Ese árbol de la pradera...

Ese árbol de la pradera...



Era noche clara
La luna plasmaba su blancura sobre la pradera verdinegra
donde sombras que dibujaba el viento,
se movían al compás de una cadencia asombrosa, inimaginable...

Pequeñas motitas relucían en algunos sectores,
margaritas silvestres, pequeñas,
que iluminadas por la luna, parecían diminutos diamantes de Natura.

Un río bañaba el costado sur,
y la luna en él se reflejaba rompiéndose en trozos,
cuando saltaba piedras.

Había un árbol altísimo que se erguía en medio de esa bella campiña.
Solo...
Era un álamo plateado, que reflejaba en sus hojas el fulgor de Diana.

Canto de grillos,
de chicharras enamoradas,
el croar de unas ranas y el grito estridente de un jote,
que anulaba por intervalos la magia del momento,
pero no conseguía distraer la mirada,
el encanto del disfrute de lo que tenía delante de mis ojos,
y que todos mis sentidos percibían.

En esa pequeña partícula del planeta,
que con mí alma había tomado en esa noche,
sentí que me elevaba.
Subía, subía, subía...

Unas manos suaves me jalaban hacia lo alto del árbol.
Mi sorpresa fue grande cuando al llegar,
con toda delicadeza me recostaron en un nido hecho de pétalos y sedas.

¡La Luna estaba tan cerca!
Si estiraba la mano podría tocarla,
pero me dio miedo que se rompiera el hechizo.
Me quedé quieta y callada.

De pronto la Luna me dijo,
que tenía la seguridad de que era amada, y que a ese amor no lo perdería nunca,
porque mi alma estaba henchida de gozo,
de vida
de magia,
de poesía,
de versos que partían de lo interno recóndito,
de sueños que un día vería consumados...

Cerré mis ojos y escuché la melodía que del árbol emanaba.
Era el sonido de miles de campanillas, hojas que movía la brisa,
mezclándose con el canto de los grillos ,
con el murmullo del río,
el croar de las ranas,
el coro de las cigarras apasionadas
y el silencio hechicero que por segundos prevalecía..

Esas manos que me llevaron,
acariciaron con ternura mi piel y tomaron mi cara,
para sellar en mis labios
un beso eterno..

¡Desperté del sortilegio!

Ana María Di Bert
24/02/2016


El jote, es un ave rapaz, de hábitos nocturnos, que anida en la alta montaña.

Los sentidos nos abren a un mundo mágico que llena el corazón hasta rebosar en el poema, en su lectura.

Un abrazo, Ana.
Pedro

Un momento maravilloso que viviste en tu imaginación de poeta y con tu sensibilidad de mujer.
Contemplar todo este paisaje a través de tu relato, me conmueve como yo se que tú te has conmovido.
Espero tu despertar, Ana María, te amo y te extraño.
Besos