival, sin saña
sacude e gallo la mojada pluma.



Y arrástranse las nubes con sublime
susurro en el pinar. ¡Cuánta belleza
la blanca, tenue luz al cuadro imprime!



Y del invierno acrece la rudeza
la lluvia pertinaz, que el alma oprime
con infinita y plácida tristeza.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

15.


LA CUMBRE (*)

¡Soledad y quietud! Monte y más monte (A)
de verdes tilos, álamos y abetos;(B)
grandes peñascos húmedos y escuetos (B)
sin raudales, sin cielo ni horizonte.(A)

No hay alondra que el rigor afronte (A)
del crudo frío en los salvajes setos; (B)
y el negro buitre y céfiros inquietos (B)
se alejan antes de que el sol tramonte.(A)

Y los robles, calada la capucha (C)
de liquen, aunque el cierzo los azota, (D)
mantienen con el sol eterna lucha. (c)


(*) En 5 o 6 fuentes consultadas, hemos encontrado La cumbre como un poema de 11 versos con la estructura rítmica que marcamos: Dos cuartetos y un terceto.

Tenemos la impresión, quizás errónea de que faltaría el primer terceto. Es insisto, solamente un impresión.

Lo dejaré tal cual y si lo encontrara, lo corregiría.

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JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

16.

MIÉRCOLES DE CENIZA

"Nimium ne crede colorí" ( VIRGILIO)

¡Cándido lirio, rosa de escarlata,
Negro heliotropo, mística violeta,
Del candoroso Adán la prole inquieta
Cual al vivo en vosotros se retrata!

Vístase aquel sus pétalos de plata,
Éste, enlutado, siga al gran planeta,
A una por vana, a la otra por secreta,
Un soplo frío a todos hiere y mata.

Si flor por flor solícito examino
A la escarcha primera, en sus despojos
Halo el mismo color e igual destino.

Y vuelto a mí conozco mis arrojos,
Palidece mi faz: la frente inclino,
Y dos lágrimas ruedan de mis ojos.

Veamos, querida Lluvia. Ramón García González recoge trece sonetos. Concretamente hasta LA PEÑA MAJESTUOSA. He encontrado aparte el poema LA CUMRE de tan sólo 11 versos (y que así se repite en varias fuentes; teniendo yo mis dudas. Intentando resolver las mismas encuentro una ANTOLOGÍA de unas 160 páginas. Tienes que esperar, pues. Lo que encuentre - caso de MIÉRCOLES DE CENIZA- debo pasarlo a mano. Voy por la página 30. Y conoces los motivos por lo que voy más despacio de lo habitual. Descansa, por tanto, que ya te aviso.

Lo que tú no encuentres no lo encuentra nadie. Por supuesto espero lo que sea necesario, así que adelante y disfrutaremos de tu trabajo mientras tanto.
Besos.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

17.-

AL ENTRAR EL INVIERNO

El crudo Norte con su aliento frío
Va el llano poco a poco despojando
De su hermoso verdor, y deshojando
El tierno sauz del vaporoso río.

¿En dónde pacerás, rebaño mío.
Causa inocente del tormento infando
Que sufre el corazón? ¡Ya estás balando
Y aun no se cuaja el matinal rocío!

...Ya sé lo que he de hacer. La hierba fina
Que ajironada flota en la laguna,
Tu alimento será; copuda encina

Te abrigará a sus pie; y en la importuna
Noche fría, mi avena peregrina
He de tañer al rayo de la luna!

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JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

18.-

AL LLEGAR EL VERANO

"Solstitium pecori defendite: jam venit esta" (Virgilio)

¡Montes ceñidos de verdor eterno
Por la mano de Dios; fuentes sonoras,
Que os deslizáis en linfas bullidoras
Lamiendo la raíz del pobo tierno!

¡Madroño, que retoñas sempiterno;
Y tú, cantueso, que los campos doras
Coronado de espigas brilladors
En verano lo mismo que en invierno!

¡Mirad! Ya enturbia la calina ardiente
Las tibias auras, y ligero nace
Sangriento el sol cual globo incandescente;

Enflaquecido mi ganado pace
La grama seca; y su balar doliente
Me presagia un funesto desenlace.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

19.-

AL CAER LA TARDE

Van en tropel cruzándolos bermejos
Celajes el espacio; la campaña
Pueblan las sombras; y los riscos bala
Tardo el sol con los últimos reflejos.

En medio, Laudo, a los copudos tejos
Que sombríos coronan la montaña,
Descansa Filis, cuya la cabaña
Fue que en ruinas vislumbras no muy lejos.

Aquella claridad que surge ahora,
Ciñendo el mar, de céfiros ladrones
La hueste que perfumes atesora.

Y este plañir tena de los alciones,
¡Cuánto agradaban, cuánto a mi pastora!
¡Apiádate de mí!...¡No me abandones!...

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

20.-

EN MAYO

¿Ves, Salicio, rodar en la cascada,
Copo tras copo de rojiza espuma?
¿No sientes que el oído nos abruma
El fragor que retumba en la hondonada?

