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    CLARICE LISPECTOR I - Página 7 Empty Re: CLARICE LISPECTOR I

    Mensaje por Maria Lua Lun 20 Abr 2020, 04:14




    A PERFEIÇÃO

    O que me tranquiliza é que tudo o que existe, existe com uma precisão absoluta. O que for do tamanho de uma cabeça de alfinete não transborda nem uma fração de milímetro além do tamanho de uma cabeça de alfinete. Tudo o que existe é de uma grande exatidão. Pena é que a maior parte do que existe com essa exatidão nos é tecnicamente invisível. Apesar da verdade ser exata e clara em si própria, quando chega até nós se torna vaga pois é tecnicamente invisível. O bom é que a verdade chega a nós como um sentido secreto das coisas. Nós terminamos adivinhando, confusos, a perfeição.



    ( Clarice Lispector - 2 de novembro de 1968)
    ( A descoberta do mundo (crônicas publicadas no Jornal do Brasil de 1967 a 1973). Rio de Janeiro: Rocco, 1999, p. 155)


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    CLARICE LISPECTOR I - Página 7 Empty Re: CLARICE LISPECTOR I

    Mensaje por Maria Lua Mar 21 Abr 2020, 03:52

    Traducción del cuento "O primeiro beijo" de Clarice Lispector



    El primer beso
    Clarice Lispector


    Traducción: Diana Margarita



    Los dos más susurraban que hablaban: hacía poco que habían comenzado el noviazgo y ambos andaban tontos, era el amor. El amor y lo que conlleva: los celos.



    — Está bien, me creo que soy tu primera novia, y me alegro por ello. Pero dime la verdad, solo la verdad: ¿nunca besaste a otra mujer antes de mí? Él fue simple:



    — Sí, ya besé antes a otra mujer.



    — ¿Quién era?— le preguntó con dolor.



    Él intentó contárselo toscamente, no sabía cómo decirlo.



    El autobús de la excursión subía lentamente la sierra. Él, uno de los chicos en medio de los otros chicos en alboroto, dejaba que la brisa fresca le diera en la cara y se le metiera por el pelo con dedos largos, finos y sin peso como los de una madre. Quedarse quieto a veces, casi sin pensar, y tan solo sentir - era tan bueno. Concentrarse en sentir era difícil en medio del alboroto de los compañeros.



    Y la sed había llegado: jugar con el grupo, hablar bien alto, más alto que el ruido del motor, reírse, gritar, pensar, sentir, ¡caramba! qué seca se le ponía la garganta.



    Y ni sombra de agua. La solución era juntar saliva, y fue lo que hizo. Tras reunirla en la boca ardiente, se la tragaba lentamente, una y otra vez. Era templada, sin embargo, la saliva, y no le quitaba la sed. Una sed enorme, más grande que él mismo, que ahora le invadía el cuerpo.



    La brisa fina, antes tan buena, ahora, al sol del mediodía, se había vuelto caliente y árida y al entrarle por la nariz, le secaba aún más la poca saliva que pacientemente juntaba.



    ¿Y si cerrara las narinas y respirara un poco menos de aquel viento de desierto? Lo intentó por instantes, pero enseguida se asfixiaba. La solución era esperar, esperar. Tal vez tan solo minutos, tal vez horas, mientras su sed era de años.



    No sabía cómo y por qué, pero ahora se sentía más cerca del agua, la presentía cercana, y sus ojos saltaban afuera de la ventana buscando el camino, penetrando entre los arbustos, acechando, husmeando.



    El instinto animal dentro de él no se había equivocado: en la curva inesperada del camino, entre arbustos se encontraba... la fuente de donde brotaba en un hilo delgado la tan soñada agua. El autobús se paró, todos tenían sed, pero él logró ser el primero a llegar a la fuente de piedra, antes que todos.



    Con los ojos cerrados, entreabrió los labios y los pegó ferozmente al orificio de donde vertía el agua. El primer trago fresco bajó, escurriéndosele por el pecho hasta la barriga. Era la vida que volvía, y con esta encharcó todo su interior arenoso hasta saciarse. Ahora podía abrir los ojos.



    Los abrió y vio junto a su cara dos ojos de estatua que lo miraban fijamente y vio que era la estatua de una mujer y que era de la boca de la mujer que salía el agua. Se acordó de que realmente al primer trago había sentido en los labios un contacto helado, más frío que el del agua.



    Y supo entonces que había pegado su boca a la boca de la estatua de la mujer de piedra. La vida se había vertido de esa boca, de una boca a otra.



    Intuitivamente, confundido en su inocencia, se sentía intrigado: pero no es de la mujer que sale el líquido vivificador, el líquido germinador de la vida... Miró a la estatua desnuda.



    Él la había besado.



    Sufrió un temblor que no era visible por fuera y que comenzó en su interior y le invadió todo el cuerpo, reventándole la cara en brasa viva. Dio un paso hacia tras o hacia delante, ya ni sabía lo que hacía. Trastornado, atónito, se dio cuenta de que una parte de su cuerpo, siempre antes relajada, se encontraba ahora agresivamente tensa, y eso nunca le había sucedido.



    Estaba parado, dulcemente agresivo, solo en medio de los demás, el corazón le latía profundo, espaciado, sintiendo que el mundo se transformaba. La vida era completamente nueva, era otra, descubierta con sobresalto. Perplejo, en un equilibrio frágil.



    Hasta que, procedente de la profundidad de su ser, brotó de una fuente oculta en él la verdad. Que pronto lo llenó de susto y luego también de un orgullo que jamás había sentido: él...


    Se había hecho hombre.


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    Mensaje por Maria Lua Vie 24 Abr 2020, 08:41

    Água Viva ( fragmentos)


    “A palavra é a minha quarta dimensão.”

    “...escrevo por profundamente querer falar. Embora escrever só esteja me dando a grande medida do silêncio.”

    “Inútil querer me classificar. Eu simplesmente escapulo não deixando, gênero não me pega mais.”

    “Vou crescendo com o dia que ao crescer me mata certa vaga esperança e me obriga a olhar cara a cara o duro sol.”

    “Nesse âmago tenho a estranha impressão de que não pertenço ao gênero humano.”

    “E sou assombrada pelos meus fantasmas, pelo que é mítico, fantástico e gigantesco: a vida é sobrenatural. E caminho segurando um guarda-chuva aberto sobre corda tensa. Caminho até o limite do meu sonho grande. Vejo a fúria dos impulsos viscerais: vísceras torturadas me guiam. Não gosto do que acabo de escrever – mas sou obrigada a aceitar o trecho todo porque ele me aconteceu.”

