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    Pascual Lopez Sanchez
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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 11 Nov - 17:52

    APPS


    8.- LYDIA NOGALES.

    Si alguien lee la biografía que hemos puesto en el autor nº 6 de esta ANTOLOGÍA, RAÚL CASTRO, seguro que se preguntará , ¿qué necesidad hay, de traer aquí a esta autora...?


    No traerla significaría desconocer la trayectoría poética de EL SALVADOR durante la mitad del siglo pasado.

    El artículo que sigue creo que es suficientemente esclarecedor... Y la poesía de una gran belleza y calidad... Si lo leéis, vosotros diréis...


    Este artículo versa sobre letras salvadoreñas. No es ni quiere hacer ciencia literaria. Solo ensaya resumir los hechos principales sobre el caso de Lydia Nogales, proponer una lectura, y, con base en ella, adelantar alguna hipótesis que pueda apuntalar otros trabajos más detenidos.
    El "affaire" Nogales no ha sido abordado con hondura. Es más, de no ser por la recopilación historiográfica, basada en los periódicos de la época, hecha por Juan Antonio Ayala en su libro Lydia Nogales, un suceso en la historia literaria de El Salvador, poco se sabría sobre este acontecimiento que conmocionó a la sociedad en la década de los 40.
    El temor a romper con estereotipos culturales ha sido un cerco imposibilitante para entender fenómenos que, como el de Lydia, quiebran los cánones de una sociedad en extremo conservadora, masculinista, falocrática. En ese sentido, este artículo -que debió salir en 2007, al cumplirse 60 años del nacimiento de la poetisa, pero que no obtuvo las circunstancias propicias-, quiere también contribuir a desentelarañar esos estereotipos, tan nocivos a la hora de entender el fenómeno humano y el fenómeno de la creación artística.
    El texto tiene cuatro partes. Con base en el libro de Ayala, en la primera se hace una exposición comprimida de los momentos más sobresalientes del caso. En la segunda, se ofrece una rápida revisión de los más importantes procesos implicados en la construcción de personajes literarios. En la siguiente, se propone una hipótesis, un intento de explicación a la naturaleza de Lydia Nogales y al proceso de su gestación. El texto finaliza con algunas reflexiones conclusivas que este suceso singular permite extraer, tanto sobre la naturaleza humana en general como sobre la de muchos hombres y mujeres que, en diversos campos de la cultura, se dedican al trabajo creador.

    1.  LOS HECHOS
    El domingo 22 de junio de 1947, en la página Patria de las letras del diario La Tribuna, apareció un magnífico soneto: Holocausto. Lo firmaba Lydia Nogales e iba dedicado a Claudia Lars, poeta de entonces 49 años, ya con carrera y oficio:


    HOLOCAUSTO 


    Luz que en la soledad madura el hielo.
    Cauce de sed y curva que se inicia.
    Imán de perfección, que alza y propicia
    el faro inaccesible de mi anhelo.

    No sé si, en mi holocausto, el goce es duelo,
    dardo que hiere
    o ala que acaricia...
    ¿Vértice de la luz? ¿Alba novicia
    tatuada de horizontes para el vuelo?
    Ardiente en la raíz; mí son intacto
    filtra un claror de lámpara futura
    en cada espina del rosal abstracto.

    y en vértigos de abismos y de altura,
    se me quema el dolor, sellando el pacto
    de la ceniza con la brasa pura.



    El soneto no pasó inadvertido: primero, porque en su título se coló un gazapo y, en lugar de Holocausto, el título predicaba Olocausto; segundo, porque la factura de los versos era perfecta en contenido y forma; tercero, porque iba acompañado de un entusiasta artículo de Hugo Lindo: Garganta lírica de Lydia Nogales, que introducía a la nueva poetisa en el mundo lírico nacional; y cuarto, porque en el ambiente literario surgía una pregunta: ¿quién era esa dama desconocida, que no solo daba muestras ostensibles de dominar el oficio poético, sino que, además, osaba dedicarle el soneto a Claudia Lars, dueña y señora ya de un sólido lugar en la poética salvadoreña?
    Antes de la publicación, Hugo Lindo había recibido, desde Santa Ana, el soneto Holocausto, con una carta adjunta en la que Lydia, a quien no conocía, le pedía apadrinarla en ese primer lanzamiento que ella iba a hacer en la compleja alberca de las letras. Por supuesto que Lindo, habiendo aquilatado los versos, no solo accedió. También le despachó una sólida afirmación: "Usted no es una de esas niñas a quienes les da por hacer versos. De Usted nacen ya completos, tallados, pulidos". Con tamaña expresión, el riguroso hombre de letras que Lindo era daba un robusto apoyo a la naciente poeta. Semana y media después, el domingo 3 de julio, tres nombres de fuste en las letras de entonces -Alberto Guerra Trigueros, Manuel José Arce y Valladares, y de nuevo Hugo Lindo- saludaban, en página completa, la aparición de Lydia Nogales. La intriga creció. ¿Quién sería aquella mujer "madura, perfecta, fina, maestra en la inquisición de la verdad, en el temblor de la emoción, en el tallado del verso.Como si Lydia hubiera querido dar respuesta a la curiosidad creciente, Arce y Valladares recibió de ella un tríptico -Danza de las horas- y un retrato. Los tres sonetos eran también de singular factura, y Patria de las artes los publicó el domingo 13 de julio.


     El signo de partida…pero ¿cuándo?
     El vuelo inexorable…pero ¿cómo?
    Todavía mis alas son de plomo
    y el que espera mi arribo, está
    [Esperando...
    Así como quien ríe, así cantando
    la parte inútil de la vida tomo.

    Si algunas veces al jardín me asomo,
    mi savia dulce
    a los rosales mando.
    Porque que la hora es oportuna,
    tendida al sol, al viento y
    a la luna,
    aguardo las señales milagrosas...

    y ante el frágil temor de la partida,
    entretengo el engaño de la vida
    sembrando estrellas y tejiendo rosas.


    II
    Tejiendo rosas y sembrando estrellas...
    Pero el engaño a la visión se junta,
    como son, en el alba que despunta,
    claros los tintes y las sombras bellas.
    En este deshilar de mis querellas

    se enreda entre mis manos la pregunta:
    ¿quién
    me dio la canción? ¿Qué voz me
    [apunta
    el buen camino y las doradas huellas?
    Yo ignoro si esta lámpara que arde
    - lámpara triste de una luz cobarde -
    alumbrará mi hielo en el vacío...

    Sólo que, tendida al sol y al viento,
    sobre la danza de las horas siento

    que aún canta la ilusión, y el canto es
    mío.

    III
    El canto es mío y la ilusión aún canta...
    Pulso en mis venas y en mi sed espuma.
    Anhelo vertical, que resta y suma

    el grito que del barro se levanta.
    y el plomo de mis alas no se imanta ...
    y un doble afán de transparencia y
    [bruma

    cristaliza mi voz, cuando rezuma
    humedad de silencios mi garganta.

    El canto es mío... ¡Sombra luminosa,
    red para la nocturna mariposa

    que, en delirios de sol, la llama espera!
    ¿Cómo partir si el vuelo me intimida?
    No sé. Pero yo ensayo la partida
    poniendo
    a la ilusión alas de cera...

    El retrato de Lydia adjunto al tríptico mostraba a una mujer mestiza, de origen provinciano y de unos veinticuatro años. El pelo: negro, abundante, grueso; la cara: blanca y larga; la frente: amplia y abultada; la nariz: firme; los ojos: limpios, expresivos; las cejas: breves; los labios: finos, abiertos con reticencia  como forzados a sonreír. Raúl Contreras, poeta también de vocación y oficio, vinculado a Patria de las artes y las letras, le informó a Hugo Lindo que todos aquellos sonetos y otros que fueron llegando -La dama gris, La inesperada -, más la foto en cuestión, pertenecían a una joven mujer, ahijada de la madre de un conocido profesional santaneco, cuya identidad él, Contreras, conocía bien, pero que, a pedido del hombre, mantenía en reserva. Días después llegó Penumbra, poema en versos eneasílabos en el que Lydia mostraba más de su conocimiento del verso y de la figura literaria.
    La hermana sin nombre, la hermana
    que cruza por todas las sendas,

    me dijo una vez que la carne
    jamás se convierte en esencia,
    que solo el espíritu logra
    subir a la altura que sueña,
    que en cada dolor escondido
    enciende su llama una estrella,

    que el puro cristal del estanque
    en ondas rizadas se quiebra
    si, bajo la umbría del bosque,
    las hojas tempranas lo besan,
    que hay días cuajados de sombras
    y noches que ciegan.

    La hermana sin nombre, la hermana
    que tiene las manos de cera,

    me dijo que, al son de la lluvia,
    deliran las rosas enfermas,

    que el viento, la nube y el rayo
    se buscan, se tocan, se incendian,
    que el río que pierde su cauce

    al fin del camino lo encuentra,
    que en todas las cosas se oculta
    un alma divina y eterna,

    que hay algo mejor que el olvido:
    la fría quietud de la piedra,

    que el agua dormida del charco
    ignora la sed de la arena,

    que solo palpita en la forma
    la luz pasajera.
    La hermana sin nombre, la hermana
    que todo lo afirma y lo niega,

    me habló de una fuente imposible
    que calma las bocas sedientas;
    me habló de los ojos sin lumbre,
    mehabló de los pasos sin huella,
    del ascua tornada en cenizas,

    del pálido beso que hiela,
    de un alba nocturna que sólo
    las claras pupilas contemplan,
    del grito interior, de la lágrima
    caída en la tierra.

    La voz de la hermana sin nombre
    los párpados rojos
    me quema;
    mis manos, teñidas de luna,
    como alas de pájaro tiemblan;
    atada al silencio, mi boca

    la loca pregunta me sella:
    ¿qué sigue después de la angustia?
    ¿quién traza su signo en la niebla?
    ¿en dónde se apaga la vida

    y en dónde la Vida comienza?
    Detrás del telón invisible,

    ¿hay alguien que espera?
    La hermana sin nombre, la hermana
    de leve contacto de seda,

    la hermana que todo lo sabe,
    no sabe decir su respuesta.
    Un eco de música triste
    empaña el azul de la ausencia;
    un fino tic-tac en la sombra
    empuja las horas que ruedan.
    ¡Prisión que retiene mis ansias!
    ¡Pavor de la noche que llega!

    No veo a la hermana sin nombre,
    Pero ella está cerca...

    ¡La aurora, la aurora, la aurora!
    Sentí que se abría una puerta…

    Ante versos de esta talla e intensificada la intriga sobre la identidad de Lydia Nogales, la reacción de la gente de letras no esperó más. Ya alguien había insinuado, sotto voce, que, siendo Lydia una completa desconocida en los círculos literarios de entonces, bien podía ser ella una invención de Hugo Lindo. Solo hasta el martes 15 de julio, en la columna Cada día, Benjamín Guzmán escribió el primer comentario calzado con nombre y firma. Aunque admitía la existencia de un "verso puro de toda pureza:", Guzmán se mostraba escéptico respecto de la existencia real de la poetisa.
    Tres días después, aparecía, en La Tribuna, el artículo de Luis Gallegos Valdés: Lydia Nogales: un infundio literario. En él, su autor sostenía que Lydia era una tomadura de pelo. Como autores de la broma señalaba a Lindo, a Manuel José Arce y Valladares, a Raúl Contreras y a Alberto Guerra Trigueros. Tras una amplia digresión, el artículo de Gallegos Valdés terminaba diciendo: a) que, salvo el profesional desconocido, amigo de Contreras, nadie conocía a Lydia; b) que el retrato podía ser un montaje o retoque; c) que los versos de Lydia no eran extraordinarios ni novedosos; d) que Lindo y Arce y Valladares tenían capacidades suficientes para urdir una broma como la que, con toda seguridad, era Lydia Nogales.
    Con tales apreciaciones, el artículo de Gallegos Valdés partía en dos el erial y surgían el nogalismo y el antinogalismo, que iban a ocupar espacios en el debate literario de entonces. Opinones fueron, opiniones vinieron. El suceso trascendió las fronteras salvadoreñas. Se habló de Lydia en Centroamérica. Llegó a decirse que era guatemalteca y se señaló a Olga Martínez Torres como la verdadera Lydia. Los versos de la poetisa llegaron hasta España, Argentina, Perú ...
    Otros nombres fueron siendo señalados aquí como posibles autores del infundio, entre ellos Quino Caso y Serafín Quiteño, por los constantes viajes de fin de semana que este último hacía hasta Santa Ana. Indignado por tal señalamiento, Quiteño reaccionó casi de modo furibundo, y el 12 de agosto de 1947 declaró: "Por muy atractiva y temperametal que sea Lydia Nogales, no me agrada que se me confunda con ella". Fue entonces cuando un nuevo suceso vino a tensar más la intriga: el 14 de agosto, en La Tribuna, juanita Soriano, poetisa e intelectual de la época, publicó: "¡Yo he visto a Lydia Nogales!" Acompañaba su texto con una nueva foto de la poetisa. El avispero ardió. Juanita Soriano, en la primera parte de su artículo, luego de ir descartando -por comentario de estilo- a cada uno de los poetas señalados como autores del infundio, primero -y apoyada en el juicio de otra poeta: Elisa Huezo Paredes-, sostenía que Lydia debía ser una mujer. Tenía que ser mujer. "iNo puede ser un hombre! iEscribe como mujer! ¡Es tan femenina...!", había dicho Elisa." Segundo, afirmaba unas intuiciones más hondas de lo que ella quizás pensó en su momento: “... Lydia Nogales encarna una presencia singular venida de otros mundos... Para mí es secundario si Lydia Nogales resulta ser Raúl Contreras, Guerra Trigueros, etc., un grupo de poetas salvadoreños, o ninguno. Existe una realidad: sus producciones. Los poemas, al menos son innegables, y oro de buena ley".? Así, juanita Soriano afirmaba la existencia de Lydia Nogales, su naturaleza femenina y la tersura de su poesía, propia del verso escrito por mujeres.
    En la segunda parte de su artículo, a ratos críptico, en un texto donde la realidad y la ficción se entretején con toda evidencia, afirmaba haber haber estado ante la Alondra del Lamatepec, como llamó a Lydia, una muchacha convaleciente de grave enfermedad. Dijo haber tocado su brazo, hablado con ella. Y afirmó la existencia de razones poderosas para reservar el secreto sobre la identidad de la poeta. ¿Qué razones pudo tener para esta actitud?
    Claudia Lars, por su parte, residente entonces en Estados Unidos, sabedora de que Lydia le había dedicado Holocausto, y después de haber urgido a juanita Soriano detalles sobre la nueva poetisa, no solo le correspondió con otro soneto, sino que, además, queriendo contrarrestar opiniones que proclamaban una relación adversa entre ella y Lydia, el 22 de febrero de 1948 declaró en La Tribuna: "Lydia Nogales vive y vivirá para siempre en sus magníficos sonetos. Ya tomó, definitivamente, en nuestra poesía (y también en la poesía de América), el puesto que le corresponde por virtud de su verso. ¡Tonto es aquel que me imagina su resentida rival! En el campo del arte verdadero (y yo también entré a ese campo descalza y reverente), no hay rivales ni competidores. Hay inspiración, belleza, mensaje de lo divino y de lo oculto, luz ancha o pequeña para esta terca noche del mundo. Así lo creo desde el fondo de mi corazón. Así quiero que lo sepan mis compañeros de letras Con estas palabras, Claudia Lars no solo despejaba los rumores sobre una relación negativa entre ella y Lydia: reconocía, además, la realidad y la talla de esta nueva voz en la lírica femenina nacional y universal. Embelesada por la misteriosa realidad de Lydia, expresó así su actitud ante la poeta:
    Niña de la palabra de agua pura.
    Abierta rosa, repentina y leve;
    hermana soledad, color de nieve,
    cambiando en llama viva su blancura.