Fija en el cielo ahora tu mirada
Desde ayer enturbiado por la bruma,
Y mira que el halcón de roja pluma
Revuela con la cola desplegada.

Ya triscan los cabritos; el ganado
Con la pezuña escarba en las praderas
Y husmea el viento de agua saturado.

Oye, Salicio, un ojo a mis corderas;
Viene la lluvia, y de por fuerza o grado
Voy a cubrir del chozo las goteras.

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JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

21.-

¡DÉJAME AQUÍ PASTOR!...

¡Déjame aquí pastor!... Sí, amargo celo
Mi lengua traba, el corazón devora;
Déjame aquí... ya viene la pastora
De ojos rasgados de color de cielo.

Déjame aquí, pastor; este consuelo
No me niegues, que llega la traidora
Y … nunca, si mi suerte no mejora,
Tornarás a mirarme en este suelo.

¿Qué es esto? ¿Qué queréis ovejas mías?
¡Lejos de aquí!...mi látigo... a los cerros
Id, no hay sal ni tolero demasías.

¿Baláis? callad: ¡estoy para cencerros!
Tomad e idos a balar impías...
¿No escuchas el ladrido de sus perros?

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

22.-

OYE, PASTOR: INÚTILES TUS QUEJAS...

Oye, pastor: inútiles tus quejas
Serán si diligente no procuras,
Saliendo de este bosque, a las llanuras
Conducir tus raquíticas ovejas.

¿No miras que sus Cándidas guedejas
Quedan prendidas en las zarzas duras,
Y que a llamar en vano te apresuras
Si el negro lobo asoma las orejas?

Sabemos bien que Fiiis, la inconstante,
Tus esperanzas burla... mas... innoble
Parece que el ganado muera errante.

Leandro, tu rival, mientras inmoble
Las aguas ves correr, canta triunfante
Con tu pastora bajo el fresco roble.

Como sé que pasarás por Julio Herrera y Reissig y por Poesía místico - religiosa la siguiente nota

"Bien. Según valoración de la Oftalmóloga que viene revisando mi vista debo seguir has revisión, a finales de septiembre sin hacer esfuerzos con el Ojo izquierdo. El derecho lo perdí hace ya años.

A finales de septiembre pasaré por los SALMOS, en los que tanta ilusión había puesto, y diré si puedo o no continuar con ellos.

Esta advertencia sirve también para mi contribución en JULIO HERRER Y REISSIG."

debería servir también para los sonetos que faltan de Joaquín Arcadio Pagaza. Pero no me siento capaz de tirarlo todo por la borda. Seguiré pasando los sonetos que faltan. Usaré la LUPA  e iré despacio. Solamente que tardaré un poquito. Abusaré de tu paciencia, querida amiga. Y de la paciencia de los que pasen por aquí.

Gracias.

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JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

23.-

MI COLOR TE DESPLACE: SOY MORENA...

"Vaccinia nigra leguntur" ( VIRGILIO )

Mi color te desplace: soy morena.
¿Qué quieres? en las selvas fui nacida;
Y en cuidar mi rebaño, entretenida
Paso el día, de afeites siempre ajena.

Si el aire de pastora me condena
Ante tus ojos, si otra te es querida,
Dichosa más que yo, bien de mi vida,
Déjame a solas devorar mi pena.

...Más no. Si de Moisés Séfora hermosa,
Siendo etiopisa, el corazón alcanza;
Y el mismo Salomón llamó su esposa

A Sabá ( y era negra), en lontananza
Vislubro que mirándome graciosa
Tornarás dando el lleno a mi esperanza.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

24.-¡CUÁNTO ME AGRADA, FLÉRIDA...

¡Cuánto me agrada, Flérida, el ruido
Pausado que hacen al tronzar mis vacas
Entre las hojas del encino opacas,
Los tallos dulces del llantén crecido!

¡Cuánto me agrada, Flérida, , el silbido
Del viento, si sacude mis barracas
O se columpia y trisca en las estacas
Del viñedo que un año no ha cumplido.

Y el canto de las aves, y el acento
Del riachuelo llorón que necio lidia
Con las peñas que baña con su liento.

Flérida, hermana, ¡ cuánto me fastidia
La corte, y cuánto acá moro contento
Sin oír los murmullos de la envidia!

Voy a intentar hacer lo imposible por terminar con este autor en breve tiempo. Ya veremos, pues no lo tengo fácil. Y menos con un ordenador que se come de la a á la z, pasando por la m....y con un tabulador que no funciona.

Y mientras tanto, aquí estoy disfrutando de tu trabajo ¿Has visto qué cara tengo? jeje.
Hay materia suficiente así que, no te preocupes y tienes todo el tiempo que necesites.
Gracias y besos.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

25.- ¡QUIÉN ME DIJERA AYER, UNDOSO RÍO...

¡Quién me dijera ayer, undoso río,
Cuando amarraba alegre mi barquilla
De aquese roble, que tu verde orilla
Quemar debiera con el llanto mío!