    “E eu tinha resolvido que ia dormir para poder sonhar, estava com saudade das novidades do sonho.”

    “Sou uma iniciada sem seita. Ávida do mistério.”

    “Ocorreu-me de repente que não é preciso ter ordem para viver. Não há padrão a seguir nem há o próprio padrão: nasço.”

    “Quanto à música, depois de tocada, para onde ela vai? Música só tem de concreto o instrumento. Bem atrás do pensamento tenho um fundo musical. Mas ainda mais atrás há o coração batendo. Assim o mais profundo pensamento é um coração batendo.”

    “...lembrar-se com saudade é como se despedir de novo.”


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 25 Abr 2020, 04:02

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    Mensaje por Maria Lua Sáb 25 Abr 2020, 04:46

    Clarice Lispector, la escritora incalificable en estilo y en forma


    Reconocida como una de las más importantes literatas del siglo XX, con su lenguaje poético e innovador y su personalidad enigmática se fraguó una leyenda que sigue de actualidad



    No escribo para agradar a nadie”, repitió en innumerables ocasiones Clarice Lispector cuando le recriminaban que no entendían lo que quería decir en sus obras. Jamás le importó el qué dirán, sobre todo partir de que rechazaran, en un periódico de Pernambuco cuando era una niña, los cuentos que enviaba para una sección infantil de relatos. Porque mientras que el resto de niños enviaba textos narrativos, los suyos solo contenían "sensaciones".


    Siempre tuvo claro que se dedicaría a escribir, y de hecho ejerció no solo como escritora, sino que también fue periodista con artículos de opinión, de cocina y de moda. Deseaba ser considerada una mujer normal y, aparentemente, como madre de dos hijos, esposa y alguien que pertenecía a la clase media, lo era. Sin embargo, destacaba en todo porque no era normal en nada de lo que hacía, era una artista genial imposible de encasillar, reconocida en sus círculos íntimos y en los literarios de Brasil, pero poco más allá a pesar de haber viajado mucho durante su escaso medio siglo de vida.

    Clarice Lispector es considerada, junto con Guimarães Rosa, la gran escritora brasileña de la segunda mitad del siglo XX gracias a su estilo, entre la poesía y la prosa. Una marca que llenaba de espiritualidad los detalles cotidianos y que se caracterizaba por utilizar la primera persona en los relatos. No se parecía a nadie y su visión no recuerda a ningún movimiento, si bien pertenece a la tercera fase del modernismo, el de la Generación del 45 en Brasil.

    Chaya Pinkhasovna Lispector fue el nombre que le pusieron al nacer el 10 de diciembre de 1920, en la localidad ucraniana de Chetchelnik. De origen judío, fue la tercera hija de Pinkhas y Mania. Su nacimiento supuso un alto en el camino de huida en una época de hambre, caos y persecución racial. Su abuelo fue asesinado, su madre fue violada y su padre fue exiliado, sin dinero, al otro lado del mundo.


    Al año siguiente de nacer Clarice, toda la familia huyó de los pogromos antijudíos del entonces Imperio Ruso, primero a lo que en la actualidad es Moldavia y Rumanía y más tarde, en 1922 a la ciudad de Maceió (capital del estado de Alagoas), donde ya estaban unos familiares. Al llegar a Brasil todos tomaron nombres portugueses: Pinkhas se convirtió en Pedro, Mania en Marieta, y Chaya recibió el nuevo nombre de Clarice.


    La madre de Clarice Lispector, que había sido violada durante la Primera Guerra Mundial y había contraído la sífilis, murió 10 años después. La creencia popular en el este de Europa decía que un embarazo podía sanar a una mujer afectada por esta enfermedad, pero en este caso tampoco fue así. Clarice nació de este afán por salvarla y supo desde muy pequeña su origen, por lo que el sentimiento de culpa marcó también su vida y su creatividad como escritora.

    En Brasil, su padre, que era alguien brillante y liberal, sobrevivía vendiendo ropa y apenas lograba mantener a la familia, pero estaba decidido a que el mundo viera qué clase de hijas tenía. A los cinco años la familia se mudó a Recife y cuando Clarice tenía 10 lo hicieron a Río de Janeiro. Gracias a este empeño del cabeza de familia, Clarice continuó su educación mucho más allá del nivel permitido a las chicas más favorecidas económicamente y entró en uno de los reductos de la élite, la Facultad de Derecho Nacional de la Universidad de Brasil. Allí, en la escuela de leyes, no había judíos y solo tres mujeres.

    MÁS INFORMACIÓN
    Clarice Lispector, la escritora incalificable en estilo y en formaLa travesía del lenguaje
    Pero sus estudios de Derecho dejaron poca huella en ella porque perseguía su sueño en las redacciones de los periódicos de la capital brasileña, donde su belleza y su brillantez ya deslumbraban por sus rasgos asiáticos, con pómulos marcados y elevados y ojos un poco rasgados. Era, además, una joven culta que conocía y leía con asiduidad a los autores nacionales y extranjeros de más relevancia, como Machado de Assis, Rachel de Queiroz, Eça de Queiroz, Jorge Amado y Fédor Dostoievski.

    El 25 de mayo de 1940 publicó su primera historia conocida, El triunfo. Tres meses después, su padre murió con solo 55 años, por lo que antes de cumplir 20 años Clarice era huérfana. A los 21 años publicó Cerca del corazón salvaje, obra que había escrito a los 19 y por la que recibió el premio Graça Aranha como mejor novela.

    En 1943 Clarice Lispector se casó con un hombre católico, algo inaudito en aquel momento en Brasil. Fue con el diplomático Maury Gurgel Valente, a quien conoció mientras estudiaba Derecho. A finales de ese año, la pareja comenzó a viajar, por lo que en poco tiempo no solo había dejado a su familia, a su comunidad étnica y su país, sino también su profesión, el periodismo, en el que tenía una reputación creciente.

    MÁS INFORMACIÓN
    Clarice Lispector, la escritora incalificable en estilo y en formaCerca del corazón salvaje
    Durante 15 años, hasta que se separaron en 1959, Clarice llevó una vida aburrida de esposa perfecta pero echando siempre de menos Brasil. Su primer viaje fue a Nápoles en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial, como voluntaria para ayudar en hospitales a los soldados brasileños heridos. En 1946 publicó su segunda novela, El lustre, y en los siguientes cinco años la escritora viajó en innumerables ocasiones de Inglaterra a París hasta que, finalmente, la familia se instaló en Berna, donde nació su primer hijo, Paulo.