    Estoy aquí, con tu inicial dulzura,
    con tu edad sin ayer, perenne y breve;
    y en cielo interno que tu voz conmueve,
    alzo la palma de virtud y altura.

    Dando mi abeja de oro, mi uva densa,
    fui por la sangre de la tierra inmensa
    sufriendo la pregunta y el latido.

    ¿Alumbra en la ceniza lo que ha muerto?
    i Extraña novia del amor despierto,
    yo soy la amante del amor dormido!

    El caso de Lydia creció tanto que ocupó, durante varias semanas, las primeras noticias de La Tribuna. Varios poetas nacionales y de otros países -Carlos da Silveira Martins Ramos, de Brasil; Oiga Martínez Torres, de Guatemala; Nicanor San José, de España; José Luis Silva, de El Salvador, entre otros- le dedi caron versos. Críticos salvadoreños, como Alberto Guerra Trigueros y Belarmino Suárez, desarrollaron planteamientos teóricos y llegaron a hablar del nogalismo como de un nuevo movimiento literario. El nogalismo y el antinogalismo tomaron cuerpo como actitudes estéticas y como foro de discusión. Grupos de intelectuales partieron hacia Santa Ana, a buscar a Lydia, pues se decía -sobre todo con base en las afirmaciones de Juanita Soriano- que se trataba de una muchacha que, aquejada de una grave enfermedad, convalecía en algún lugar de las faldas del volcán Lamatepec. Nunca la hallaron.Sin embargo, un hecho era claro: sin haber revelado su identidad, pero ya con una innegable estatura literaria, Lydia Nogales había remecido y remozado el mundo literario de entonces. Y el largo secreto sobre ella siguió guardado aún durante algunos años, hasta que Hugo Lindo, en una conferencia dicha el 3 de noviembre de 1954 en el salón de honor de la Universidad de Concepción, en Chile, expresó: "Piensa mal y acertarás', reza un consejo cínico. Hubo unos certeros mal pensados que pusieron en beneficio de inventario la existencia real de Lydia Nogales. Se decía que sus versos eran, ya de Raúl Contreras, ya de Serafín Quiteño, ya de Alberto Guerra Trigueros, ya nuestros. Hubo una inquietud que recorrió la médula de todo el país. Se interesaban en el problema los mercaderes de abarrotes, los sastres, las niñas estudiantes, los políticos... No había día en que alguien no tratase de sonsacarnos el misterio. Pero nosotros estábamos metidos de buena fe en el negocio. Ni sospechábamos siquiera. Incluso nos dolía que espíritus negativos, tratasen de echar por tierra, como un mito, la hermosa realidad que se presentaba en el panorama de nuestra poesía. Después lo supimos todo, absolutamente todo; pero juramos no revelarlo, y no lo revelaremos. Sólo podemos afirmar que, en la convicción pública, el más implicado era Raúl Contreras. Con el tiempo, Contreras fue asumiéndose como autor de aquel hecho. La verdad sobre Lydia Nogales " fue develada por el propio Contreras a mediados de la década de los 50, cuando el poeta entregó a Oswaldo Escobar Velado el manuscrito del soneto El viaje inútil, calzado antes por la firma de Nogales, para que figurara como suyo en la Antología Puño y letra", Más adelante, Contreras habló de Lydia como "la que existió sin existir" y la llamó su hija espiritual." ¿Cómo la engendró? ¿Qué proceso interior, en el poeta, culminó con la intensa e innegable presencia de Lydia en la cultura salvadoreña?
     2. Una perspectiva de lectura
    La creación de naturalezas femeninas por hombres y de naturalezas femeninas por mujeres ha sido un hecho constante en la literatura. Gustave Flaubert creó una de las femineidades más completas y complejas del arte literario: Madame Bovary; Federico García Lorca dio, al teatro, personajes tan densos, complejos y completos como Yerma, o Bernarda Alba; y Emily Bronté dotó de cuerpo físico, psicológico y espiritual a Heathcliff, uno de los personajes masculinos más hondos y torturados de la novelística universal. La pregunta que estas creaciones plantean es: ¿de dónde sacaron sus creadores los materiales para construir personajes tan acabados? Sabido es que quien narra suele convertir en personajes a personas de su entorno. Hemingway partía de sus amigos y vecinos para alzar sus hombres y mujeres literarios. "La mayor parte de los protagonistas de esta historia viven y la escribí con mucho cuidado para que nadie pudiese ser identificado", escribió, en 1953. "Por supuesto, un escritor tiene que elaborar las historias para que estén redondeadas y no planas como fotografías. Pero las elabora de lo que conoce", había dicho, en 1949.
    De aquí que una primera fuente de materiales sea la información biográfica proporcionada por la cercanía de seres humanos literaturizables. En este caso, entre la persona real y el personaje literario media un proceso de transformación creativa en el que el autor, o la autora, trabajan con la imaginación, la fantasía y el lenguaje, hasta dar naturaleza física, psicológica y espiritual a esos hombres y mujeres de la literatura que tienen toda la humanidad de los seres de carne y hueso. La parienta de García Márquez que, cuando se aproximaba un vendaval, salió al patio a recoger la sábanas tendidas al sol para secarse, dio pie a Remedios la bella, la macondana que asciende al firmamento como una "assunta". Entre la parienta y Remedios, medió un camino en el que la imaginación, la fantasía y el lenguaje hicieron lo suyo, hasta culminar con ese personaje y ese momento alucinantes. En esta primera vía de construcción literaria de personajes, pues, el autor convierte en galería de personajes a la galería de hombres y mujeres que desfilan por las circunstancias de su vida. Pero hay otra fuente de materiales más profunda: la interioridad del autor. El autor o autora de narraciones puede alzar sus entes literarios a partir del sí mismo, y desde ahí, y con ayuda de procesos psicológicos de proyección y desplazamiento compensatorio, crear personajes a los que adjudica su naturaleza y experiencias vividas, o a los que adjudica naturaleza y experiencias que, por diversas circunstancias, no ha podido ser o vivir.
    La proyección y el desplazamiento compensatorio son, entre otros, mecanismos psicológicos que el yo utiliza para mantener estable el equilibrio de la persona, cuando debe habérselas con los urgentes requerimientos de sus instancias inconscientes y cuando debe habérselas con los requerimientos de la realidad exterior. A través de la proyección, el yo -para hacerlos conocibles, aceptables, manejables- adjudica a un objeto externo los materiales de su más profunda o inmediata intimidad. A través del desplazamiento compensatorio, el yo busca la satisfacción de las exigencias internas a través de objetos externos a los que transfiere la fuerza dinámica de tales exigencias. "Pues bien, estos dos mecanismos, habituales y con resultados distintos en todos los hombres y mujeres, son los que van a llevar a hombres y mujeres creadores de literatura a una especie de objetivación y realización simbólica de ellos mismos a través de sus personajes literarios. Quizás por haber entendido bien eso, en 1929 Hemingway había escrito a Scott Fitzgerald: "Las partes buenas de un libro pueden ser, simplemente, algo que el escritor tuvo la fortuna de oír por casualidad, o pueden ser el naufragio de su maldita vida -y una cosa es tan positiva como la otra"." Con esta afirmación, el Nobel de literatura reafirmaba la primera fuente de materiales literarios, la externa a él, e introducía otra: aquella que tiene que ver con la naturaleza o la vida del escritor llevadas a la literatura a través de alguno de sus personajes.Ya la crítica literaria ha establecido que el príncipe Volkonsky, de La guerra y la paz, es, en buena parte, Tolstoy, el novelista. Lo que el conde pensaba y sentía respecto del mundo en que vivió lo objetivó en Volkonsky. Es un mecanismo de proyección de la interioridad de un autor en la interioridad de su personaje, como también fue un fenómeno proyectivo el que de su propia naturaleza hizo Oscar Wilde, en su Retrato de Dorian Gray. Pero hay más. Emily Bronté, al igual que sus hermanas Ana y Carlota, fue una solitaria mujer en la Inglaterra del siglo XIX. Hija de un pastor protestante, pasó su vida entre los límites de una abadía, sin relaciones de amistad o noviazgo, sin "conocer varón". Sin embargo, en Cumbres borrascosas creó una de las historias de amor más apasionadas de la literatura universal. La ardiente pasión entre Catalina Lynton y Heathcliff no es proyección alguna de lo que Emily hubiera vivido en la realidad. Al contrario: es compensación simbólica. Lo que la autora no había vivido, por las razones que fuesen, lo vivió a través de sus personajes. "No se canta el amor feliz, se vive; y la ternura que nos niega la vida la inventamos", dice Matilde Elena López, escritora salvadoreña. Con ello, viene a señalar cómo la creación literaria suele ser, muchas veces, refugio y compensación para todo aquello que diversos infortunios vedaron experimentar. Pero vayamos aún a mayores honduras. Según la teoría junguiana, hombre y mujer son naturalezas andróginas. Ello quiere decir que en todo hombre va una mujer soterrada, y que en toda mujer va un hombre escondido. El mito de Eva sacada por Dios de la costilla de Adán es la expresión mayor de esta androginia humana. Eva, mujer, pudo salir del hombre, Adán, porque ya el principio femenino estaba en él. En consecuencia, todos los hombres y mujeres que poblarán la tierra, a partir de esta pareja inicial, perpetuarán la androginia primigenia: en el hombre irán los componentes femeninos que dieron lugar a la formación de la mujer, y la mujer llevará componentes masculinos, al haber nacido de hombre. Este planteamiento, corrosivo en culturas cuyos estereotipos de masculinidad y femineidad están sólidamente establecidos y en las que no se admite traslape de roles, mucho menos de naturalezas, sopena de sospecha de perversión, resulta aún más aplastante cuando conduce a la idea de la naturaleza andrógina de Dios, planteamiento a todas luces execrable en estas culturas patriarcales y falocráticas, cuyo referente mayor, en el plano de los valores y las actitudes, es el matonaje viriloide. Sin embargo, la moderna teología va avanzando en la ruptura de velos equivocadamente moralistas, y va reconociendo la androginia del principio creador. Ahora, ya se empieza a invocar y a orar a "nuestro padre-madre Dios". Pareciera que "el rostro materno de Dios", al que en su momento se aproximara Leonardo Boff, con lentitud y dificultades va ganando su espacio en una tradición cultural acostumbrada a la excluyente masculinización del principio creador.
    Ánima y ánimus llamó Jung, respectivamente, al componente femenino de la naturaleza masculina y al componente masculino de la naturaleza femenina. El acompañante desconocido ha llamado lohn Sanford, un estudioso de Jung, a esta realidad humana, a estos arquetipos, como también los llamó Jung, que se expresan en los sueños, en los mitos, en los cuentos maravillosos, en la literatura de diferentes sociedades y en el diario vivir entre hombres y mujeres de todas las culturas.Para Jung, las relaciones entre ambos géneros están dinamizadas por la proyección que cada uno hace sobre el otro. Desde el punto de vista consciente, el hombre, reforzado por la cultura, se identifica con su lado masculino e ignora su lado femenino; las mujeres, también reforzadas por la cultura, se identifican con su femineidad y reprimen su lado masculino. Pero como lo reprimido o ignorado no sufre eliminación alguna y más bien crece en energía dinámica con voluntad de manifestarse, el hombre proyectará en la mujer lo más positivo y lo más negativo de su ánima; la mujer, por su parte, también proyectará en el hombre lo mejor y lo peor de su ánimus. Esta proyección es de carácter inconsciente, pero tiene tal fuerza, que matiza las relaciones de atracción o repulsión establecidas entre ambos géneros.Ni el amor, ni la amistad como forma del amor-, ni la enemistad -como forma del desamor-, ni el odio, como antitesis del amor, pueden ser entendidos en el universo de las relaciones heterogenéricas u homogenéricas, sin tener en cuenta la fuerza organizadora de estos arquetipos: ánima y ánimus. Para enriquecer el punto de vista de Jung, los más recientes estudios sobre los componentes psicológicos y espirituales de la creatividad también van caminando hacia la comprensión de la personalidad creadora como una naturaleza básicamente andrógina. Así, Mihaly Csikszentmihaly, con base en estudios empíricos sobre creativos jóvenes de ambos géneros, llegará a afirmar: "Esta tendencia hacia la androginia se entiende a veces desde una perspectiva puramente sexual, y por tanto se confunde con la homosexualidad. Pero la androginia psicológica es un concepto más amplio, que se refiere a la capacidadde una persona para ser al mismo tiempo agresiva y protectora, sensible y rígida, dominante y sumisa, sea cual sea su género. Una persona psicológicamente andrógina, en efecto, duplica su repertorio de reacciones y puede relacionarse con el mundo partiendo de un abanico de posibilidades mucho más rico y variado. No resulta sorprendente que los individuos creativos tengan mayores posibilidades de contar, no solo con las fuerzas de su propio género, sino también con las del otro”.
    Fenómeno propio de la androginia natural de hombres y mujeres es, entonces, la proyección de sus arquetipos en personas del entorno. Eso explica la afirmación que, referida a las personalidades creadoras, en su momento hiciera María Luisa von Franz, analista junguiana: "Cuando hay cierta energía creativa en uno mismo y parece desbordarse por encima de los límites del matrimonio y de la vida famiiar, es característico verla proyectada sobre una persona del sexo contrario".  

