I
Ya puedo presentaros:
Tacaxí, manchado de lodo,
cincelado con duras herramientas boreales
en la cruda materia del desierto,
retazo de follaje endurecido,
contextura gomosa que ha tallado la selva
con buril de vegetales.
Tacaxí,
de ásperas proporcionales, indio de arcilla,
mojado con aceite primitivo
de frutas y de charcas,
mensajero de rosas ancestrales,
turbulencia estelar,
sorbo de tierra.
Una violencia antigua
le cruza todo el cuerpo de mandioca,
la persiana entreabierta de los párpados
donde pesa un letargo con cerrajes
de cobre milenario.
Poblado por el viento
- con ese taciturno sigilo de tigres,
de las bestias nocturnas-,
varón de los senderos aborígenes,
sale de un laberinto complejo de cortezas,
de pesado desorden, de veranos,
de atávicos rituales
o de secos tunares ya longevos.
Tacaxí:
sensual, enérgico y severo;
Tacaxí:
sorbo de tierra.
» José Angel Buesa
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