    Clarice nunca encontró su sitio fuera de Brasil y fue propensa a la depresión, pero en realidad fue gracias a su marido por lo que consiguió escribir, ya que su origen inmigrante la hizo menos permeable a las ideas de la sociedad brasileña, y su matrimonio fue un paso adelante en términos económicos, porque nunca fue rica pero tampoco tuvo que trabajar en nada más que en escribir. Era esposa y madre pero tenía ayuda a tiempo completo para dedicarse a escribir y podía hacerlo en una habitación para ella sola.

    Los temas tradicionales y costumbristas que tenían que ver con las mujeres, la maternidad, el cuidado de la casa y los hijos ya se habían escrito antes, pero nadie lo había hecho como ella. Tal vez esa vuelta de tuerca supuso para Clarice un nuevo idioma, con una extraña gramática que quizás pueda atribuirse a la influencia del misticismo judío que su padre le enseñó. Pero otra parte de su extrañeza del estilo y la forma pueden atribuirse a su necesidad de inventar y de transmitir sensaciones más allá de hechos. Cualquiera que lea sus historias de principio a fin se verá afectado por una búsqueda lingüística incesante y una inestabilidad gramatical que impiden leer con demasiada rapidez y a veces no entender el significado a la primera.

    MÁS INFORMACIÓN
    Clarice Lispector, la escritora incalificable en estilo y en formaAsco, literatura, Lispector
    En 1949 Clarice Lispector publica La ciudad sitiada. Comienza a escribir cuentos y en 1952 publica Algunos cuentos. Viaja junto a su marido a Estados Unidos, donde nace su segundo hijo, Pedro, en 1953. Un año después, en 1954 se publicó la primera traducción de un libro suyo: Cerca del corazón salvaje, en francés, con portada de Henri Matisse.

    En 1959 se separó de su esposo diplomático y regresó a Río de Janeiro, donde volvió a la actividad periodística para conseguir el dinero necesario para vivir de manera independiente. Un año después publicó Lazos de familia, un libro de cuentos aplaudido por la crítica, y un año más tarde la novela La manzana en la oscuridad, que fue llevada al teatro. En 1963 publicó la que es considerada su obra maestra, La pasión según G.H., escrita en tan solo unos meses.

    La pasión según G.H. relata la vivencia de una mujer que un día encuentra una cucaracha en el armario del cuarto de la criada. La protagonista no puede evitar quedarse paralizada por la contemplación de ese insecto, que está atrapado en la puerta y que, a pesar de la repulsión que le produce, continúa mirándolo obsesivamente, hasta hacer de esa experiencia el desencadenante de una renovación vital.

    A finales de los años 60, Clarice Lispector publicó artículos más personales en el periódico Jornal do Brasil en los que se retrataba de manera íntima y que hicieron de ella una firma popular, hasta el punto de que su perro Ulisses aparecía en ellos y se convirtió en una leyenda en la ciudad al ser uno de los pocos nexos con la realidad brasileña, ya que apenas hablaba de temas locales o nacionales.

    Pero la escritora continuó siendo un enigma inexpugnable, que contestaba con monosílabos a la prensa o no se presentaba a las entrevistas, lo cual también aumentó su leyenda de artista y casi de mito. Por si fuera poco para su ansiedad y tendencia a la depresión, un suceso aceleró esta parte de su personalidad. En 1966 la escritora se durmió con un cigarrillo encendido y su dormitorio quedó destruido. Ella sufrió quemaduras en gran parte de su cuerpo y estuvo ingresada varios meses en el hospital. Su mano derecha, muy afectada, casi tuvo que ser amputada y jamás recuperó la movilidad anterior. El incidente afectó a su estado de ánimo y las cicatrices y marcas en el cuerpo le causaron continuas depresiones.

    MÁS INFORMACIÓN
    En brazos del silencio
    Obsesionada por la identidad

    Sin embargo, Clarice tenía ya un reconocimiento global a su trayectoria, por lo que a finales de los años 60 y principios de los 70 se dedicó a publicar libros infantiles y algunas traducciones de obras extranjeras, que compaginó con charlas y conferencias en distintas universidades de Brasil. Su último libro, La hora de la estrella, es un volumen que escribió en el reverso de cheques y en cajetillas de tabaco. Tiene menos de 100 páginas y habla de una chica que, al igual que ella años atrás, viaja del noreste a Río de Janeiro.

    Clarice Lispector murió en Río de Janeiro el 9 de diciembre de 1977 a los 56 años, un día antes de cumplir 57, víctima de un cáncer. Su despedida en el hospital, a una enfermera, fue: “¡Se muere mi personaje!”, tal vez la mejor definición de su literatura. Fue enterrada dos días después en el cementerio de Cajú por el rito ortodoxo, envuelta en lino blanco. Su lápida, simple, lleva su nombre hebreo: Chaya Bat Pinkhas, que significa “la hija de Pinkhas”.

    Su extraño nombre extranjero, que siempre había sido un tema de especulación constante durante su vida, la convirtió en leyenda a su muerte. Los críticos habían sugerido que hasta podría ser un seudónimo mientras que otros se habían preguntado en más de una ocasión si era un hombre. En el fondo, todo refleja la inquietud de que ella era algo diferente a lo que parecía y a lo conocido hasta entonces.

    En las 85 historias que escribió, Clarice Lispector evocó siempre, en primer lugar, a la propia escritora, a ella misma. Desde su primera historia, publicada cuando tenía 19 años, hasta la última, encontrada después de su muerte, hay una vida de experimentación a través de diferentes estilos y experiencias que no todos entienden: incluso algunos brasileños cultos se han visto desconcertados por el fervor que inspira sin ser capaces de comprender lo que escribe.

    Pero el arte de Clarice Lispector invita siempre querer conocer a la mujer, y a través de sus historias se puede rastrear su vida artística, desde la promesa de la adolescencia y la madurez asegurada, hasta llegar a la cercanía inexorable de la muerte.