    3. Una hipótesis 
    Vistas las fuentes de la creación de personajes, y esbozado el tema de la androginia humana general y el de la androginia propia de la personalidad creadora, se puede ya abundar en una hipótesis sobre Lydia Nogales: ella es una entidad literaria que su autor, Raúl Contreras, alzó desde el componente femenino de su naturaleza. Dicho en otras palabras, la mujer en Raúl, su ánima, que iba con él como "desconocida acompañante" de su natural androginia humana, fue proyectada y objetivada literariamente en Lydia. Aunque a primera instancia la creación de Lydia Nogales pudo haber aparecido como una broma, una tomadura de pelo, un inocente pasatiempo, el hecho deja ver esas honduras significativas que intuyó Juanita Soriano cuando dijo que la poetisa encarnaba "una presencia singular venida de mundos".
    Es que Lydia llegaba de otro mundo. Llegaba del mundo interior de Contreras. Alguna vez él dijo que Lydia era "su hija espiritual". Quizás debió haber dicho "su esposa espiritual", el espejo en el que podía proyectar lo mejor de su femineidad de hombre. ¿Cómo pudo haber ocurrido este proceso? Hay dos posibles-vías:
    Primera. Al margen de sus circunstancias familiares, Raúl pudo haber conocido y tratado de cerca a la muchacha que él dijo era ahijada de la madre de un profesional santaneco. Impresionado hasta en lo más hondo de su espíritu por las cualidades físcas, intelectuales y espirituales que ella pudo haber tenido ante los ojos del poeta, el psiquismo de él apuntó hacia ella lo mejor de él mismo, lo más numinoso de su femineidad. Así, Lydia fue adquiriendo identidad; solidez y forma; pensamiento, sentimiento y lenguaje. Lo más esencial del arquetipo femenino de Contreras, de su ánima, se fue trasvasando a esta entidad -Lydia- que, habiendo partido de una base corpórea, se fue convirtiendo en una entidad incorpórea, elusiva, pero en extremo real.
    Segunda. Invadido por las fuerzas inconscientes de su arquetipo femenino que buscaba objetivarse, Raúl, en un principio, le fue dando identidad y naturaleza espiritual a través del pensamiento, el sentimiento y el lenguaje con que él fue desarrollando y alzando a Lydia a través de la poesía. Solo cuando hubo de justificar un proceso que se le iba de manos, recurrió a una efigie, a una fotografía -de esa muchacha en particular: la ahijada de la madre del profesional santaneco, como pudo haber sido la de cualquier otra- para legitimar a una naturaleza que, por su fuerza luminosa en tanto arquetipo, ya había cobrado identidad independiente del poeta. Es que, cualquiera que haya sido la vía seguida en el proceso de construcción de Lydia Nogales, al psiquismo más profundo de Raúl Contreras, a contrapelo de la cultura del aquí y del ahora salvadoreños, no le interesaba que él fuera un hombre perfecto, al modo de un estereotipo cultural. A su psiquismo más profundo, a contrapelo de la cultura de un aquí y un ahora nacionales, no le interesaba que él fuera un poeta perfecto, al modo de otro estereotipo cultural. A su hondo psiquismo le urgía que él fuera un hombre completo y un poeta pleno. Entonces, solo alzando a Lydia Nogales, su psiquismo podía completar la naturaleza del hombre y alcanzar la plenitud del poeta. Como expresó Luis Gallegos Valdés, en 1977, cuando revaloró el fenómeno de Lydia y la postura que él tuvo ante el hecho: "Lydia Nogales se le impuso a Raúl, su creador, con una fuerza incoercible de tal modo que éste, ya desde aquellos remotos años, hubo de componer muchos de sus poemas bajo el signo de ella, dictados por ella, con ese desdoblamiento natural en el dramaturgo, en el novelista, pero infrecuente en el poeta lírico, cuyo subjetivismo le hace hablar y componer sólo para sí. Lydia Nogales nació, pues, en la plenitud del proceso creador de Raúl Contreras, por una impostergable necesidad psíquica y literaria... Como hombre, Raúl Contreras fue compañero, amigo, esposo, padre, diplomático, funcionario público, salvador de exiliados, creador de paisajes turísticos, caballero de una sola pieza. Pero fue todo eso dentro de los cánones de la sociedad salvadoreña, una sociedad patriarcal, falocrática, verticalista y autoritaria, que señala, expresamente, los modos y los medios de ser hombre y de ser mujer. Como poeta, Raúl Contreras fue un conocedor del metro, de la figura, de la sensibilidad y del lenguaje para hacer poesía. Pero lo fue dentro de los rígidos marcos de una falocracia que, referidos a la literatura, norman, sin decirlo o diciéndolo, los temas y las texturas de lo que pueden y deben escribir y leer los hombres, y de lo que pueden y deben leer o escribir las mujeres. Contra estos cercos y normativas, solo era posible una ruptura -tensa por dentro, de apariencia inocente por fuera- que permitiera asentar, con identidad física, psicológica y espiritual, a la mujer que iba psicológicamente en el hombre; a la poetisa que iba psicológicamente en el poeta. Y el psiquismo más hondo de Raúl Canteras se aprestó a la ruptura, y la dio. y aunque el mismo Raúl y sus contemporáneos en su conciencia inmediata tomaron todo aquello como broma epidérmica, en el fondo más último del hombre-poeta se había librado una secreta contienda en favor de la expresión completa y plena su naturaleza. Porque si como hombre-poeta Raúl Contreras construyó una identidad humana y un verso en los que logró un pacto con la falocracia de sus circunstancias culturales, como Lydia Nogales construyó otra identidad y otro verso, en los que actualizó y puso a producir la femineidad propia de su natural androginia humana -androginia aún más a flor de piel entre hombre y mujeres creativos, como se ha visto más arriba-que la falocracia ve mal y prohíbe en todo hombre.
    Este es el mismo proceso que, a lo largo de la historia de la literatura, han seguido los hombres y mujeres que han creado personajes literarios en teatro y en narrativa. El caso de Raúl Contreras-Lydia Nogales resulta psicológica y estéticamente novedoso, primero, porque es, quizás, el primero en la poesía salvadoreña; segundo, porque Lydia no es un personaje que Raúl crea y del que, una vez creado, se desvincula, como en el caso de los personajes del teatro o de la narrativa. Lydia es un personaje que toma bulto, es decir, crece en identidad, asume una psicología, una espiritualidad y un lenguaje con los que va viviendo una existencia paralela a la de su autor, y desde los que va viendo y expresando la vida y el mundo, hasta el punto de que su obra puede publicarse -como ya se ha hecho-- leerse, degustarse, analizarse y comprenderse aparte de la de Raúl.
    Al comparar los versos de Canteras con los de Lydia Nogales, se catan texturas de percepción, de sensibilidad y de lenguaje muy distintas. Los versos de Raúl son casi secos, firmes, más lógicos que emocionales, asentados sobre el peso de sustantivos y verbos, se percibe en ellos mirada de hombre. En los de Lydia, como en su hora lo intuyeran Elisa Huezo Paredes, Juanita Soriano y Claudia Lars, hay tremor femenino, más emoción que lógica, más percepción de matices finos, se advierte en ellos mirada de mujer. Por eso, quizás, el excesivo peso de la adjetivación. Veamos si no, en dos conocidos sonetos de ambas voces:
    CREPÚSCULO


    Estoy al pie de la escalada, pero
    ya no es para subir. Toqué la cima

    y ahora bajo. ¿Qué demencia anima
    y recubre de escarcha al pasajero?

    Aquí, en la umbría del paisaje austero,
    veo cómo la niebla se aproxima
    furtivamente. Con mi carga encima,
    transito por el último sendero.

    Atrás se queda la visión amarga
    de los jardines que sembré. Se llena
    de voces el crepúsculo que alarga

    mi forma gris en la llanura plena.
    ¿La poda ya? ¡Vaya arrojar carga
    ya plantar un rosal sobre la arena!  


    LA DAMA GRIS

    La Dama gris, la de las manos finas
    y ojos color del tiempo, me
    acompaña ...
    En mi sed de ascensión, qué fiebre

    [extraña,
    qué cansancio de luz en mis retinas.
    Aquí, soñando al pie de la montaña,
    la Dama gris me envuelve en sus neblinas.
    Ayer, un vuelo azul de golondrinas...
    Hoy, un leve temblor de telaraña.

    ¿Y después? ... Sólo sé que cuando el [monte
    se ensanche más allá del horizonte,

    mi sueño inútil rodará en pedazos.
    Y entonces muda, resignada, inerme,
    igual que un niño triste que se duerme,

    la Dama gris me tomará en sus brazos ...

    Hermanados ambos poetas por temas trascendentales como la muerte, el paso del tiempo y el misterio del más allá, en Raúl hay un abordaje en que lo racional y activo -habérselas con el fin de la vida haciendo cosas para que la vida viva- priva sobre lo emotivo. En Lydia hay una postura más emocional y pasiva: la tristeza de la vida que acaba y la entrega al descanso en la muerte. En 1979, David Escobar Galindo, al opinar sobre el "affaire" Nogales, vio claras estas arterias diferentes nacidas de un mismo corazón. Él declaraba: "He visto publicado que Lydia Nogales es el pseudónimo de Raúl Contreras. Sinceramente, no es así. La verdad es que en lo que él escribió como Lydia Nogales había una especie de transustanciación. Un fenómeno psicológico interesante. Lo que él escribió como Lydia Nogales es muy distinto a lo que escribió como Raúl Contreras. No es que alguna parte de lo que él haya escrito lo haya firmado como Lydia Nogales. No. Se nota una diferencia sutil, pero evidente. Lo que escribió como Lydia Nogales es una cosa un poco más ingrávida, un poco más etérea. Y lo que escribió como Raúl Contreras es una cosa un poco menos etérea... Y eso es interesante y es por eso que no es simplemente un pseudónimo... La verdad es que allí había un fenómeno psicológico, pero no psicológico en el sentido patológico, sino que una especie de doble sustancia poética. Esa levedad de la poesía de Lydia Nogales no la vuelve a repetir Raúl Contreras. Su otra poesía trata los mismos temas, pero los trata en una forma más seca, dijéramos un poco más varonil y razonando un poco más. Lydia Nogales no es razonadora. Lydia Nogales es intuitiva. Lydia habla una especie de sabiduría un poco sonámbula. En cambio, Raúl Contreras analiza un poco más...  
    Más adelante, en 1996, en la página preliminar a la obra poética de Contreras, Escobar Galindo escribió: "el poeta tuvo que desdoblarse en un heterónimo de fascinante personalidad: Lydia Nogales... Lydia era el espíritu ebullente y místico, atormentado y sensual; Raúl es el pensamiento emotivo, pasado por los cedazos de la reflexión, a la luz de una vaga tristeza contenida... Lydia Nogales era Raúl Conteras, pero Raúl Contreras no era Lydia Nogales. Sabía que Lydia era una sombra fugaz y luminosa de sí mismo". Escobar Galindo captó lo esencial del hecho. Él también pudo intuir que, en el caso de Lydia Nogales, había habido un proceso psicológico más hondo. Evitando, quizás, que su punto de vista pudiera entenderse como la confirmación de un hecho patológico en Contreras, y temiendo, también quizás, que, desde el punto de vista de los estereotipos de género de la cultura nacional, su apreciación pudiera sonar lesiva, o políticamente incorrecta, habló de transustanciación, de desdoblamiento, de sombra fugaz del yo. Sus opiniones, como se ha visto, datan de 1979 y 1996. Y si aún hoyes difícil abordar con serena verdad la compleja naturaleza humana, cuanto más se retrocede en el tiempo se constata que los fórceps culturales han retorcido o vedado todo acercamiento sereno a temas con éste, aún en puntos de vista de personas sabedoras y esclarecidas. Pero viene siendo ya hora de finalizar.

     4. Reflexiones finales
    Expuestos los hechos más relevantes sobre el caso Lydia Nogales, y examinados desde una óptica sugerente y rica para su interpretación, es posible ofrecer las siguientes reflexiones, a modo de conclusión:

    1. La aparición de Lydia Nogales no fue el divertimento literario de un poeta. Fue, más bien, un triunfo de la naturaleza humana sobre la cultura, la victoria espiritual de la naturaleza de un hombre-poeta salvadoreño sobre los férreos cánones de la cultura falocrática nacional. Esta victoria, en sus hontanares psicológicos y espirituales, constituyó un acto de desgarramiento y de liberación. Como desgarramiento, debe de haber sido vivido durante un largo y secreto período de incubación. Como liberación, fue afirmada en lo que, en su momento, solo constituyó un suceso de cotilleo. Este suceso, sin embargo, a pesar de la superficialidad con que se quiso abordar, debe verse como un escándalo, en un sentido limpio, hondo y pleno, es decir, como una ruptura con y una afirmación ante tradiciones peligrosamente insanas respecto de la concepción de hombre y de mujer.
    2. Aunque en su día no buscó este alcance, la aparición de Lydia Nogales representó, y debe seguir representando, un remezón en la conciencia de mujeres y hombres salvadoreños, creativos o no creativos, respecto del concepto lúcido y de la construcción lúcida de género. Apelmazados por los inamovibles valores, actitudes y prejuicios de una autoritaria sociedad falocrática, las mujeres y hombres salvadoreños vienen viviendo y reproduciendo una concepción incompleta y una realidad emasculada de sí mismos. Esta lamentable cohorte humana que, a fuer de cumplir con los cánones rectores de la masculinidad y la femineidad, pierde mucho de lo mejor que pudiera ser y hacer, es el resultado de ese sojuzgamiento a estereotipadosroles culturales.
    3. Para los hombres y mujeres instalados en cualquiera de los ámbitos de la creatividad (ciencia, arte, tecnología, etc.) el fenómeno Raúl Contreras- Lydia Nogales debe significar un llamado a saber mejor, a asumir más y a realizar con mayor plenitud sus naturalezas humanas, sin las cortapisas que, con base en el desconocimiento de la complejidad del fenómeno humano, impone de modo simple la sociedad falocrática.
    POESÍA SOCIAL III (En la primera página de Poesía Social I hay un índice de autores) - Página 23 Raul_Contreras_1
                                                                                  RAUL CONTRERAS


    Bibliografía


     Ayala, Juan Antonio. Lydia Nogales, un suceso en la historia literaria de
    El Salvador, San Salvador, El Salvador. Ministerio de Cultura. 1956.
    Cañas Dinarte, Carlos. Diccionario de autoras y autores de El Salvador. San Salvador, El Salvador. Dirección de Publicaciones e Impresos, 2002.
    Contreras, Raúl. Obra poética. San Salvador, El Salvador. Dirección de Publicaciones e Impresos.505.1996.
    Csikszentmihalyi, Mihalyi. Creatividad. Barcelona, España. Paidós, 1998.
    Freud Anna. El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires, Argentina. Paidós. 1965.
    Hemingway, Ernest. Sobre el oficio de escribir. Editado por Phillips, Larry W. México. Publigrafics, s.a. 1989.
    Tomado de:  
    Realidad. Revista de Ciencias Sociales y Humanidades.  No. 127. Enero-Marzo, 2011. San Salvador, El Salvador, UCA.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 11 Nov - 18:05