¡Quién me dijera que el infiel desvío
De aquella ingrata que mi honor mancilla,
Débil mi voz, temblante mi rodilla
Me arrojara a tu borde y soto frío!

Enfermo ahora, pobre, sin ovejas,
Sin hogar ni rabel, en hondo duelo
A importunarte vengo con mis quejas.

¡Tiempo voluble!... Entonces, sin recelo
En tus frígidas ondas y bermejas
Veía balancear el claro cielo.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

26.- QUISIERA, DELIO, QUE EN AQUELLA ALTURA...

Quisiera, Delio, que en aquella altura
Donde perenne trisca el cefirillo,
Un cipresal en verdinegro anillo
Guardara plañidor mi sepultura.

Y que en la tarde henchido de amargura
Vinieras tú pulsando el caramillo,
A despartir adelfas y tomillo
Este lamento dando al aura pura.

"¡Ah, pobre Alcino!...Ni la negra suerte
Domó tus bríos, ni la falsa gloria
Avasalló jamás tu pecho fuerte.

¡Viviste sin vivir!... Tal es tu historia.
¡Descansa en paz! y mira que la muerte
No ha logrado robarme tu memoria."

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS PASTORILES

27.- UN PASTOR AUSENTE

De airoso roble en la corteza dura
Grabé tu nombre con dolor infando;
Y vacilante sobre el césped blando
Tus huellas busco y en la selva oscura

Cabe la fuente que a mis pies murmura.
La ve primera te miré lavando
Tu bellos rostro: pálida, llorando.
De mí te despediste en esa altura.

Hoy de ti, dulce joven y querida,
Me separan los negros anchos mares...
¡Virginia! por piedad, ¿ dónde eres ida?

Ven, ven acá, de mí no te separes.
Mira que estoy cercano a dar la vida
En fuerza de tan hórridos pesares.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS VARIOS

28.- EN LA MUERTE DEL SEÑOR PIO IX

"In nidulo meo moriar; et sicut Phoenix
multiplicabo diez meos." JOB.

En triste hoguera por el sol prendida
Único el Fénix se consume fuerte.
Sabiendo por instinto que la muerte
Es artificio de alargar la vida.

Voraz la llama apenas extinguida.
Joven renace en su ceniza inerte;
Y por eso quizá su triste suerte
es muy más envidiada que temida.

Así de pedro el sucesor anciano:
Afligido de antiguas herejías
Trueca en pira su nido, el Vaticano.

Pero al morir, de sus cenizas frías
Renace como el Fénix soberano,
Y multiplica sus gloriosos días.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS VARIOS

29.- EN TENANGO DEL VALLE

"Deus nobis haec otia fecit" VIRGILIO

Tímida, insomne, apenas abrillanta
La aurora el bosque, y de colores suaves
Los cielos tiñen, al canto de las aves
Inmolo en templo humilde la Hostia santa.

Sigo y persigo con ligera planta
Mis greyes, libre de cuidados graves:
Me da su sombra, en vez de ricas trabes,
Un roble que hasta el éter se levanta;

Delia su luz; los árboles sus pomas;
El arroyuelo que a mis pies murmura
Sus cristales; las flores sus aromas;

Y el cefirillo inquieto, en la espesura
Compite en el gemir con las palomas
Y me regala ensueños de ventura.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS VARIOS

30.- ES AGRACIADA Y NOBLE, Y NO LE ARREDRA...

"Et de petra, melle saturaviti eos." (Salmo LXXX)

Es agraciada y noble, y no le arredra
A Diana, cuando Febo se avecina,
Con temblosa diadema y peregrina
Ceñir la frente de la humilde hiedra.

Y en el abra negruzca de la piedra
La abeja esconde su fragante mina;
Y el fruto ostenta la silvestre encina,
De vid dorada que a su abrigo medra.

Tú, Dios eterno. Espíritu fecundo
Que haces brotar de mieles el tesoro
Del seno de la roca infecundo,

Darme quisiste, en vez de plata y oro,
Para atenuar mis penas en el mundo
Avena grácil y rabel sonoro.

Aquí, acompañando tu gran esfuerzo, el mismo que se agradece, amigo mío.
Besos y buen día.

SIGLO XIX

JOAQUÍN ARCADIO PAGAZA

SONETOS VARIOS

31.- A UNA FLORECILLA

¡Humilde flor! Ninguno tu corola
Admira blanda y de gentil decoro,
Ni tus estambres saturados de oro,
Ni tu perfume suave de vïola.

Naces y mueres retirada y sola;
Te aduerme joven el malvis canoro;
Y en tu muerte la aurora de su lloro
Deja en tus sienes trémula aureola.

Amiga flor, en tu purpúreo seno
Recoge y guarda el llanto que gotea
De quien, cual tú, vegeta en suelo ajeno.

¡Cuándo querrá la suerte que te vea
De mi cabaña en el umbral sereno
Y en el ejido de mi dulce aldea!