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    Mensaje por Maria Lua Sáb 25 Abr 2020, 04:49

    [size=18]La pasión según Clarice Lispector[/size]


    Por Jorge Carrión
    7 de enero de 2018



    La gran escritora brasileña, uno de los clásicos de la literatura del siglo XX, siempre es actualidad, porque no deja de estar de moda. Pero la publicación en castellano de la monumental biografía que le ha dedicado Benjamin Moser, Por qué este mundo (Siruela), nos brinda una nueva oportunidad de releer su obra a la luz de su vida (o viceversa). Por ejemplo: desde 1966, el año del incendio, hasta 1977, el de su muerte.

    Durante tres días de septiembre de 1966 los médicos estuvieron a punto de amputarle la mano derecha. La mano con la que escribía. Los dedos y las palmas y los tendones y la muñeca habían sufrido quemaduras de tercer grado, como las piernas y otras partes de su cuerpo. Las dos adicciones de Clarice Lispector se habían finalmente cruzado a sus cuarenta y seis años: las pastillas para dormir le habían hecho efecto cuando todavía no se había consumido su último cigarrillo. El humo la despertó a las tres y media de la mañana en su apartamento de Río de Janeiro y su primer impulso fue intentar salvar sus textos. Con las manos. A partir de entonces solamente podría escribir a máquina.

    Leyendo la completa biografía que ha publicado Benjamin Moser, Por qué este mundo, uno se imagina esas escenas con precisión plástica. Desde que a los tres meses saliera del hospital, tras los injertos de piel y la fisioterapia, su mano “parecería una garra ennegrecida”. Su amiga y secretaria Olga Borelli describió así su proceso de escritura a partir de entonces: “Al trabajar, ágil y delicada, parecía procurar suplir las deficiencias de la otra, dura, con movimientos descontrolados, los dedos quemados, retorcidos, con profundas cicatrices”.

    La escritura a mano remite al cardiograma o al sismógrafo. La escritura a página tiene banda sonora de telegrama o de trabajo minero. Yo escribo este artículo en una gran pantalla blanca y las letras brotan negras como en un pentagrama. Pero el misterio es esencialmente el mismo y Lispector lo esbozó en varios de sus ensayos y entrevistas, como los recogidos en el volumen Para no olvidar. Allí leemos, por ejemplo: “Pero ya que hay que escribir, que al menos no aplastemos con las palabras las entrelíneas”.

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    La escritura es la tensión entre lo dicho y la elipsis. Entre lo que aparece y lo que es silencio. “Tanto en pintura como en música y literatura, muchas veces lo que llaman abstracto me parece solo lo figurativo de una realidad más delicada y difícil, menos visible al ojo desnudo”, dice en otro texto. De modo que la palabra y el silencio, el lenguaje y su reverso, ese espacio que rodea cada palabra —tanto en el papel como en la pantalla— la completa o la refuta, pero siempre la enriquece.


    Image
    Credit...Ediciones Siruela
    El diálogo entre figuración y abstracción sube y baja entre sus textos de ficción y de no ficción. Entre sus cuentos y novelas, y sus crónicas y sus cartas. Una de las reunidas en Queridas mías, fechada en Berna el 25 de marzo de 1949, comienza con unas líneas que resumen a la perfección ese vaivén entre la línea y la entrelínea, entre la figura y la idea: “Os escribo bajo el secador de la peluquería, preparándome para ir por la noche a Roma a hacerme algo de ropa, aprovechando los conocimientos de Eliane. No sé expresar lo que sentí cuando supe que volvíamos al Brasil. La gran alegría es inexpresiva. Mi reacción inmediata fue el corazón a cien y los pies y las manos fríos. Y dos segundos después me vino la regla…”. La gran alegría es inexpresiva. Y es sangre.

    No le gustaban las entrevistas y la ficción —en su caso— es muchísimo más importante e incisiva y elocuente que la no ficción. De la lectura de sus novelas y cuentos se podría concluir que es una autora hermética, cercana a la mística; pero creo que más bien es una artista absolutamente contemporánea, que resolvió en su obra uno de los grandes problemas literarios de nuestra época: cómo escribir con ambición abstracta paisajes mentales con palabras figurativas.

    Su mística es muy corporal, totalmente vital y sanguínea. Aunque sus campos metafóricos estén muy codificados, son abiertos. Están llenos, por ejemplo, de huevos y capullos; de mariposas y de metamorfosis; de telas y tejidos y tramas. Pero ese lenguaje metafórico y misteriosos no fue la única vía que Lispector exploró para que llegásemos a su obra. Que odiara las entrevistas y escribiera algunas de las novelas más cercanas a la poesía (y por tanto a la filosofía) del siglo XX no significa que no buscara otros modos de crear puentes de comunicación con sus lectores.


    “Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien. Probablemente mi propia vida”.
    Clarice Lispector

    Tal vez porque el incendió le respetó la cara, 1967 fue un año luminoso y no depresivo. Debutó con éxito en la literatura infantil y en la crónica. Durante los seis años siguientes fue una de las pocas escritoras brasileñas que disponían de su propio espacio en la prensa, lo que le permitió disfrutar de un diálogo con sus lectores cotidianos. Sus columnas eran queridamente redactadas en tono menor, casi conversacional, y eso le regaló una comunidad de interlocutores que también sufrían como padres, tenían amigos, viajaban o se abismaban a menudo en los recuerdos de su infancia.

    Moser nos recuerda que Lispector era feliz con las cartas que recibía gracias a sus crónicas, muchas más que las que le enviaban los lectores de sus libros. Una niña le agradeció que le hubiera enseñado a amar. Y ella le respondió: “Gracias también en nombre de la adolescente que fui y que quería ser útil a la gente, a Brasil, a la humanidad, y que ni siquiera sentía vergüenza de utilizar esas palabras tan imponentes para sí misma”.

    Esas crónicas personales y líricas recuerdan a las de Virginia Woolf de la época de entreguerras y se adelantaron dos décadas a las de António Lobo Antunes. Junto con las cartas, constituyen el subtexto, el río autobiográfico que nutre las raíces de sus grandes novelas, sin embargo, tan pequeñas. La ciudad sitiada no llega a las doscientas páginas. Y su obra maestra, La pasión según G. H., tiene 154 en la edición de Siruela.


    ImageClarice Lispector
    Clarice LispectorCredit...Arquivo Manchete
    En eso llevó a lo esencial el testigo de Woolf para adelantarse a grandes escritores del cambio del siglo XX al XXI: la nouvelle —por su intensidad, rapidez, exactitud y aparente levedad— iba a ser un género central del inmediato futuro. Un futuro inmediato que también iba a poner en el foco el trabajo artístico con los materiales más precarios: “Para escribir me despojo antes de las palabras. Prefiero las palabras pobres que sobran”, leemos en Un soplo de vida, su testamento literario; es decir, poético; es decir, filosófico. Y añade: “Esos fragmentos de libro quieren decir que yo trabajo entre ruinas”.