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    9

     Claudia Lars ( Obtenida de Le Enciclopedia Biográfica en vida)
    POESÍA SOCIAL III (En la primera página de Poesía Social I hay un índice de autores) - Página 23 Lars(Carmen Margarita Brannon Vega; Armenia, 1899 - San Salvador, 1974) Poetisa salvadoreña, una de las voces más sobresalientes de la lírica centroamericana del siglo XX.
    Hija de Peter Patrick Brannon, ingeniero norteamericano, y de la salvadoreña Carmen Vega Zelayandía, estudió en el colegio La Asunción de la ciudad de Santa Ana, donde la joven Claudia se decantó por los estudios humanísticos. Religión y poesía se vincularon en su hogar para acrecentar su sensibilidad natural. Desde muy pronto recibió la influencia de los clásicos antiguos y españoles (Góngora, Quevedo, Fray Luis de León), así como la de los románticos ingleses y de Rubén Darío. También coincidió con algunos de sus contemporáneos, como el cuentista salvadoreño Salarrué.
    Poetisa precoz, con diecisiete años publicó un breve poemario que pasó inadvertido: Tristes mirajes, que vio la luz gracias al mecenazgo del general y poeta Juan José Cañas, uno de sus primeros mentores. Por esa época Claudia Lars mantenía relaciones sentimentales con el poeta Salomón de la Selva. Pero en 1919, cuando habían ya formalizado su compromiso de matrimonio, el padre de Claudia decidió romper el vínculo y enviar a su hija a los Estados Unidos, a casa de unos familiares afincados en Pennsylvania. Allí conoció a Le Roy Beers, con quien contrajo matrimonio tras un breve período de noviazgo.
    Sin abandonar el país norteamericano, la poetisa se instaló en compañía de su nuevo esposo en el barrio de Brooklyn de Nueva York, donde ejerció como profesora de lengua castellana en la Escuela Berlitz. En 1927 tuvo ocasión de regresar a su país junto con su cónyuge, que acababa de ser nombrado cónsul de los Estados Unidos en El Salvador. Aposentados en la capital salvadoreña, a finales de 1927 nació su primer hijo, Le Roy Beers Brannon, que sería el único vástago de Claudia Lars.
    Claudia Lars volvió a frecuentar los cenáculos literarios, en especial el congregado alrededor del poeta Alberto Guerra Trigueros, compuesto por escritores como Alberto Masferrer, Salarrué y Serafín Quiteño. En ese nuevo ambiente la poesía de Claudia Lars fluyó de nuevo con espontaneidad y soltura, lo que se tradujo en 1934 en una nueva entrega lírica: Estrellas en el pozo, publicada en las famosas Ediciones Convivio por voluntad expresa de su director, el intelectual costarricense Joaquín García Monge.
    Esta obra, bien recibida por críticos y lectores, allanó el camino del siguiente poemario de Claudia Lars, Canción redonda (1936), al que siguió, tras un paréntesis, La casa de vidrio (1942). En este fértil periodo publicó también Romances de norte y sur (1946), Sonetos (1947) y Ciudad bajo mi voz, libro premiado en el Certamen Conmemorativo del IV Centenario del Título de Ciudad de San Salvador.
    En 1948 se instaló en Guatemala para ejercer allí sus competencias como agregada cultural de la Embajada de El Salvador, cargo con el que acababa de honrarla el gobierno salvadoreño. En Guatemala conoció además a quien habría de convertirse en su segundo esposo, Carlos Samayoa Chinchilla.
    A su regreso a El Salvador, continuó desempeñando algunos cargos públicos en el departamento editorial del Ministerio de Cultura, donde poco tiempo después asumiría la dirección de la revista Cultura. Mostró una mayor madurez conceptual y expresiva en el volumen Donde llegan los pasos (1953), al que siguió, dos años después, Escuela de pájaros (1955), un texto con el que se acercaba a los lectores infantiles.
    En 1959 publicó Fábula de una verdad y Tierra de infancia, obra que presentó como sus memorias poéticas. En 1961 se imprimió una muestra antológica de sus versos destinados a los niños (Girasol), que se complementó aquel mismo año con una selección del resto de su producción lírica (Presencia en el tiempo). Al año siguiente, su poemario Sobre el ángel y el hombre fue distinguido con el segundo premio del Certamen Nacional de Cultura, y en 1965 fue galardonada con el primer premio del certamen conmemorativo del cincuentenario de los Juegos Florales de Quezaltenango (Guatemala), por su libro Del fino amanecer. Su última obra, Nuestro pulsante mundo, se publicaría en 1969.
    Desde su libro inicial, Estrellas en el pozo (1934), el ideal poético de Claudia Lars quedó en evidencia: la transparencia, la sencillez y la ternura como revelación de la belleza, a través de un notable conocimiento formal del verso. El paisaje y los seres que lo habitaban, así como el tema familiar, la influyeron hondamente, como reflejó en La cantora y su pueblo. Ella misma declaró: "Bajo los temores y las supersticiones que con los años se irían desprendiendo de mi credulidad como hojas sin savia, la abuela sembraba en mi mente ideas magníficas: la diferencia que hay entre la cobardía y la acción heroica; entre la pureza del alma y los bajos instintos corporales".


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 11 Nov - 18:24

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    9.- CLAUDIA LARS

    POEMA : LOS DOS REINOS


    A Eunice Odio

           
    Quien así encadenare una alegría
    malogrará su vida alada;
    pero quien la alegría besare en su aleteo
    vive en el alba de la eternidad.
          William Blake



           I
    Tengo que decir de dónde vine,
    porque todos los que conmigo llegaron
    han olvidado aquel país sin cuerpos.
           
    Aquí desde el fondo de mi sangre,
    avanzo por este impulso hambriento
    como una dolida bestia inconclusa:
    ¿No cantaré mi orilla de paraíso
    y el áureo corazón de esbelta luz?
           
    La tierra de ahora pertenece a mis manos,
    pero hay detrás una fronda de recuerdos.
    Alguien evoca las rutas del éxtasis,
    el puro dominio del amor sin quebranto ,
    y las formas que parecen bellas durmientes
    en una profunda y quieta revelación.
           
    Ahí comienza la idea del nardo
    abriendo su aromado triunfo
    sobre la suave amistad de la colina;
    también el contorno del pájaro más leve
    y la alegría del niño que pasa
    con su dulcísima boca de flor.
           
    De arriba, de tan alto
    que nadie podría alcanzar su poder primero,
    bajan en blancos torbellinos los fuegos esenciales
    -los que no queman todavía ni tienen órbita-
    y la fina semilla del alma
    ya señalando su pesada vivienda.
           
    Entonces inventa el silencio sus cítaras de musgo
    y el sonido sus palabras creadoras;
    penetra el dolor al sueño de estos caminos,
    al brote más intacto de los deseos
    y al corazón que no conoce su dibujo.
           
    Es la trémula escala,
    es el descenso joven
    y el lento retorno por hostiles peldaños.
    Midiendo nuestro arrastre nos alienta El Que Sabe:
    el huésped de los labios que alumbran.
           
    Exilada estoy, exilada,
    y a la vera de lo eterno quiero aprisionar un esparcido semblante
    ¿No veis que ando llorando por la casa de los mortales
    y que de nombres inestables he recogido mis coronas?
           
    Sí,
    yo advierto lo incorpóreo
    y los pálidos viajes que salen de las tumbas.
    Anoche me aleccionaba un lucero,
    y en el otoño que entrega el árbol amarillo
    me duele la edad de la memoria
    y esta carne sorda o anhelante
    que es el terrible amarre de mi otro ser.
           
    A decirlo me obligan,
    a revivir lo que se niega o se borra.
    En trance de cante debo explicarlo,
    para que las cosas no renazcan tan ciegas
    y una paloma vuele de aquella piedra de odio.
           
    Le llamo mi paraje,
    mi espacio de unidad y de absoluto deslumbramiento.
    Está adentro y afuera, en las zonas inefables,
    aun reciben y empujan los ríos del tiempo .
           
    Pienso que el tiempo se ha resuelto en mis ojos
    y es algo así como un engaño de colores.
    Del latido de una lágrima brotó su siempre fugarse
    y trenzando con la distancia
    burla o desgarra nuestra pobre pequeñez.
           
    Contra los ayes de soledad y el que va por mi deleite,
    contra el deleite y el temor que están siempre esperándome,
    contra todo batallo para salvar mi otra estatura
    y en medio de los contactos soy la despierta de medianoche.
           
    ¡Oh fuerza de aprenderme en estos nudos de pena,
    cambiando lámparas y repitiendo pecados!
    La verdad me ha encendido un jardín dentro de un libro
    y anuncio a los pocos que me entienden
    las luces más sencillas y próximas.
           

    II
    Una vez canté con las voces secretas
    y por eso conozco el vuelo de mi garganta.
    Fue en el descanso de un recuerdo, de un presagio,
    entre la gloria de ordenadas florescencias
    y encima de mi propio corazón.
           
    Cuando yo digo yo, quiero decir todos conmigo
    -pluralizando mi frente y mis entrañas-
    ya que un olor de angustia me anda debajo de las palabras
    y ese apagado faro es el mismo que yo perdí.
           
    Dirán que no me conocen y que divago en medio de los caminos
    como la loca que juntaba querubines párvulos.
    Gritarán que no han visto el bosque de las preguntas
    ni oído el habla severa de la eternidad.
           
    Pero yo soy lo humano -con esta boca y estos pasos-
    y cada piel abatida envuelve mi propia substancia.
    Lo que hay en mi crecer siempre crece en otras marchas
    y juntos vamos al mismo aliento paternal.
           
    Cambian los dioses sobre la fiebre de las plegarias
    y los hijos del miedo tienen muros tan simples.
    Es necesario que nuestros brazos se conozcan
    y que alumbremos al dormido con este débil candil.
           
    Dentro de mis pupilas hay un pórtico suave
    y una frontera donde los verdes se recogen.
    Aquí miro la yerba, la pared, el amante;
    allá encuentro una clara vigilia
    y las íntimas inquietudes que me dolieron,
    seguras y pacientes, como el que sabe sonreír.
           
    Creo que somos débiles reflejos;
    tal vez la sombra de invisibles criaturas.
    Conozco el espacio de mi tacto
    y los sueños florecidos como el cerezo;
    también las prisiones del abismo más hondo
    y la fuga en alas de los pájaros.
    ¿No comprendéis que llegamos del olvido,
    con ceniza de funerales y tallos de madres?
    Me rodean las gentes para hablar de su heredad y de sus guerras,
    pero nadie recuerda aquella patria feliz.
           
    Donde vive el deseo se afirma la existencia
    y quien ama esta avarienta morada
    no debe llorar por las praderas que yo escojo.
    Libres están mis dedos de sortijas
    y no escondo los frutos, los objetos ni la piedad.
           
    De paso estoy -lo señalo-
    y no puedo encadenarme a una máscara.
    Del otro lado de mi rostro me espera la antigüedad del espíritu
    y una ciudad purificada a la que debo al fin subir.
           

    III
    Mi cuerpo, que es humano,
    vive bajo los vientos atado a una sonrisa.
    Así, con pequeños deleites,
    tan frágiles que se rompen al entregarse,
    pero que dejan en mi llanto una ventana de palomas.
           
    A ratos casi olvido
    que ando buscando la pradera, la isla...
    Tal vez la antigua manzana de la serpiente
    para que muestre el secreto que no reveló.
           
    Soy mayor que la rosa,
    pues si mi edad no pasara de su belleza
    clavada estaría en un sitio del suelo
    y detenida en el vientre de la primavera o del invierno.
           
    Se me han dado las cuatro estaciones,
    los violentos empujes y las colmenas tiernas.
    Agrupo los deseos encima de una estrella del agua
    y entrego mi canción como el grillo quemante,
    doliéndome en el eco, en las alas y en la humildad.
           
    Hay un rostro inefable
    cubierto por los rostros que se me acercan.
    A veces le llamo mi bienamado compañero
    y siento que en la mirada que me otorga
    está el rescate de mi oculta viudez.
           
    Ahora estoy tendida en su descanso,
    palpando esta bondad de masculino vello.
    Suavemente me recoge en su fuerza
    y pronuncia las sílabas, las palabras,
    que caen sobre mi asombro agradecido
    como deseosos pájaros.
           
    Por eso dicen que he regresado a los jardines
    y que en mi voz tiembla un subir de esbeltas palmas.
    Lloran mientras tanto los que se hieren o se buscan
    y sólo el más humilde, por humilde,
    halla el amor con su familia de ángeles.
           
    Puede volver el enemigo de mi arpa
    y rodear esta casa para que yo muera de frío.
    Es fácil perder al que me libra de las nieves
    y repetir, por consolarme, que siempre estuve en soledad.
           
    Caminamos despacio y su mano me lleva a la estrella,
    enseñándome la dicha a través de su contacto,
    Me entrega suavemente los altares del otoño
    y un ramo de lilas en medio de los peligros.
           
    Que juegue el aire con las alas del bosque
    y que la luna de la yerba
    marque el país de las violetas húmedas.
    Por un instante he de olvidar lo que angustia mi palabra
    y he de encerrarme, en este amparo, con mi linterna de la noche.
           

    IV
    Dormiré entre los gusanos para volverme amapola
    y una suave cortina de polvo
    ha de caer sobre mi voz.
           
    No, no tengo miedo.
    Los relucientes días me van alimentando
    y en las noches de esta vida de bultos
    me guía, solo y grave,
    el alto guardián de mi nombre.
           
    Voy sobre mis piernas sin despreciar el goce
    y abrazo los veranos con pasiones completas.
    Nunca me he separado del triste
    y en las lunas que sirven a la infancia
    he cumplido los pactos sangrientos.
           
    Sé que detrás de las puertas las muchachas se acuestan
    y que hay moradas terribles y jaulas que seducen.
    Las innúmeras yerbas extienden ante mí su finura
    y en las pupilas de las bestias mansas
    navegan los paisajes y la resignación.
           
    Cuando sube la chimenea por ramazón de humo
    ya la fiesta de los manjares está en mi lengua;
    pero los huérfanos piden misericordia atados a su vientre
    y duelen los descansos, las harinas y el amanecer.
           
    Mil ruidos llenan el aire y se deslizan sobre el espejo
    que entrega mi frente con sus mudas compañías.
    ¿A dónde acaba el tacto, la dulce fiebre de mis manos?
    ¿No quiebro las mazorcas y muerdo el corpiño del clavel?
           
    De la quietud del limo va saliendo una granja
    y extiende el mar sus peces y sus crepúsculos.
    Los nombres... ¿qué son los nombres en esta abundancia,
    si se hacen y se deshacen los colores y los gestos?
           
    Mi cuerpo me enseña el camino,
    además del adiós, que cae en cada vuelta.
    Un hijo de piel blanca me señala el horizonte
    y en su pecho descubro mi nueva edad de sentir.
           
    Desde una hoja marchita la eternidad me está mirando
    y se hunde en la fatiga de mi octubre.
    Este cielo secreto recibe pájaros y nostalgias
    y un abril en raíces espera su campana melódica.
           
    Lentamente me iré durmiendo, pegada al corazón y a los verdes,
    y bajaré a la tierra con substancias que se palpan.
    Nadie dirá que no conozco esta caricia, estas semillas,
    ¿acaso no endurecí mis huesos y no sufrí el placer?
           
    Hay algo en toda muerte que abre un dócil retorno
    y que ilumina mi quietud, como las horas de la tarde.
    Guarda el recuerdo extraños ecos, suave gramilla que me acoge,
    y el breve instante de abandono elige su manera de volver.
           
    He aquí mi retiro... mi fuga con su pequeña lámpara,
    tan lejos de mis labios y tan cerca de mi conciencia.
    Doncellas nupciales ya se levantan de mi agobio
    y sus finas gargantas han de cantar lo que olvidé.
           


                  V     
    Tal vez nadie me crea, porque es difícil hablar de lo que no tiene medida, ni hora, ni      siquiera una orilla de peso. De lo que está perpetuamente brillando y apenas debe      llamarse una encendida plenitud.

    Un día desperté bajo el engaño de mis pupilas, y fui llegando sin saberlo hasta el leve      comienzo de la memoria. Desde ahí pude ver las dos caras de la vida, los números que      sostienen estas columnas, el deseo y los seis días constructores, y el buscado reposo con      su diadema de frutos.

    Todo estaba completo, entregándose en esencia y envoltura: todo ahí, desde siempre... o      tal vez definiéndose en la yema, en la ola, en las briznas de flauta que el jilguero      devuelve y en el suave servicio del primer ángel.

    Y yo también estaba... Más leve que las criaturas de la esperanza, íntima como el      teclado de mi pulso y alzándome del inmediato contorno.

    ¡Ah, cuerpo!...¡Ah, mi pequeño cuerpo miedoso! Lamentos se amontonan contra los muros      que dividen, pero la madre que mece a su niño desafía el mandato de la separación.
           
    Diré que yo vibraba como una libélula; que todo vibraba en escalas flotantes: en escalas      que buscaban un trono. Y sin embargo, era el silencio sin orillas, el redondo silencio que      engendra los sonidos, el que puede más que el grito más alto, el oculto destilador de      cualquier voz.

    Mudo era aquello, aunque melódico y en vigilia. Mudo... mas con orquestas en proyecto.      Desplegaban los matices su iluminado juego, su exaltación rojiza, azul y amarilla; sus      señales de tibiezas o de incendios.

    Pesa el metal, porque es frío, y vuela el pájaro que arde, la primavera de llamas      vegetales y el goce sin edad del amor. Hasta la piedra guarda una profunda brasa, una      encendida semilla de cambios. Volará cualquier día sobre su entierro tenebroso,      llevándose los árboles que ahora la humillan, los altos miradores que levantó.
           
    Supe que la palabra es el Hijo, que brota siempre de un Padre sin noches: de Uno que es el      fondo de la palabra, la cual se manifiesta sin cesar en la creación.
           
    Segundo Él, pero igual al Primero, y los dos iguales al soplo que nos mueve; al que hace      girar alientos y masas y es la activa presencia del Tercer Poder.

    Aprendí lo que digo escuchando a la manzana y al esqueleto, en soledad que era más bien      fecunda compañía y con la marcha de los hombres en mi suerte.

    Organizados caminos me llevaron al atisbo, a la humilde pregunta de mi boca. Una blanca      delicia me confió de repente, y por los arcos vívidos del aire al fin de falsos rostros      me libré.

    Miro la cáscara de mi nombre y sonrío ante la mínima basura. Con lentitud voy llegando      al guardián de la gracia: al que me guía por oscuros laberintos.

    ¡Ah, cuerpo!... ¡Ah, hermano que te arrastras y te acongojas! Oye al cantor que sale de      tu angustia: al que labora debajo de tu olvido y está cuidando la luz de tus ojos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Sáb 11 Nov - 18:31

    El poema que acabo de poner de Claudia Lars no es que sea grande... Es que es toda una INMENSIDAD LÍRICA Y HUMANA. Claudia tiene muchos más poemas ( Niño de ayer; En dominios de nieve...) Y a cual más bello... pero...

    El poema "Los dos reinos" precisa un tiempo... junto al mar, en tertulia, junto a una estufa... y que vuelen los versos. Seguros que os llegan al alma y os dejan mejor.

    Gracias.

    Por hoy os dejo ya.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Nov - 5:22

    ¡Vaya pedazo de poema que acabo de leer!
    Tienes razón, no es un poema grande, diría que es un gran poema, y ni siquiera un verso se puede destacar de los demás.
    Gran trabajo el tuyo, y gran satisfacción la mía al poder disfrutarlo.

    Buen día y unos besos, con las gracias impresas, mi querido Pascual.
    ¡Sensibilidad a tope!


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Nov - 5:35

    David Escobar Galindo

    Fragmento: Libro del Fiel




    15

    Estoy listo para recibir la confesión de lo inefable,
    pero en mi capilla interior aún es de madrugada,
    y sólo puedo distinguir tus pasos,
    que dan vueltas alrededor del sagrario de mi memoria,
    acógeme en tu lecho de rosas que respiran en círculo,
    protégeme de las imágenes prisioneras en los vitrales,
    alíviame con los aceites aromáticos de tu farmacia de intuiciones,
    Permíteme conciliarme en tus manos con las abundancias del tiempo de
    guardar.
    Aún es de madrugada y nadie ha salido a darse el lujo inmemorial de ser visible,
    ni siquiera mensajeros voladores del más allá,
    todos estamos despiertos paro nadie ha dejado de dormir,
    eso me permite guardar este mensaje en la botella de la salvación,
    oh hermosa,
    oh incansable,
    oh siempre dulce,
    estoy listo para recibir la confesión de lo inefable,
    y no puedo salir de esta palabra,
    que es la capilla de los deseos aprendidos,
    y desde aquí extiendo los brazos hacia ti,
    que circulas a mi alrededor llevando al universo de la mano.


    Casa, 28-VIII-2002, 6:40 p. m.




    Fragmento: Libro del Fiel


    16

    Somos la encarnación del círculo perfecto,
    y eso lo saben los que leen las leyendas en los sepulcros de nuestros
    antepasados,
    cinco generaciones arriba de nosotros nos aguardan dos personajes
    reconocibles,
    con las manos tomadas en actitud de agradecida expectativa,
    Don Pedro Arce y Fagoaga y doña Josefa Rascón Cuéllar,
    de pie junto al balcón de las inmaculadas madreselvas,
    la casa es una de esas espaciosas y vetustas casas de la Santísima Trinidad de
    Sonsonate,
    en el centro del patio interior hay un aljibe invitador de pájaros,
    por las comarcas de los corredores cruzan las mariposas,
    en las estancias en penumbra refulgen las porcelanas y los cristales,
    los retratos y las espadas,
    don Pedro y doña Josefa nos aguardan para comer el pan dulce de las cinco,
    saben que conocemos su más serena intimidad,
    de su hijo Pedro vienen tus manos pensativas,
    de su hija Josefa vienen mis ecos crepusculares,
    y mientras nos acercamos,
    con las manos tomadas en actitud de redescubrimiento inmemorial,
    oímos el coro de los días en los alrededores de este ejercicio fervoroso,
    como en las estampas de otra vida,
    como en las luces de otro sueño.

    Casa, 31-VIII-2002, casa, 12:30 p. m.




























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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Nov - 5:43

    David Escobar Galindo

    Fragmento: Libro del Fiel



    17

    Estuve esta mañana en el bautismo de Agustín de Hipona de manos del obispo
    Ambrosio,
    venía de visitar al amanecer el taller donde Anaximandro dibuja el primer
    mapamundi,
    es un día cualquiera en la imaginación de Hans Christian Andersen el señor de
    las hadas,
    y en la otra esquina Leonardo el taxidermista de las ciencias de la naturaleza se
    desvive,
    Es posible que Berkeley no haya podido dormir en su nido de encajes idealistas,
    sobre todo porque en el jardín aledaño Nietzsche sigue sembrando semillas
    alarmantes,
    y el aire frío de la madrugada acaba de matar a Descartes con la más perfecta
    impunidad,
    es hora de descansar unos instantes mientras el pensamiento se lava las manos,
    como lo ha hecho siempre en los momentos de perplejidad,
    cuando la fatiga de la razón exige alguna pócima sonriente,
    ¡Dios mío, qué ingratitud la de los juegos del tiempo!,
    si no fuera porque tengo el auxilio de esta pequeña atmósfera de aromas
    estelares,
    donde me ofreces los ungüentos de la perlada paz doméstica,
    ya habría regresado al redil de Epicuro, sin otra indumentaria que la del tímido
    viajero.

    Domingo, 8-IX-2002, 1:20 p. m. Casa.





    Fragmento: Libro del Fiel


    18

    No muy lejos de aquí,
    los humos de las fábricas nos recuerdan que apenas vamos entrando en la era
    industrial,
    eso podría ser una buena noticia para los expertos en estadísticas,
    si no fuera porque ya no hay fertilidad bucólica para aderezar los números
    enmohecidos,
    pero eso no es todo,
    En nuestra propia casa las pantallitas de las laptop le hacen muecas al fantasma
    de la Bolsa,
    y esa es una confianza que sólo es posible cuando el sueño informático empieza
    a florecer,
    lo cual tendría todos los visos de un milagro en pleno subdesarrollo existencial,
    si no fuera porque las begonias y los rábanos están a punto de morir de asma
    irredenta,
    y los balidos de las ovejas vesperales hacen imperativo reescribir lo intocable,
    como decir las historias más dulces de la Biblia,
    es posible que nada quede a salvo de este nuevo diluvio,
    porque Noé se resiste a cumplir el destino de Lázaro,
    y por eso cada quien tendrá que organizar su propia salvación,
    que es lo que vengo a proponerte bajo el paciente auxilio de la lámpara,
    que nos comportemos esta noche como si fuéramos los únicos sobrevivientes,
    los únicos viajeros con posibilidad de zarpar.

    Domingo, 15-IX-2002, 6:10 p. m. Casa


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 6:45

    APPSS

    10.- SERAFÍN QUITEÑO (Biografía obtenida de LA ENCICLOPEDIA BIOGRÁFICA EN VIDA)


    Serafín Quiteño
    POESÍA SOCIAL III (En la primera página de Poesía Social I hay un índice de autores) - Página 23 Quiteno(Santa Ana, 1906 - San Salvador, 1987) Poeta y periodista salvadoreño. En el ámbito periodístico, firmó muchos de sus escritos con el pseudónimo de "Pedro C. Maravilla". Hombre de formación autodidacta, publicó sus primeros poemas la revista cultural Lumen, dirigida por los poetas Joaquín Castro Canizales y Rafael Cuéllar.
    Su presencia en el panorama intelectual centroamericano le permitió relacionarse con numerosos artistas y escritores con los que formó el denominado grupo "Cactus". Allí militaban algunas plumas de la talla de Salvador Efraín Salazar Arrué ("Salarrué"), Alberto Guerra Trigueros, Jacinto Castellanos Rivas, Salvador Cañas, Emma Posada, Mercedes Viaud Rochac y, entre otros, los hermanos José y Luis Mejía Vides.
    Colaboró con numerosos medios de comunicación de su país desde mediados de los años veinte, como el Diario de Occidente, El Salvadoreño y Queremos. A finales de dicha década asumió la dirección de un suplemento humorístico (El Tarugo) que, inserto en el rotativo El Espectador, se convirtió en una de la publicaciones satíricas más difundidas en su entorno centroamericano. Editó además el semanario titulado El Señor Diablo. Sin embargo, los escritos periodísticos que más fama le granjearon fueron sus artículos en El Diario de Hoy, donde durante dieciséis años mantuvo vigente una columna diaria titulada Ventana de colores.
    Desde 1950 a 1956 Serafín Quiteño ocupó la vicepresidencia de la Asamblea Legislativa, desde donde realizó gestiones destinadas a la promoción cultural (entre las que destaca la fundación de la Dirección General de Bellas Artes). El reconocimiento de sus méritos literarios y su dedicación pública le hizo merecedor de numerosos honores, premios y distinciones. Retirado de los círculos culturales y políticos salvadoreños en su vejez, pasó sus últimos años en su finca "El Ángel", de Ayutuxtepeque.
    Entre sus obras sobresale el poemario titulado Corasón con S (1941), libro que, ilustrado por la portada del mencionado "Salarrué" y por los grabados interiores de José Mejía Vides, fue recibido con grandes elogios . Además, Serafín Quiteño fue autor, en colaboración con el poeta nicaragüense Alberto Ordóñez Argüello, de otro poemario titulado Tórrido sueño (1957), por el que ambos escritores fueron galardonados con el segundo premio del Certamen Nacional de Cultura, convocado en la capital salvadoreña en 1955.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 6:50

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    10.- SERAFÍN QUITEÑO

    MUESTRA POÉTICA:

    CANCIÓN DE LA TERNURA

    A

    Viajera que llegas de tan lejos-,
    has iluminado el pueblo.
    El sol es más alegre por ti.
    Las muchachas tienen los ojos grandes por ti.
    Los muchachos sueñan. Quieren ser héroes.
    Y tú, viajera, apenas si sabes lo que haces. . .

    Mi corasón "mengalo",
    arrapiezo que vaga sin rumbo y sin camisa,
    se ha llegado hasta ti con los ojos abiertos:
    "Oiga, Señora: ¿quiere regalarme un pecado?"

    Y tú, que guardas joyas pálidas en tus arcas
    y eres la madre joven de los niños sin madre,
    bajando una sonrisa de tu bazar de gracia
    me has dado el relicario dulce de lo inefable.

    Tú has venido a enseñarnos ¡oh mujer grande y fuerte!
    cuánto amor cabe dentro de las almas fraternas
    y cuál es el encanto de las aves de paso
    y cuál es el misterio de lo que no regresa.

    Tú suave, tú fragil, tú sencilla,
    fugaz como la brisa pero como ella eterna,
    tienes la consistencia de los anhelos hondos
    y la obediente gracia de las nubes en vuelo.

    Una dicha pequena has traído a mi aldea,
    y al mirarla, en silencio, tan humilde y tan parva,
    se me ha dado que cabe luminosa y entera
    dentro de una "camanance" de la cara del alba.

    Pero hoy te vas y aquella dicha sincera y mínima
    que cabía en el hueco de un ala o de una mano,
    deja en las almas tuyas un vacío tan grande,
    que Dios, con ser Dios mismo, no podria llenarlo.

    Asi es la dicha: mientras descansa a nuestro lado:
    -sencilla, dócil, no hace ruido ni habla-,
    baja los inocentes ojos cuando la vemos,
    pero en cuanto se ha ido. . . iya no hay nada en la casa!

    B

    Óyeme, confidente: cuando en tus manos tiernas
    como un pájaro enfermo te dejé mi tristeza,
    ignoraba el secreto de lo que nunca vuelve
    y el de las hojas muertas que el verano se lleva.

    Pero hoy, solo, sin nombre, sobre la tierra dura
    mi sed se alarga y fuga como dos rieles fríos.
    La noche tiembla, y llora la selva de la sombra.
    Yo estoy en la maleza como un nino perdido.

    No volverás. . . no volverás. . . ya me lo dijo
    aquella ventanilla que se llevó tus ojos.
    En ellos iba el viaje, la esperanza, la muerte,
    lo que se va. . . lo que se queda. . . pero que no regresa.

    ¿De qué rincón del tiempo
    emergió el aura clara de tu voz, de qué vida
    surges ioh misteriosa bandolera celeste!?
    ¿Qué pájaros perdidos vertieron en tu pena
    esa resignación y ese gesto magnánimo,
    lo que tienes de noble sacrificio,
    lo que está más allá de las palabras
    en sílabas de niños y en emociones párvulas?

    Tus manos me enseñaron la suavidad. Tus ojos
    me enseñaron la noche rebosando de estrellas
    y asomado a los bordes de tu estelar abismo
    todo deslumbramiento me pareció pequeño.

    (Mi cancion en tus ojos era una lágrima sin nombre.
    En tu ternura universal, brizna de amor).

    C

    Ya no soy solamente la flecha en el espacio
    sino la fuerza misma de la flecha en lo eterno.
    Ya no soy sólo el pájaro en ademán de vuelo,
    sino el vuelo, el espacio, la unidad y lo cierto.

    Tu nombre ágil, tendido, musical e inocente
    -un vuelo de oropéndolas bajo la tarde quieta,
    un collar tembloroso y apretado de lagrimas-
    estremece las aguas lánguidas del silencio.

    Ya puedo hundirme en todas las simas de la angustia
    -las más desoladoras y mas negras y bajas-
    y siempre ¡oh maravilla casta de tu sonrisa!
    regresaré en el sueño de las cándidas alas.

    La noche me ha cercado de bayonetas negras
    y en mi redor el frío mordió la soledad.
    Pero en toda tristeza tu devoción me asiste
    como una orquídea pálida frente a la inmensidad.


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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Nov - 7:48

    David Escobar Galindo

    Fragmento: Libro del Fiel



    19

    Te alejas unos días y yo me quedo solo para siempre,
    apagas el candelabro en la cornisa y el cielo estrellado desaparece como por
    encanto,
    dejas de hablarme por unos minutos y el Siglo de Oro se disuelve en la neblina,
    vuelves el rostro hacia el poniente y el paisaje pierde de súbito la voz,
    lloras en silencio durante la misa y los ángeles ya no recuerdan el salmo que
    sigue,
    tienes el poder exquisito de gobernar mis paradojas más originales,
    lo demás es latido,
    armonía descalza,
    delicia intermitente.

    Domingo, 22-IX-2002, 9:25 p. m.



    20

    Tenemos palabras para todos los días,
    tenemos silencios para todas las noches,
    la vida, a nuestro alrededor, es un desorden de máquinas ingobernables,
    pero nosotros sólo somos nosotros,
    y por eso habitamos una buhardilla en la que nunca anochece,
    en la que nunca amanece,
    mientras el sol libera los silencios,
    mientras la noche arropa las palabras.