    A veces la vida de un escritor es inquietantemente coherente con su obra. Tras más de medio siglo de una escritura llena de óvulos, semillas y huevos, a Lispector le diagnosticaron en 1977 un cáncer terminal de ovarios. Pasó sus últimos días en el hospital, en compañía de Olga Borelli. Tras sufrir una hemorragia terrible, nos cuenta Moser, quedó muy pálida, pero aún tuvo fuerzas para, desesperada, levantarse de la cama e intentar salir de la habitación, pero se lo impidió una enfermera: “Clarice miró con rabia a la enfermera y, trastornada, le dijo: ‘¡Usted mató a mi personaje!'”.

    Esa dislocación es el gesto fundamental de la poética de Lispector. Del yo a la máscara; de la persona al objeto; de la palabra al símbolo (y entre ambos: el abismo). “Escribo como si fuese a salvar la vida de alguien”, dijo en Un soplo de vida: “Probablemente mi propia vida”. Para llegar a uno mismo hay que pasar por el otro, para ser sujeto hay que ser primero objeto y arte: al menos así ocurre en la mejor literatura.





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    Mensaje por Maria Lua Sáb 25 Abr 2020, 04:51

    De su novela más conocida, La pasión según G.H:



    - Lo que yo era antes no era bueno para mí. Pero de ese no-bueno yo había organizado lo mejor: la esperanza.
    - Perder significa ir hallando y no saber qué hacer con lo que se va descubriendo.
    - Soy la vestal de un secreto que no sé ya cuál fue. Y sirvo al peligro olvidado.
    - Dar la mano a alguien ha sido siempre lo que esperé de la alegría.
    - Crear no es imaginación, es correr el gran riesgo de acceder a la realidad.
    - Voy a vencer mis últimos temores ante el mal gusto, voy a comenzar mi ejercicio de valentía, vivir no es valentía, la valentía es saber que se vive.
    - ¿O no sentir vanidad es la peor forma de envanecerse.
    - Mi pregunta, si la tenía, no era: 'quién soy', sino "entre quiénes soy”.
    - Y no olvidar, al comenzar el trabajo, el estar preparada para equivocarme. No olvidar que el error muchas veces se había convertido en mi camino. Siempre que no resultaba cierto lo que pensaba o sentía, entonces se producía una brecha y, si antes hubiese tenido valor, ya habría entrado por ella. Mas siempre sentí miedo del delirio y del error. Mi error, no obstante, debía de ser el camino de una verdad, pues únicamente cuando me equivoco salgo de lo que conozco y entiendo. Si la 'verdad' fuese aquello que puedo entender, terminaría siendo tan sólo una verdad pequeña, de mi tamaño.

    De su colección de cuentos Felicidad clandestina:
    - No sabía si era inteligente. Ser inteligente o no era algo que dependía de la inestabilidad de los otros.
    - Pues el paso que muchos no llegan a dar nunca, él ya lo había dado: había aceptado la incertidumbre, y lidiaba con sus componentes con la concentración de quien examina algo a través de las lentes de un microscopio.
    - Aquel día, pues, él conoció una de las formas extrañas de la estabilidad: la estabilidad del deseo irrealizable. La estabilidad del ideal intangible. Él, que era un ser consagrado a la moderación, se sintió por primera vez atraído por lo inmoderado: una atracción por el extremo imposible. En una palabra, por lo imposible. Y por primera vez sintió, en consecuencia, amor por la pasión.
    - Tenía miedo, pero era un miedo vital y necesario porque coincidía con la sospecha más profunda de que también el rostro humano era una especie de máscara.
    - Porque hacía del amor un cálculo matemático equivocado: pensaba que, sumando las comprensiones, amaba. No sabía que es sumando las incomprensiones como se ama verdaderamente.
    - Pero los sentimientos son agua de un instante.
    - ¿Por qué atraigo a personas a las que ni siquiera gusto?.
    - Yo sabía que somos aquello que ha de suceder.
    - El coraje de ser el otro que se es, y de nacer de parto propio, y de abandonar el antiguo cuerpo en el suelo.
    - Les faltaba el peso de un error grave, que tantas veces es lo que por azar abre una puerta.
    - Horrorizada, con la mano en la boca, corría, para no detenerme nunca, la oración más profunda no es la que pide, la oración más profunda es la que no pide más, corría, corría muy asustada.
    - Sobre todo, ya había empezado a no sentir placer en que la condecoraran con el título de hombre a la menor señal que presentaba de ser una persona.
    En el fondo, Ana siempre había tenido necesidad de sentir la raíz firme de las cosas. Y eso le había dado un hogar, sorprendentemente. Por caminos torcidos había venido a caer en un destino de mujer, con la sorpresa de caber en él como si ella lo hubiera inventado. El hombre con el que se había casado era un hombre de verdad, los hijos que habían tenido eran hijos de verdad. Su juventud anterior le parecía tan extraña como una enfermedad de vida. Había surgido de ella muy pronto para descubrir que también sin la felicidad se vivía: aboliéndola,...



    (Fragmento del cuento Amor)


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    Mensaje por Maria Lua Sáb 25 Abr 2020, 06:59

    Por la lentitud y el tamaño, era una cucaracha muy vieja. En mi arcaico horror por las cucarachas aprendí a adivinar, aún a la distancia, sus edades y peligros; incluso sin haber encarado nunca realmente a una cucaracha conocía sus procesos de existencia.“ — Clarice Lispector, libro La pasión según G. H. La pasión según G. H. (1964)

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    Mensaje por Maria Lua Dom 26 Abr 2020, 04:26



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    Mensaje por Maria Lua Lun 27 Abr 2020, 03:51

    Qué une un territorio a un autor? ¿Cuándo una comunidad se reconoce en un escritor? En sus inicios, en un poema adolescente, Miguel Hernández hacia un llamamiento a los oriolanos para que apoyaran sus proyectos literarios en una cierta reivindicación como poeta del pueblo; a pesar de ser quien ha colocado a Orihuela en el mapa, no está muy claro que lo haya conseguido. Cervantes y Shakespeare son escritores fundacionales, esenciales en sus lenguas, pero el estatus institucional y reconocimiento no siempre está acompañado de raigambre popular. No se trata de entrar en el complejo debate sobre la literatura nacional, sino, por así decirlo, cuando un autor es profeta en su tierra y las razones por las que se produce, y el caso de Clarice Lispector es muy sui generis.