    Ídem


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    pero no detener la primavera".

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    Mensaje por Lluvia Abril Dom 12 Nov - 7:52

    David Escobar Galindo

    Fragmento: Libro del Fiel



    21

    Voy a recordarte desnuda como se recuerda la rosa de la infancia,
    voy a recordarte vestida como se recuerda el rito de la comunión,
    voy a recordarte desnuda como se recuerda el tiempo de las páginas rotas,
    voy a recordarte vestida como se recuerda la orfandad de los sueños infieles,
    voy a recordarte con todo el recuerdo desterrado,
    voy a recordarte con todo el olvido navegable,
    voy a recordarte conmigo entre tu sueño,
    voy a recordarte sin mí entre mi vigilia,
    y cuando ya no haya recuerdo volveré a recordarte
    con la asistencia de la eternidad.

    Sábado, 31-V-2003-06-01


    22

    El fiel jamás entra en su iglesia con las manos vacías,
    el fiel repite cada día una oración desconocida,
    la vida existe para el fiel cuando una hoguera le alumbra su destino,
    la muerte existe para el fiel cuando las naves de Asia regresan sin retraso,
    alguien me pregunta en la calle: ¿Tú eres acaso el fiel?,
    y yo tiemblo de gracia en el aura de tu perfume,
    Diosa desenterrada,
    Virgen próspera,
    capitana obediente,
    amazona del aire,
    torre de David.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 12:05

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    11.-

    GEOFFROY RIVAS, PEDRO (1908 - 1979) (Biografía obtenida de www.mcnbiografías.com )


    Poeta, narrador, antropólogo, ensayista, lingüista y periodista salvadoreño, nacido en Santa Ana el 16 de septiembre de 1908, y fallecido en San Salvador el 10 de noviembre de 1979. Poeta rebelde y narrador polémico, por la extensión y profundidad de sus vastos saberes humanísticos ha pasado a la Historia de las Letras centroamericanas como uno de los intelectuales más brillantes e influyentes del panorama cultural salvadoreño.
    Nacido en el seno de una familia terrateniente de Santa Ana, poseedora de grandes cafetales, el joven Pedro Geoffroy desestimó la posibilidad de quedarse en el campo al frente de la explotación familiar para trasladarse a la capital salvadoreña, donde comenzó a cursar estudios superiores de Medicina. Pero su innata vocación humanística, fuertemente inclinada hacia la vertiente de la creación literaria, pronto le indujo a abandonar las aulas de la Universidad de El Salvador para centrar su atención en otras materias y lugares.
    Así las cosas, en 1931 se trasladó a Guatemala, y de allí pasó a México, en cuya Universidad Nacional Autónoma formalizó su inscripción para cursar estudios de Derecho (disciplina en la que obtuvo la licenciatura en 1937) y, posteriormente, Antropología y Lingüística. Cada vez más interesado por los estudios de Letras, se especializó en el conocimiento y la investigación de las lenguas indígenas mesoamericanas, al tiempo que comenzaba a colaborar asiduamente en algunos medios de comunicación del país azteca.
    Todavía en México, se hizo miembro corresponsal del grupo literario Crisol, ubicado en su ciudad natal de Santa Ana, y a su regreso a El Salvador fundó, en compañía de algunos periodistas y escritores procedentes del desaparecido Diario Nuevo, el rotativo La Tribuna (1944), periódico cuya dirección asumiría años más tarde, mutada ya su cabecera en Tribuna libre. Implicado, así, en los principales movimientos de la vanguardia intelectual, artística e ideológica de su país, Pedro Geoffroy se vio forzado a tomar el camino del exilio tras la caída del gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez. Volvió a instalarse en México, ahora en compañía de su reciente célula familiar, y allí vivió durante más de un decenio, hasta que pudo regresar de nuevo a El Salvador para ocupar una cátedra en la Universidad donde había iniciado su formación académica.
    A partir de entonces, la dimensión literaria e intelectual de su obra se convirtió en el espejo y estímulo de toda una nueva generación de escritores salvadoreños que, admiradores por igual de su audacia estética y su rebeldía socio-política, convirtieron a Pedro Geoffroy en uno de sus mentores más influyentes. En efecto, sus ideas políticas (ínsitas en la corriente socialista) y sus trabajos literarios (difundidos no sólo a través de sus libros, sino también por medio de numerosos artículos y ensayos publicados en algunos medios de comunicación tan prestigiosos como las revistas Crisol, Hoja, La Universidad y Cultura, y los periódicos Reforma Social, El Diario de Hoy y el mencionado Tribuna Libre) fueron el acicate que movió durante algún tiempo a los jóvenes escritores salvadoreños, agrupados primero en el famoso Círculo Literario Universitario, y posteriormente en la no menos célebre Generación Comprometida. Años después, cuando gran parte de estos jóvenes creadores renegaron de la obra y las ideas de Pedro Geoffroy Rivas, el ya veterano poeta y luchador de Santa Ana acudió con renovado ardor a cuantas polémicas era convocado, lo que le convirtió en un brioso disidente caracterizado por la independencia de sus ideas y la vehemencia que ponía en defenderlas. No obstante, a pesar de sus posturas rabiosamente independientes y de sus múltiples enfrentamientos con todas las esferas del poder social, político y cultural, Pedro Geoffroy fue elegido miembro de la Academia Salvadoreña de la Lengua y, finalmente, reconocido oficialmente como el gran creador e ideólogo que fue, merced al Premio Nacional de Cultura que, en su modalidad destinada a las Artes, recayó en su persona en 1977.
    Por desgracia, su carácter impulsivo, vehemente y asistemático -siempre presto a acudir con nuevos textos allí donde se hacía necesaria su presencia- dejó un abundante material inédito o disperso en numerosas publicaciones periódicas de toda el área centroamericana. Para intentar cubrir esta laguna en la historia de las Letras salvadoreñas del siglo XX, a finales de la década de los años setenta la Biblioteca Nacional de El Salvador subvencionó un proyecto encaminado a recuperar y sistematizar toda su obra literaria y periodística diseminada en los medios de comunicación, proyecto que arrojó sus primeros resultados en un valioso trabajo hemero-bibliográfico publicado en 1979 en la revista Anaqueles (San Salvador, nº 2, págs. 21-25). Casi diez años después, la labor del joven investigador salvadoreño Luis Alvarenga ha fructificado en una espléndida recopilación de los ensayos y artículos de Pedro Geoffroy Rivas, publicados por la Dirección de Publicaciones e Impresos del Consejo Nacional para la Cultura y el Arte (CONCULTURA) bajo el título de La mágica raíz (1988).
    Entre el resto de su obra impresa, sobresalen algunos poemarios de extraordinario valor para el estudio de la evolución de las ideas estéticas en el campo de la poesía hispanoamericana del siglo XX. Se trata de las obras tituladas Rumbo (1934), Canciones en el viento (1936), Sólo amor (1963), Yulcuicat (1965), Los nietos del jaguar (1977), Vida, pasión y muerte del antihéroe (1977) y Versos (1979). Además de estos títulos poéticos, Pedro Geoffroy Rivas dejó impreso en vida un ensayo literario tan relevante como Mi tío Alberto Masferrer (1953), y varios tratados lingüísticos del alcance de Toponimia náhuat de Cuscatlán (1961), El nawat de Cuscatlán (1969), El español que hablamos en El Salvador (1969) y La lengua salvadoreña (1979)."

    J. R. Fernández de Cano.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 12:14

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    11.- Pedro Geoffroy Rivas


    MUESTRA POÉTICA.

    I.- YO CANTARÉ CANCIONES EN TU NOMBRE.

    indio Feliciano Ama
    Yo gritaré el poema del corazón inmenso que latía en tu mirada/
    en tu mirada vieja de siglos
    con la que nos miraban nuevamente el abuelo Tutecotzimit/
    y el tata Tacho Aquino
    Yo cantaré la gloria de tu muerte vertical y suspensa
    Hombres de rojo oscuro de sangre india caída
    miradores de auroras lejanas
    pulsadores del gran dolor universal
    Yo cantaré en mi ardiente canción estremecida
    los vuelcos de la angustia
    la alegría del grito
    la recia sacudida
    con que un día rompisteis los cercos del oprobio
    Hombres de los izalcos que dejasteis la tierra
    preñada de la roja simiente
    surcada por los lentos arados de silencios tremendos
    ya llegará la hora del parto milagroso
    cuando en peregrinación vayamos a buscar vuestro huesos/
    para fincar con ellos los cimientos de nuestra nueva vida para afianzar con ellos las rojas barricadas
    para labrar las cachas del corvo justiciero
    Hombres rojos y oscuros de las cumbres
    mañana
    cuando la flor radiosa de los vientos
    desparrame por todos los rincones de América
    la mazorca simbólica
    que creció en el sepulcro del negro Farabundo
    cuando los hombres nuevos levantemos del polvo vuestro sueño/ vosotros
    los bandidos de hoy
    los criminales que erigisteis el soviet de Juavúa
    seréis los santos rojos
    precursores de nuestra felicidad
    Yo cantaré canciones por vosotros
    hombres de los izalcos


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 12:21

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    11.- Pedro Geoffroy Rivas-

    MUESTRA POÉTICA

    II

    VIDA, PASIÓN Y MUERTE DEL ANTIHOMBRE (Extracto)

    Con un afán de árboles
    Ella desenterró sus muertos para esta vida en que culminan
    diez millones de vidas,
    crucificó su cuerpo en la corte de todos los caminos para mí
    alzado y sin fronteras
    y nutrió mis raíces en el hueco de una vieja nostalgia de ojos
    madrugados.

    Y fui yo solo entonces a taladrar mi brecha,
    prolongando un dolor que me llegaba nadie sabe de dónde,
    a llenar mi destino de ser apenas un jalón en el sueño,
    a pulir mi diamante, a descubrir mi pozo,
    a levantar muy alto unas cuantas banderas de alegría.

    Un niño triste a veces se me asoma a los ojos,
    pálido niño pálido de silencio y de anhelo.
    A veces también lloro por mi frustrada ancianidad,
    grito sobre mi muerte lejana y prematura,
    sumergido en angustia,
    como quien hunde la cabeza en una almohada
    para que nadie vea sus latentes racimos de tristeza.

    Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno
    espermatozoide de abogado sin clientela

    Ah, corazón en llamas, desplazado, derruido,
    expresado a voz alterna de ansia y alegría.
    Flor abierta y sangrando su respuesta sin el
    claro motivo de una sola pregunta.

    Ah, compañera, compañera mía, dueña del mundo, esclava.
    Ah, silenciosa mía silenciosa.
    Tú y yo concretamos el tiempo y la distancia,
    limitamos la vida como entre dos paréntesis
    y ordenarnos el mundo con una geometría inusitada.

    De légamos profundos, inconforme,
    levantándose absurda, desmedida,
    monstruosa de protestas,
    agria la voz que me agobia,
    que me empuja,
    que me alza y me sumerge.

    De dónde vino a mí?
    De dónde fue en nosotros?
    Quién arrojó semillas a los surcos hambrientos?
    Desde cuándo eran nuestras las estrellas?

    De aquí. De allá. Ellos. Nosotros. Desde siempre

    Para qué preguntar.

    Lento buzo de fuente humilde y mínima
    trajo palabra antípoda para la voz alzada,
    desbordada respuesta, ancha, sin tregua,
    palpitando en las vértebras mismas de las interrogaciones,
    médula joven mía tensa y firme.
    Y a los potros del viento fatigaron los ecos.

    Vivíamos sobre una base falsa,
    cabalgando en el vértice de un asqueroso mundo de mentiras,
    trepados en andamios ilusorios,
    fabricando castillos en el aire,
    inflando vanas pompas de jabón,
    desarticulando sueños.

    Pobrecito poeta que era yo, burgués y bueno.

    Y descendí también a los infiernos.

    He visto al hombre desnudo y tembloroso
    purificarse en llamas de miseria.
    He visto al hombre en toda su terrible verdad,
    en su espantosa y sublime verdad,
    revolcarse en los lodos de las más cruentas y salvadoras abyecciones,
    empinarse en los inicuos pedestales de las más íntimas y dolorosas bajezas
    y surgir transparente de los fuegos de su propia recriminación.

    Y también me levanté de entre los muertos.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 12:26

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    12.- HUGO LINDO

    BIOGRAFÍA ( de ENCICLOPEDIA BIOGRÁFICA EN LÍNEA)

    La Unión, 1917 - El Salvador, 1985) Poeta, novelista y cuentista salvadoreño cuya poesía se caracteriza por su impronta religiosa y metafísica, como en el poema Católica biografía del dolor (1943). La mirada comprometida define su obra narrativa y ensayística.
    POESÍA SOCIAL III (En la primera página de Poesía Social I hay un índice de autores) - Página 23 Lindo_hugo
    Hugo Lindo
    Hugo Lindo estudió jurisprudencia y ciencias sociales la Universidad de El Salvador, por la que se doctoró en 1948. Su tesis, El divorcio en El Salvador, fue galardonada con una medalla de oro por las autoridades académicas. Sirvió como embajador en Bogotá y Madrid y llegó a ser ministro de educación (1961). Posteriormente fue nombrado director de la Oficina de Asuntos Culturales de la Organización de Estados Centroamericanos. Perteneció a la Academia Salvadoreña de la Lengua, de la que fue director emérito, y fue miembro correspondiente de las Academias de España, Chile, Colombia y Honduras.
    Su poesía busca alcanzar la revelación lírica a través de la claridad y la transparencia, y es también un acto de conocimiento, una búsqueda de las formas enclavadas en la realidad. La exactitud y claridad poéticas, sin embargo, denotan una lucha contra lo transitorio de la vida, las cosas y las propias palabras: "Y cada vez que pienso una palabra /digo / no es esto, / no. // Cubre una red sonora / un extenso vacío.// No es esto, / no. / Todavía no es esto.// Mejor borremos una a una, todas / las palabras escritas", sentimiento de fugacidad que intenta vencer suministrando a las palabras todo su poder redentor.
    Entre sus numerosos poemarios merecen destacarse Clavelia (1936), Poema eucarístico y otros (1943), Libro de horas (1948, primer premio del Certamen Permanente 15 de Septiembre), Sinfonía sin límites (1953), Trece instantes (1959), Varia poesía (1961), Navegante río (1963, primer premio de los Juegos Florales de Quezaltenango), Sólo la voz (1968, premiado en el Certamen Nacional de Cultural), Maneras de llover (1969), Este pequeño siempre (1971), Resonancia de Vivaldi (1976), Fácil palabra (1985) y Aquí mi tierra (1989). Póstumamente apareció Desmesura (1993), un largo poema de carácter autobiográfico que quedó inconcluso.
    Sus cuentos fueron antologados en diversas selecciones regionales como la Antología del cuento moderno centroamericano (1949-1950). De su obra en prosa destacan sus narraciones religiosas e introspectivas como El anzuelo de Dios (1956) y ¡Justicia, señor gobernador! (1960), junto a otras novelas como Cada día tiene su afán (1964) y Yo soy la memoria (1983).


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 12:34

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    12.- HUGO LINDO

    MUESTRA POÉTICA

    A/ NAVEGANTE RÍO:

    Y estamos otra vez, ángel del alba,
    ante el vitral de tu presencia pura
    hecha carne de luz. Las nubes claras,
    los rumores silvestres,
    el navegante río río abajo
    y el corazón enarbolando esperas.

    Bienvenida tu lámpara
    y el cáliz de la flor y la cigarra,
    porque todo está húmedo y fragante
    y el verde es fresco, ¡menta y mejorana!

    Hoy se inicia el amor. El suave canto
    del amor, simplemente.
    La juventud se baiia en las albercas,
    retoza en las colinas
    y tiene un ansia de volar
    con sus hermanos de plumaje y trino.

    Y entrelaza las manos y sonríe.
    Y tiembla un poco de ignorar.
    Y se asombra de estar sobre la tierra
    cuyo misterio sube por las venas
    hasla la soledad y el sueño abiertos.

    La juventud.
    El alba.
    Da lo mismo.

    El árbol en sus pomas se solaza
    y una ternura, una turgencia crecen
    bajo la luz,
    sobre la luz,
    en ella.

    De los helechos tiernos cae el agua,
    salto mortal de espuma,
    y el cuenco de una sed nunca cumplida
    recoge su milagro.
    Aquí comienza el río, ángel del alba,
    el navegante río río abajo,
    aquí comienza, en la inicial burbuja,
    en el salto mortal.

    Luego se irá la juventud al tiempo
    y en el tiempo hallará cauce y destino.
    Luego se irá la juventud, y el río
    se irá con ella hasta la edad callada.

    Pero hoy, el hoy exacto, el hoy de ahora,
    el que se irá con juventud y río,
    está maduro ante la luz y el tacto
    y ante el misterio fino de la gula,
    y es bronce de alegría en el oído,
    y miedo aventurado y atrevido
    por el túnel del sexo.

    iAh, de la flor y el fruto y la semilla!
    iAh, de la flecha, Sagitario ciego!
    !Tibia razón del mundo que amanece,
    ángel del alba, cifra del secreto!

    El hoy es hoy.
    Ahora.
    Nunca.
    Siempre.
    Cresta de la montaña en donde el río
    mira con estupor ambas vertientes.
    Es la altura cabal. Y en ella estamos,
    ángel del alba, jóvenes, enhiestos,
    recibiendo tu luz.

    Hoy se inicia el amor, doncellas, niños,
    ángeles del linaje de los vientos,
    y el prado es verde por su verde esencia,
    como un espejo de esperanza puesto
    bajo los pies que danzan, ¡aleluya!

    ¡Bebed el hoy en esta copa clara,
    en la inocencia del rocio,
    en las manos del aire!

    iEl navegante río río abajo
    y el corazón enarbolando esperas!


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 13:30

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    12.- HUGO LINDO

    MUESTRA POÉTICA

    B/ SANGRE ADENTRO

    Como se entra en calor
    yo voy entrando en sangre.

    Primero por el peso de los párpados
    y el ardor de los ojos.
    Después, por el pequeño golpeteo a sordina
    que hiere el yunque de las sienes.
    Luego, por el reloj de las arterias
    que va marcando el pulso de la vida,
    y un fuego de rubor que sube al rostro
    por la escalera dura de la fiebre.

    Yo voy entrando en sangre.

    Dejadla fluir
    y que la boca de la herida cante.
    Dirá pausadamente a los comienzos
    lo que después ha de gritar a borbotones.

    Empezará a correr como un hilillo
    casi inocente
    para inundar la historia
    con su líquida lámpara y su esfuerzo.

    Porque los dioses, los altivos dioses,
    no tienen sangre.

    Sólo nosotros, dioses disminuidos
    o gusanos alzados.

    Sólo nosotros, digo, con la marca y marea
    de su flujo,
    desde que era doncella nuestra madre,
    desde que su amapola de ternura
    se rasgó para darnos cal y canto,
    desde que en el pulmón del primer aire
    nuestro grito inicial abrió las puertas.

    ¿O estaba nuestra sangre en otra sangre,
    y desde ayer venía persiguiéndonos?
    (De un color en el mar -sangre del mundo-,
    de otro color entre las venas de los bosques).

    iOh, si! Yo soy mi sangre. Y ella empina
    la sustancia del canto.

    Vedla bajar por aluvion de siglos
    hasta lengua y garganta,
    a veces como amor, como tomado,
    como pecho rajado por la guerra,
    como viscera rota.

    Vedla venir de los varones
    y de las hembras del pasado,
    en el torrente de una magia
    creadora, inevitable.

    !Cuánta memoria de sonrisa y llanto!
    !Quá aglomerados miedos en su nombre!
    Y el jardín de la muerte con sus flores
    a medio abrir, abriéndose, ya abierlas,
    para que el semen de los cementerios
    edifique la sangre de los hijos.

    Si el hombre navegara sangre adentro
    y supiera el rumor de su congoja,
    el gorgoteo de su instinto
    y la burbuja de su pensamiento;
    si el hombre, como un ojo sangre adentro,
    viera su eternidad y su minuto
    y la arista cabal de su destino,
    sabría ya que hay una sola sangre,
    la de los muertos y la nuestra, ardiendo.

    Ardiendo desde ayer y para siempre
    en cada voz,
    en cada rayo
    de la palabra y de la luz y el crimen.

    Ésta es la sangre nuestra.

    Porque los dioses, los altivos dioses,
    no tienen sangre.

    Dejadla fluir
    y que la boca de la herida cante.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 13:47

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    13.- LILIAN JIMÉNEZ.





     


    Lilian Jiménez.
    Nació en Santa Ana, El Salvador, el 13 de diciembre de 1922, ensayista, poeta, periodista,  estudió filosofía y letras en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos de Guatemala. En este país vivió de 1945 a 1954; formó parte del grupo Saker-ti. Se casó con Raúl Leiva, escritor guatemalteco. En 1954 escribió su primer libro de poesía, refugiada en la embajada de Ecuador en Guatemala, donde permaneció algunos meses en espera de salvoconducto para exiliarse, luego del cruento golpe de estado que derrocó al presidente Jacobo Arbenz Guzmán el 27 de junio de ese año. En 1955 publica Tu nombre y en 1959 Sinfonía Popular.

    MUESTRA POÉTICA

    A / POEMA A EL SALVADOR.



    Sangre de El Salvador hay en mis venas
    nacida, fruto cálido, del pueblo
    como parte de un río que se vierte
    en el inmenso mar americano.

    Tierra querida, Cuscatlán antiguo,
    trayectoria de mitos y de símbolos,
    azules espirales de la Historia
    de una tribu pipil que buscó ansiosa
    su libertad y su destino.

    Renace de la muerte
    el indio altivo,
    Atlacatl soberano con tatuaje de piedra
    hallando eternidad en cada hijo
    que ha recogido
    su legado de siglos.

    Resuena en la gran boca del Izalco
    el encendido signo
    que se cuajó en estrella
    desovillando luces de esperanza,
    y un hálito de flechas y espadas
    anuncia al hombre la pujante fuerza
    de mi pueblo viril que hoy se encamina
    a la visión perenne del futuro
     




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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 13:56

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    13.- LILIAN JIMÉNEZ

    MUESTRA POÉTICA

    B / Y YO TE AMABA Y



    Y yo te amaba
    antes que el rocío
    cayera como lágrima en la tierra,
    antes de que los campos
    se inundaran de luz en la mañana,
    antes que la materia
    sacudiera el silencio
    al revelar su signo.
    Y yo te amaba desde siempre
    y te buscaba en la espiral del tiempo:
    en cada edad y en cada círculo
    del porvenir incierto,
    a través de la lluvia y de los mares,
    a través de la sombra y del abismo,
    a través de mi grito y de mi sueño.

    En las calladas noches
    esperaba tu barco
    para que anclara un día
    sobre mi corazón de fuego.
    Y vencedor llegaste, desatado,
    a mi sedienta isla
    con esa magia que te ha dado el tacto.
    ¡Oh sitiador violento
    de todos mis caminos!
    Y vencedor llegaste perforante,
    a turbar el silencio
    de mi febril espera.
    Y a mi viniste,
    vertiginoso río,
    sobre mis valles y montañas
    a destrenzar los vientos
    y a despertar los pájaros del sueño.
    Y a mi viniste
    con resplandor de estrella
    hombre de musgo y de metal oscuro,
    una pirámide, un templo
    alzóse con tu imágen.
    Fundiste entre mis aguas
    tu rostro de granito.

    Ahora la esperanza
    como sedosa hiedra
    ha subido segura por mis huesos.
    Hay un incendio
    de amor sobre mi pecho:
    crecen las llamas de mi propia brasa.
    Agitaste las pasiones
    sobre el tendido valle de mi cuerpo:
    vivió el calor la luz;
    el vino de mi sangre derramose
    en ondulante río,
    crecieron las rosas del silencio
    y un vendaval de ruiseñores
    cantó la Primavera...

    Por tu cuerpo de miel
    sonríe un mundo musical,
    de extraña aurora:   (Cont.)
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    entretejidos sueños para el hombre
    que vuelca su esperanza
    en colectivos rostros.
    Acaso en uno de tus puertos
    quedóse un jeroglífico
    quizás indescifrable...
    Hay un cristal azúl sobre tu pecho
    que refleja otra patria y otro siglo,
    un vuelo de palomas por tus manos
    y un olor a limón en tus colinas.
    Eres la tierra
    el rumor intacto
    el agua transparente y la poesía.
    Quisiera estar contigo
    temblante cada noche
    -gacela herida a tu costado-
    donde siempre el silencio
    tendiera ya sus alas.
    En la callada pieza,
    y se duermen los ecos y los ruidos;
    cuando el gemir yacente no te puebla
    y se quedan tus labios apagados
    -amortajadas rosas del silencio-
    tus poros brotan un sudor tranquilo
    que va cayendo de tu piel oscura
    como rocío de la noche inmensa:
    quedando florecido
    el trébol soledoso de mi cuerpo.

    Hoy pudiste conducir
    tu deseo hacia mis muro
    s,
    sumergirte gozoso
    en los ocultos mares de mi gracia,
    hombre de sed, de húmedo tacto,
    descubridor de mis sentidos,
    buceador en las aguas
    de mis ríos lentos.
    Tuyo es mi barro
    con su antigua leyenda
    de palpitantes sueños
    y tuyo mi destino
    de sinuosos cauces.

    No me dejes a solas
    con el roto silencio
    y con la inocencia perdida.
    No me dejes a solas
    como temblante estatua
    en luminoso fuego.
    No me dejes en sonoroso
    marea amurallada
    en este laberinto de la vida.
    Deja que mis ojos se sequen
    de mirarte siempre
    y mis palabras giren
    llenas de júbilo
    para buscar el viento.
    POESÍA SOCIAL III (En la primera página de Poesía Social I hay un índice de autores) - Página 23 Ball


    Última edición por Pascual Lopez Sanchez el Dom 12 Nov - 14:02, editado 1 vez


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Dom 12 Nov - 14:00

    APPS


    13.- LILIAN JIMÉNEZ

    MUESTRA POÉTICA

    B / Y YO TE AMABA ( final)


    entretejidos sueños para el hombre
    que vuelca su esperanza
    en colectivos rostros.
    Acaso en uno de tus puertos
    quedóse un jeroglífico
    quizás indescifrable...
    Hay un cristal azúl sobre tu pecho
    que refleja otra patria y otro siglo,
    un vuelo de palomas por tus manos
    y un olor a limón en tus colinas.
    Eres la tierra
    el rumor intacto
    el agua transparente y la poesía.
    Quisiera estar contigo
    temblante cada noche
    -gacela herida a tu costado-
    donde siempre el silencio
    tendiera ya sus alas.
    En la callada pieza,
    y se duermen los ecos y los ruidos;
    cuando el gemir yacente no te puebla
    y se quedan tus labios apagados
    -amortajadas rosas del silencio-
    tus poros brotan un sudor tranquilo
    que va cayendo de tu piel oscura
    como rocío de la noche inmensa:
    quedando florecido
    el trébol soledoso de mi cuerpo.

    Hoy pudiste conducir
    tu deseo hacia mis muro
    s,
    sumergirte gozoso
    en los ocultos mares de mi gracia,
    hombre de sed, de húmedo tacto,
    descubridor de mis sentidos,
    buceador en las aguas
    de mis ríos lentos.
    Tuyo es mi barro
    con su antigua leyenda
    de palpitantes sueños
    y tuyo mi destino
    de sinuosos cauces.

    No me dejes a solas
    con el roto silencio
    y con la inocencia perdida.
    No me dejes a solas
    como temblante estatua
    en luminoso fuego.
    No me dejes en sonoroso
    marea amurallada
    en este laberinto de la vida.
    Deja que mis ojos se sequen
    de mirarte siempre
    y mis palabras giren
    llenas de júbilo
    para buscar el viento.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Nov - 5:17

    Y ¿cómo pretendes que te alcance?, jeje. ¡Qué velocidad lleva usted, caballero!
    ¡Inmenso tu trabajo! así que darte las gracias es lo que corresponde, y ésta que escribe, a la velocidad del caracol, pero sigo.
    Besos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Nov - 5:23

    David Escobar Galindo

    Fragmento: Libro del Fiel


    23

    Y mañana cuando amanezca habrá un mensaje en el ordenador,
    un poema ambulante para el día de lluvia,
    un soneto quizás para que no olvidemos la protección de Lope,
    Padre nuestro,
    un haiku de repente recogido en el aire como una rosa de ceniza,
    basta tocar la tecla exacta para que Dios nos dé su correo electrónico,
    este es el gran milagro de las potencias tecnológicas,
    la obra del corazón global resumida en un toque de aleluya,
    lo demás es basura silenciosa,

    Como la agenda del G-8.



    24

    Desde que habito tus almohadas
    ninguna estrella me es ajena,
    desde que comparto contigo las porcelanas del asombro
    no hay alimento que me niegue su intrépido perfume,
    desde que regreso a ti de la jornada escrupulosa
    todas las rimas del tiempo radiante se hallan a gusto en mi cuaderno,
    desde que me olvido de las razones suficientes para ser feliz
    ya no hay por qué temerle al olvido, que vuelve a ser nahual doméstico.

    NY, 6-VI-2003, 4:30 p. m.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Nov - 5:25

    David Escobar Galindo

    Fragmento: Libro del Fiel


    25

    Viajero solo en paz, y redimido.
    ¿Cómo explicar mejor mi fe de viaje?
    Si es regresar al íntimo hospedaje
    guardando en las alforjas lo vivido.

    Ninguna luz de fuego más sentido,
    ningún recuerdo con mejor cordaje,
    ninguna inspiración de más voltaje,
    si todo el hospedaje es un latido.

    Un latido sereno y compartido,
    un celaje que alienta el homenaje
    que hace a su dueña el caballero ungido.

    Y así, a la luz del áureo reciclaje,
    se resume la vida en el sabido
    sentir que no hay alianza sin mensaje.

    NY, 6-VI-2003, 6:14 p. m. (2002-2003)



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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Nov - 13:44

    David Escobar Galindo

    Poesía varia


    El caballero de Magritte

     Caminaba por calles
    donde la luz se demoraba mucho,
     quizás contando gajos de San Carlos.
    Eran esos lugares apacibles,
    de inmóviles señoras a las puertas
     y costureras en un fondo de humo.
     Yo no nací para las avenidas
     -hago una salvedad: Campos Elíseos-,
    sino para los quietos callejones,
     para los caminitos con recodos.
     ¡Es una ceremonia tan magnánima
    la de admirar antiguos adoquines,
    con ojos inocentes que nos siguen
     desde el gastado albor de los encajes!