    Clarice Lispector fue una escritora brasileña que nació en una perdida aldea ucraniana, Thechelnik, por pura causalidad, pues pertenecía a una familia de judíos rusos que huían de los pogromos. Y también por el azar llegó a Brasil, pues sus padres se limitaron a coger el primer barco que partía hacia ese país antes que otro que se dirigía a Estados Unidos. Y ese nacimiento, el 10 de diciembre de 1925, se celebra hoy en su país de acogida.

    Desde hace unos años, el diez de diciembre es el Día de Clarice Lispector, (A hora de Clarice) a semejanza del Bloomsday del irlandés de James Joyce. Una iniciativa que pone de manifiesto la vigencia popular de la escritora, que transciende de lo institucional o comercial, y que sigue creciendo, desde la muerte de la autora en 1977. Al contrario que el irlandés, Lispector no es una escritora especialmente “brasileña”, no refleja en sus obras características del país, ni siquiera se pueden ubicar la mayoría de sus historias, como si hace por ejemplo su compatriota Jorge Amado. Más aún, se trata de una narración que va hacia lo interior, inclasificable como se la ha definido muchas veces (como escribe Clarice no escribe nadie), una literatura singular, de conciencia y emoción, de piel, con algún parecido con el fluir de la conciencia de Virginia Woolf. Es lo que se suele llamar una escritora de culto, y así lo es en otros países. ¿Dónde está entonces el brasiñelismo de Lispector? Algún estudioso ha señalado que el carácter enigmático de su obra se encuentra, como en Kafka, en ser judía, aunque ella nunca se definió como una judía militante, al contrario, reivindicó su identidad brasileña: “Para mí dejar Brasil es un asunto muy serio. Yo pertenezco al Brasil.” Y lo decía por experiencia propia, pues como esposa de diplomático se vio obligada a vivir en varios países de Europa y Estados Unidos, donde no se encontró muy cómoda: “A veces creo que Suiza no existe, que inventaron lugares así para que nos sintamos misteriosos y ricos, pero que de verdad el mundo acaba allí cerca.” Incluso veía el país como engendrador de su obra creativa, y que le proporcionaba algo fundamental para un escritor, su cosmovisión: “Yo también necesito al Brasil. Quiero verlo salir de la miseria y de la muerte, quiero que alcance su tamaño real. Necesito un Brasil más grande para seguir escribiendo. (…) Necesito un Brasil más grande que me ayude a entender el mundo y amarlo. Fuera de Brasil no hay esperanza para mí.” Quizás el brasiñelismo de Clarice era un nacionalismo matriota que buscaba en esa comunidad, su lugar en el mundo. Es posible que algo de eso explique su seguimiento en Brasil, no la patria y toda su épica rimbombante con la que suelen construirse los grandes estados nación, sino la matria, lo íntimo, lo unido a la tierra, como ella entendió su idioma: “Hice de la lengua portuguesa mi vida interior, y mi pensamiento más intimo, la usé para palabras de amor.” Aquí también mostraba su matriotismo progresivo: “Este país me dio la lengua portuguesa, que es linda para trabajar y escribir. Incluso, a pesar de nuestros grandes escritores del pasado, la lengua continúa casi virgen, esperando que alguien se apodere de ella y la vuelva todavía más maleable.”


    Y en un país tan grande como Brasil, es necesaria una patria chica, ese lugar que nos desarrollamos en lo cercano, la comunidad humana, que para Clarice fue la ciudad donde se crio, Recife. Un lugar que se puede percibir en una de sus primeras novelas, La ciudad sitiada, en la imaginada S. Geraldo, que como ocurrió con muchas urbes brasileñas, se desarrolló con una rapidez atropellada, dando esa relación de amor-odio que a veces tenemos con aquello que nos es próximo o nuestro: “La pobre mujer odiaba S. Geraldo y se habría mudado sí, decía con reprobación Lucrecia no fuese tan patriota.”

    Clarice Lispector ha sido definida como una persona y una escritora enigmática, creadora de frases cripticas, de historias sin rumbo claro y con múltiples puertas, de personajes con texturas misteriosas, el enigma de la matria y su búsqueda: “Me parece sinceramente que yo no pertenezco a ningún lugar, eso me da miedo.”


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    Mensaje por Maria Lua Lun 27 Abr 2020, 03:53

    Clarice Lispector

    BIOGRAFÍA

    Clarice Lispector (Tchetchelnik, Ucrania, 1920-Río de Janeiro, 1977) sorprendió a la intelectualidad brasileña con la publicación en 1944 de su primer libro, Cerca del corazón salvaje, en el que desarrollaba el tema del despertar de una adolescente, y por el que recibió el premio de la Fundación Graça Aranha 1945. Lo que entonces se consideró una joven promesa de tan sólo 19 años, se convirtió en una de las más singulares representantes de las letras brasileñas, a cuya renovación contribuyó con títulos tan significativos como La hora de la estrella, Aprendizaje o el libro de los placeres o su obra póstuma Un soplo de vida, todos ellos publicados en Siruela.

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    TÍTULOS DEL AUTOR PUBLICADOS EN SIRUELA
    Todos los cuentos
    Biblioteca Clarice Lispector 14
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    Aprendiendo a vivir
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    La lámpara
    Biblioteca Clarice Lispector 11
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    La ciudad sitiada
    Biblioteca Clarice Lispector 10
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    BIOGRAFÍA
    Clarice Lispector (Tchetchelnik, Ucrania, 1920-Río de Janeiro, 1977) sorprendió a la intelectualidad brasileña con la publicación en 1944 de su primer libro, Cerca del corazón salvaje, en el que desarrollaba el tema del despertar de una adolescente, y por el que recibió el premio de la Fundación Graça Aranha 1945. Lo que entonces se consideró una joven promesa de tan sólo 19 años, se convirtió en una de las más singulares representantes de las letras brasileñas, a cuya renovación contribuyó con títulos tan significativos como La hora de la estrella, Aprendizaje o el libro de los placeres o su obra póstuma Un soplo de vida, todos ellos publicados en Siruela.