    A la par de las verjas,
    los pequeños jardines eran reinos
    donde una rosa siempre gobernaba.
     Una rosa distinta cada día:
    la de ayer más fragante,
    la de hoy más empinada,
    la de mañana casi con luz propia,  
    la de después con tiernas telarañas.
    Era tan dulce el aire
    como si hubiera hecho la siesta
    junto a la dulcería «Las Gardenias»;
     y yo, cuidándome de no ser visto,
    cortaba un ramo de aire,
    y lo iba saboreando hasta el cansancio,  
    con la perseverancia del profeta.  

    Alguna vez, las calles
     se llenaban de lluvia:  
    era como si todas las cortinas
     se rebelaran tras de sus balcones,
     con un murmullo alegre y recatado,
     que le daba al ambiente
    esa ternura de filial crepúsculo.
     No sé por qué la lluvia
    siempre me sorprendió cuando la tarde  
    ya no tenía apenas resplandores.
     Era una lluvia viva, desde luego.
     Una lluvia caliente y vaporosa.
     La lluvia que sonaba entre los árboles
    como la antigua y auroral marimba,
    tocada por ancianos.
     
    Me enseñaron las calles
     la paciencia del río cotidiano,
    la claridad humilde del remanso
     que refleja una garza imaginaria.
     Supe después la fuerza de los ríos,
     brilló después se fue volviendo espacio
     donde ya era posible
     inventar una estrella.
    Pero nunca dejé de caminar
    por las calles tranquilas, suburbanas,
    igual que el enlutado personaje
    de Magritte, sin edad, siempre de espaldas.  
    Quizás los muros se descascaraban,
    quizás las puertas eran más herméticas.
    Yo siempre caminaba por las calles
    donde la luz se demoraba mucho,
     donde la vida era el indescifrado,
    sereno laberinto.
     Nunca dejé de andar por esas calles,
    porque sé que una de ellas desemboca
    en la Plaza del sueño.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Nov - 13:51

    David Escobar Galindo

    Poesía varia


    Ars poética

     ¡Belleza, flor de sueño, al fin alientas
    después de tanto espanto y tanto llanto!
    Porque también tu gracia puede tanto,  
    tanto más que el crujir de las afrentas.

    Después de la dolencia del espanto,
    cómo surgen tus músicas sedientas:
    surtidores que ayer fueron tormentas
    murmullos que mañana serán canto.

    Se escondió tu vigilia donde pudo,
    durmió entre los escombros hecha un nudo,
     se ocultó en un rincón de la cornisa.

    Pero ha venido el tiempo del sosiego.
    ¡Y tú, belleza, manantial de fuego,
    renaces otra vez de la ceniza!


     

    El episodio terrorista dos


       Ando entre luz quebrada, oscurecida,
    con una abeja dentro del cerebro,
    pulso de amor abriéndose, cerrándose;
    y las palabras cotidianas gimen
    como puertas antiguas, sin retorno,
    una taza de leche cumple el celo
    de la época, pasan los ejércitos
    mientras por la ventana ven mis ojos
    una pequeña calle transversal
    con suaves casas que no se imaginan
    la vecindad del hombre desvelado
    por la violencia -polvo irrestañable,
    remolino de polvo que aparece
    por un segundo, igual que los relámpagos.
    Tiempo de meditar- silla furiosa.
    ¿Seré el cautivo o el apasionado?

    Ambos -doble rumor de la estructura:
    el sonido del arma en pie de vuelo,
    la razón que estrujada se alimenta
    de sus propias sustancias ofendidas;
    y hoy levantarse con el santo y seña
    desde la construcción ebria de clavos
    hasta la densidad del sentimiento,
    fértil como canela masticada,
    es una soledad de doble filo,
    un tener la remota valentía
    de caminar con húmedos plumajes
    entre las horas de crucial encuentro.

    Después de todo el aire es una dádiva
    llena de pasionales abundancias,
    ¿y qué enseña este tiempo sino el eco
    de la conturbación racionalista,
    bella en inútiles declaraciones,
    la organizada sombra de las piedras
    que en su esplendor de muros y de tumbas
    tapia a muertos y a vivos, a opresores
    y a oprimidos, a limpios y a envidiosos?

    El sol entre los árboles ardiendo
    me quema la mirada, me enternece,
    porque respiro un fuego respirado
    y amo este reino de respiraciones,
     hoy más que nunca, ante el clamor secreto.

    Y de esta funeral demografía,
    de este ecológico derrumbamiento,
    de esta presión impúdica, inodora,
    de esta anillada criminalidad,
    ¿hacia qué callejones embocamos,
    enardecidos entre dos cegueras?
    Quizás nunca se extingue al fe última,
    la luna clara al fondo de la sangre,
    así como los ojos siempre vuelven
    hacia un desnudo de mujer deseada.

    Mi corazón olvida entre las sombras
    sus tijeras sagradas: los recuerdos.


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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Nov - 14:14

    David Escobar Galindo

    Poesía varia


    Primera confesión

    Para acercarme a tus manos tengo que inventar un jardín.
    Eso lo supe desde un instante muy remoto en el tiempo:
    Cuando nos descubrimos aquella tarde en el cristal de Alejandría.
    No sé si yo era real, pero tú acababas de revivirme en tu memoria,
    Y eso bastó para que la noche se incorporara de sí misma con rumor de destino,
    aleteando entre las sombras de los semidioses complacientes.
    Tú, la muchacha descalza, caminabas contra mi pecho;
    Y al tocar con tu energía fabulosa el río de mi piel,
    Me convertiste en vapor excelente y cobarde,
    Cruzaste por mis membranas como por una Vía Láctea fecunda y fantasmal,
    Te deslizaste con sigilo sutil bajo mis genitales venturosos,
    Y seguiste adelante, por esa ruta fácil donde ya para siempre debía transitarte,
    De seguro marcado por la respiración del poema recóndito.
    Los siglos son hisopos obedientes desde aquel atardecer.
    Los milenios resplandecen como las ajorcas de tu misterio imaginado.
    Si tuviera que describir esa ilusión feliz tendría al final que desprenderme
    De todos los orgasmos de la fantasía, y quedarme solo y desnudo,
    Transfigurándome en un profeta más poderoso que su Dios.
    ¡Y esas son las demasías que mi condición de obrero transpirante no permite!
    Después, llegaron las épocas del éxodo.
    Tuve que huir hacia el futuro para alcanzar tu palidez,
    Reclinándome cada primavera en el dilema de estar vivo.
    Las puertas infinitas de la mar océana me acogieron como al hijo pródigo.
    Desembarqué cien veces en el viejo muelle del presentimiento,
    En busca de otra ciudad como la nuestra, con sus espejos y sus travesaños.
    Pero todos los veleros me llevaban de vuelta hacia la soledad,
    En un círculo atormentado por las celestes recriminaciones.
    Si soy humano, el fuego cumple en mí su cruzada contra los nómadas
    arcángeles.
    Si soy divino, la armonía feroz asume la tarea de derrotar mis sueños húmedos.



    Ejercicios matinales


    La palabra que se libera a sí misma se vuelve una pequeña abeja que pica a diestro y siniestro. Si esa abeja se africaniza, se introduce el caos en el panal de las palabras. De ahí el murmullo furioso de ciertas multitudes.

    * * * * * * *

    Toda la filosofía de la vida se resume, nos guste o no, en una sola palabra: Esperar. Un esperar en la medida humana de lo relativo. Porque el que no espera nada, ya no vive; y el que lo espera todo, tampoco.

    * * * * * * *

    Una poesía sin intimidad carece de raíces. Puede tener la vistosidad de un espejo o el resplandor de una luz de bengala, pero jamás tendrá la vitalidad inocente de un árbol.

    * * * * * * *
    La poesía, como el aire, tiene el don de la ubicuidad. Su existencia es inmemorial, su misterio es intangible. Algunos ilusos, en todas las épocas, han pretendido guardarla en frascos, y ponerle viñetas, como si se tratara de una medicina o de un reconstituyente; pero la poesía nunca se ha dejado atrapar por mucho tiempo, y se ha escapado como lo que es: El afluvio supremo del espíritu.

    * * * * * * *
    Al que odia o al que envidia se le nota en la cara. Es posible que para guardar las apariencias indispensables el odiador y el envidioso aprendan una buena rutina de sonrisas y gestos amables. Esa rutina la aplican con cuidado, para no delatarse, porque el odio y la envidia, cualesquiera sean sus razones o impulsos, son males que nadie confiesa, sufrimientos atroces que nadie quiere reconocer. La rutina del encubrimiento puede ser perfecta. Pero el odiador y el envidioso también son humanos, y en algún momento bajan la guardia. Si alguien está atento, y en el ángulo de observación conveniente, podrá ver cómo la falsa sonrisa se derrite, dejando ver los dientes, como una calavera; y cómo la mirada se convierte en un rayo seco, por el que fluye una lágrima de hiel.

    * * * * * * *
    Andas buscando a la mujer de tus sueños en la inmensa plaza llena de gente que circula. Sabes que está ahí, porque las luces de la tarde te lo anuncian. Quieres clamar su nombre, pero temes que al menor ruido la plaza desaparezca como por encanto; la plaza, y con ella la multitud, las luces maravillosas del crepúsculo, y tú mismo, y sólo quede, extraviada para siempre, la mujer de tus sueños.








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    Mensaje por Lluvia Abril Lun 13 Nov - 14:17

    David Escobar Galindo

    Poesía varia



    Aventura superior

    Cuando toco tus manos me imagino
    Que toco las fronteras del origen;
    Y desde ahí, las voces que me rigen
    Van subiendo al silencio que adivino.
    Voy subiendo en tus venas, con el sino
    De los fieles hidalgos que se exigen
    Disciplina y fulgor, y no transigen
    Sino con el hallazgo diamantino.
    Cuando toco tus manos ya poseo
    La perfecta blancura, diferente
    A todas las blancuras conocidas.
    Y con esa blancura por trofeo,
    Avanzo en mi aventura reverente
    Cruzando los espejos de otras vidas.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 13 Nov - 20:46

    APPSS


    14.- EDUARDO MENJIVAR

    No he encontrado muchas referencias biográficas suyas, en Cultura 54, unas escasas notas. Sin embargo sus sonetos merecen la pena. Pongo dos de ellos :

    I

    SED DE PAZ

    Pues mi padre ignoró mi fuego interno
    y mi gran tempestad sin continente.
    Yo era para él -tal vez, posiblemente-
    una criatura mas hacia el infierno.


    Y fui verano a siglos de su invierno.
    ¿Qué podía esperar de mi fulgente
    soledad? ¿qué celaje? ¿qué simiente?
    ¿qué relámpago azul de fuego eterno?

    Sin embargo. . . ¡qué hombre formidable!. . .
    Ferroviario de sangre; fronterizo
    al lago de un silencio navegable.

    Y siempre me creyó lampara ciega.
    Al menos: siempre ignora que agonizo
    con una sed de paz que nunca llega.

    II

    ÚLTIMO TÚNEL



    Sombra y nube: dos alas uniformes.
    Cuscatlán amanece anocheciendo.
    Tierra de pan. . . y sobre el pan, hirviendo,
    dos millones de hormigas inconformes.


    ¿Habrá como este globo nuevos globos
    de millares de ovejas sin aprisco?
    Pueda que Dios, igual que San Francisco,
    confirme los motivos de los lobos.

    El planeta vacila entre sus ejes.
    Sobre siglos resuenan nuevos Jefes
    que siguen de las nieblas el contorno.

    La paz no tiene paz. . . Anda volando. . .
    Y el mundo lentamente va llegando
    al túnel sin salida ni retorno.


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    Mensaje por Pascual Lopez Sanchez Lun 13 Nov - 20:53

    APPS

    12.- HUGO LINDO

    ( Sí, ya sé que lo he puesto... pero ciertamente, no paro de leer. Y me parecería imperdonable que no leyerais este poema... Luego sigo el orden normal establecido - hasta que suja otra excepción- 



    Dimensión de la esperanza
    Tierra, madre marchita y ampulosa,
    Madre vencedora y vencida,
    Regazo de la hiena y de la mariposa,
    Del santo y del homicida:
    Creemos en tu ruda maternidad, en tu dolorosa
    Pasión de ser el sitio de la vida.
    Creemos en tu lloro fecundo
    Que hace crecer la mies y madura la poma
    Y riega sobre el mundo
    Con excelsa locura
    La virtud, el amor y la aventura,
    Y el trino y el color y el aroma.
    Y pues somos creyentes de tu rito,
    Apáganos ya el grito
    Del hombre mutilado, de la virgen desnuda,
    Del niño escarnecido y de la viuda...
    Brillen de nuevo en la campiña
    Los prados de esmeralda,
    Y florezca la niña
    Que recogía moras en su falda.
    Sea dado rezar como otras veces
    -mas no al igual que los abuelos
    que elevaban sus preces
    al reino de los cielos:-
    Mezclada la oración con el trabajo,
    Vencidos los blasfemos,
    Dios será con nosotros aquí abajo.
    Y entonces rezaremos,
    Puestos a la otra orilla de la guerra,
    Con el pecho frutal, con el alma encendida,
    Una oración, de pie como la vida:
     
    "¡Padre Nuestro que estás en la tierra...!"


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    Mensaje por Lluvia Abril Mar 14 Nov - 4:36

    David Escobar Galindo

    Poesía varia



    Jazmines Heredados


    Cierro los ojos para ver la luz
    que sobrevive al íntimo terror
    de disolverse en la total conciencia;
    y hay primero una ráfaga difusa,
    una explosión serena y ambarina
    que tiembla como el fluido de los sueños
    en la frontera de la madrugada.

    Doy un paso, y la frágil claridad
    se abre como llamándome,
    como invitándome a su intimidad
    aterradora y dulce:
    es una sensación desesperada
    y sosegada al mismo tiempo,
    el inicio quizás
    de la aventura del entendimiento,
    pero no por la sed de la razón
    sino por la fragancia deliciosa
    del ser y el olvidar entrelazados.

    ¡Yo he soñado esta gracia tantas veces,
    y sin embargo siento
    la torpeza descalza del primate
    que comprende el milagro de la flor,
    después de estar en vela por milenios!
    Es una fantasía tan fecunda
    que por los poros me gotea música,
    y soy de pronto un semidiós perlado
    en una mutación arrolladora
    que desgasta los genes como fósforos
    y alumbra las estancias más profundas,
    esas que el pensamiento
    se figuró vacías,
    o a lo más ocupadas por fantasmas.

    Y no: el jardín existe,
    el paraíso es un temblor que habita
    las voluptuosidades más anónimas;
    y la verdad difusa del anhelo,
    sentido humanamente hasta la médula,
    transforma al pensador en habitante
    de su cielo enterrado y sin memoria.
    Y de su indefensión que se confiesa
    en el orgullo de la vida impune,
    de ese brillo de espuma
    que congrega en los ojos
    la marejada ausente de la sangre,
    va abriéndose un espacio
    de pájaros que vuelan sin descanso
    en la embriaguez de la nocturnidad,
    de muchachas desnudas que se enredan
    en sus velos sangrantes,
    de nubes que se bañan en el fuego
    y liberan los aires ateridos.

    ¡Y esa es la tierra oculta
    por la luz terminal de la palabra,
    el sitio en que el jilguero
    derrama en una gota
    de alucinada muerte
    mi corazón eterno y sin salida!
    Esa es la fantasía planetaria
    a la que volveré una y cien veces,
    mientras alumbren en la luz secreta
    los maduros jazmines
    del amor inminente
    en un ciego perfume inagotable.




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