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    La ciudad sitiada
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    Donde se enseñará a ser feliz
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    Un soplo de vida
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    Cerca del corazón salvaje
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    Aprendizaje o el libro de los placeres
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    La manzana en la oscuridad
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    La hora de la estrella
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    Agua viva
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    La pasión según G. H.
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    Libros del Tiempo 293
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    Libros del Tiempo 267
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    Aprendiendo a vivir
    Libros del Tiempo 255
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    Para no olvidar
    Libros del Tiempo 246
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    La lámpara
    Libros del Tiempo 238
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    Mensaje por Maria Lua Mar 28 Abr 2020, 07:18

    Y ya para terminar La hora de la estrella, publicada en 1977, pocos meses antes de la muerte de Clarice Lispector. Esta última novela es un libro muy sorprendente. Para empezar es una narración con inicio y fin, para continuar es pura literatura de cordel, un verdadero folletín, y para terminar no es una sino tres historias. Veamos, primera historia, la de la nordestina que es su protagonista. Segunda historia, la del dolor de muelas y progresiva implicación en la historia de Rodrigo S. M., el narrador, máscara masculina de Clarice, justificado así por la autora:"Otro escritor sí, pero tendría que ser hombre, porque una mujer escritora puede lagrimear tonterías" 32. Tercera historia, la del propio proceso narrativo. Pero por encima de todo la presencia de Clarice, de Clarice ya enferma -la muerte sobrevuela sin aspavientos todo el libro- la autora indiscutible del texto y sobre todo de la dedicatoria, una pequeña obra maestra en sí misma que me recuerda los poemas de Los Conjurados cuando también Borges sabía que se acercaba su muerte.

    Nos encontramos con la historia de una vida insignificante, la de Macabea, una campesina nordestina reciclada en oficinista en Río. En la vida mísera de Macabea sólo un gran suceso: una adivina le vaticina que al salir de la consulta su vida cambiará por completo, conocerá a un extranjero rubio y rico (todos los extranjeros son rubios y ricos en el imaginario popular del Brasil) llamado Hans para mayor precisión, que se casará con ella y la tratará como a una reina. ¡Eso es un destino feliz y no el de la chica que salió antes, que iba a ser atropellada por un coche! "ahora ve a encontrarte con tu maravilloso destino" 33 le dice la adivina. Cuando sale es atropellada por un impresionante Mercedes amarillo que ni siquiera se detiene y Macabea muere después de pronunciar una última frase que nadie comprende: "En cuanto al futuro" 34

    Un tremendo folletín, pues, que sería la base ideal para una novela llena de lágrimas sobre las injusticias del destino. Pero lo fascinante es que Clarice Lispector construye sobre esta base un libro riguroso y frío en que los sentimientos -de tan congelados- provocan quemaduras: "Ya he avisado que era literatura de cordel aunque me niegue a mostrar la menor piedad" 35, nos advierte.

    Efectivamente no hay la forma común de piedad, hay mucho más. Encontramos de nuevo uno de los motivos nucleares de la obra de Clarice Lispector: el absurdo existencial que sólo es rescatado por los pequeños placeres que todos los seres, incluso esta Macabea -tan vegetal, tan raíz- intentan procurarse para pactar con el vacío.

    Veamos un poco la historia de Macabea hasta que su destino se cruzó con el Mercedes. Esta historia hubiera podido tener otros doce títulos, que serían a su vez doce formas de leer el texto: "La culpa es mía .- Que ella se apañe .- El derecho al grito .- En cuanto al futuro .- Lamento de un blue .- Ella no sabe gritar.- Una sensación de pérdida .- Silbido en el viento oscuro .- Yo no puedo hacer nada .- Registro de los hechos precedentes .- Historia lacrimógena de cordel .- Salida discreta por la puerta del fondo."

    Personalmente elijo Ella no sabe gritar. Porque Macabea no sabe siquiera que puede gritar, no sabe que tiene derechos, no sabe que la Convención decretó en 1792 que el ciudadano tiene derecho a la felicidad. Como Macabea no sabe gritar, gritará por ella el narrador : "Es mi deber, aunque sea de arte menor, revelar su vida. porque tiene derecho al grito. Entonces yo grito." 36. Pero no nos engañemos, Macabea no tiene cualidades de heroína, es vulgar, fea, inculta, incompetente para la vida: La persona de quien voy a hablar es tan tonta que a veces sonríe a los demás en la calle. Nadie responde a su sonrisa porque ni la miran." 37

    Macabea es, efectivamente, incompetente para la vida social porque la vida de Macabea es la vida de lo neutro vivo. Macabea es insignificante, especialmente anónima. Repetidamente Clarice-Rodrigo insiste en la invisibilidad de Macabea. En una ocasión con una metáfora fascinante: "Nadie la miraba en la calle, ella era café frío" 38 Para un brasileño esta es la imagen de lo que nadie quiere. Lo prosaico es en Clarice Lispector un arma poderosa.

    Un día Macabea conoce a un hombre, nordestino como ella, y él pasa a ocupar en la jerarquía de sus placeres el lugar anteriormente otorgado al dulce de guayaba con queso. La primera conversación marcará el tono de su amor :

    "-Disculpe, señorita ¿puedo invitarla a pasear?
    -Sí -respondió atolondrada, deprisa, antes de que él cambiara de idea.
    -Si me permite, ¿cuál es su nombre?
    -Macabea
    -Maca ¿qué?
    -Bea -se vio obligada a completar
    -Disculpe pero parece el nombre de una enfermedad , de una enfermedad -de la piel.
    (...)
    Los dos ignoraban cómo se pasea. Caminaron bajo la lluvia densa y se detuvieron delante del escaparate de una ferretería donde había expuestos caños, latas, tornillos grandes y clavos.
    Macabea , temerosa de que el silencio ya significase una ruptura, dijo al recién-enamorado:
    -A mí me gustan mucho los tornillos y los clavos, ¿y a usted?" 39
    La relación continúa durante un tiempo al son de conversaciones como la siguiente :

    Él: -Pues sí.
    Ella: -¿Pues sí, qué?
    Él: -¡Yo dije pues sí!
    Ella: -¿Pero "pues sí" qué?
    Él: -Mejor cambiemos de conversación, porque tú no me entiendes.
    Ella: -¿Entender qué?
    Él -¡Virgen santa! ¡Macabea, vamos a cambiar de tema ahora mismo!
    Ella: -¿Y de qué hablamos?
    Él : -De ti, por ejemplo.
    Ella: -¡¿De mí?!
    Él: -¿Por qué tanto susto? ¿Tú no eres gente? La gente habla de la gente.
    Ella: Disculpa, pero no me parece que yo sea muy gente.
    Él: -¡Pero si todo el mundo es gente, Dios mío!
    Ella: -Yo no me he habituado.
    Él: - ¿No te has habituado a qué?
    Ella: -Ah, no sé explicarme.
    Él: - ¿Entonces?
    Ella: -¿Entonces qué?
    Él : -Oye, yo me largo, porque tú eres imposible.
    Ella: -Es que sólo sé ser imposible, no sé otra cosa. ¿Qué puedo hacer para lograr ser posible?
    Él: - ¡Deja de hablar, que sólo dices estupideces! Di lo que quieras.
    (...) 40
    El diálogo llega al surrealismo por la mezcla de la exagerada vulgaridad y de la trascendencia involuntaria. Macabea es incómoda porque pregunta como un niño, pregunta aquello que no se debe preguntar porque carece de respuesta, pregunta el sentido de las expresiones hechas, de las fórmulas banales que los adultos hemos convenido para disfrazar la soledad. Macabea no tiene piedad para con el pobre edificio del yo metalúrgico de Olímpico, por eso él la dejará por Gloria, su compañera de oficina, tras consolarla con una frase sublime: "Ante la cara un poco demasiado inexpresiva de Macabea, él hasta procuró decirle alguna gentileza que suavizara la hora del adiós para siempre. al despedirse le dijo:
    -Tú, Macabea, eres un pelo en la sopa. no te dan ganas de comer. Discúlpame si te he ofendido, pero soy sincero ¿Estás ofendida? " 41

    Sólo Rodrigo S.M, su cronista, ama a Macabea, muy a pesar suyo:
    "Sí, estoy enamorado de Macabea, mi querida Maca, enamorado de su fealdad y de su anonimato total, pues ella no existe para nadie (...) Yo quisiera que ella abriese la boca para decir:
    - Estoy sola en el mundo y no creo en nadie, todos mienten, a veces hasta en la hora del amor, yo no veo que una persona hable con otra, la verdad sólo me llega cuando estoy sola." 42

    ¿Le llegó la verdad a Macabea cuando fue a la adivina tan contenta porque "por primera vez iba a tener un destino"? 43 ¿Estaría la verdad en ese En cuanto al futuroque nadie entendió? Rodrigo S.M. tiene su opinión: "¿Cuál fue la verdad de mi Maca? Basta descubrir la verdad para que ya no exista: pasó el momento. Pregunto ¿qué existe? Respuesta; no existe." 44

    Una vez más la consagración del instante y una vez más la reflexión sobre el lenguaje y sobre el proceso de creación: "No, no es fácil escribir. Es duro como partir rocas. Pero saltan chispas y astillas como aceros pulidos". 45 Así son las palabras, las imágenes de Clarice Lispector, astillas de acero pulido, de firme contorno e insondable profundidad. Palabras rigurosas, porque el adorno destruiría el poder de convocar el misterio, de congelar el instante: "Escribo muy simple y muy desnudo. Por eso hiere" 46. Tras esto sólo el silencio.


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    Mensaje por Maria Lua Mar 28 Abr 2020, 07:19

    CLARICE LISPECTOR:
    LA PALABRA RIGUROSA

    Elena Losada Soler
    Universidad de Barcelona


    La palabra rigurosa... La obra de Clarice Lispector es una constante reflexión sobre el lenguaje y sobre todo, sobre los límites de la palabra. Volveremos repetidas veces sobre este tema pero vayamos ahora al concepto de rigor. La palabra de Clarice Lispector es rigurosa porque debe traducir con un medio limitado algo que es mucho más grande que el lenguaje. Debe traducir el misterio y lo que carece de nombre, debe expresar con términos racionales lo que la mirada percibió más allá, debe ser capaz de fijar el instante y el acto ínfimo que está en el origen de todo. Tenemos ya aquí algunos de los motivos recurrentes de su obra: la mirada, a la vez visionaria e implacable, la consagración del instante y la importancia de lo aparentemente banal. La propia Clarice expresó claramente este límite de la palabra y lo que tras él se encuentra: "La palabra tiene su terrible limite. Más allá de ese límite está el caos orgánico. Después del final de la palabra empieza el gran alarido eterno." 1 Ese gran alarido eterno es el que asoma entre sus páginas capturado por un lenguaje que ella quiso ..."escuálido y estructural como el resultado de escuadras, compases y agudos ángulos de estrecho enigmático triángulo." 2

    Ahora bien, aunque hablar de Clarice Lispector es hablar del lenguaje, no pretendo hacer una disección crítica de su prosa, porque ella no lo quiso nunca. Nada más lejos de Clarice que la pedantería académica. De hecho siempre desconfió de los especialistas: "No entiendo de qué hablan, pero siento ese falso vanguardismo, lleno de modismos, frío, calculador, poco humano. La mejor crítica es la que entra en contacto con la obra del autor casi telepáticamente." 3 No pretendo tampoco afirmar que yo he entrado en ese contacto telepático con su obra, pero sí quisiera poder transmitir algo de mi apasionada fascinación por Clarice Lispector.

    No puedo exponer ahora de forma mínimamente completa lo que ha sido la literatura brasileña de nuestro siglo pero unas referencias necesariamente breves nos permitirán comprender mejor la originalidad de Clarice Lispector en ese conjunto.

    La literatura moderna en Brasil arranca de la Semana de Arte Moderno de São Paulo que en 1922 abrió las puertas a los movimientos de vanguardia. Ahora bien, la vanguardia brasileña no es mimética de la europea, es, como ellos mismos dicen "ANTROPÓFAGA", es decir, devora ritualmente las vanguardias europeas para interiorizarlas y mezclarlas con lo más profundamente autóctono del país.

    Esta tendencia a potenciar lo diferencialmente brasileño, pero no la revolución del lenguaje literario, se extendió al amplísimo abanico de la narrativa regionalista y al realismo social que surgió durante el Estado Novo. Ambas corrientes, narrativa regionalista y narrativa social se desarrollaron durante los años 30 con un claro predominio del tema sobre la forma, valorizando con las técnicas realistas los diversos registros del habla cotidiana. En esta línea pueden encuadrarse los grandes nombres de la literatura brasileña de la época: José Lins do Rego, Graciliano Ramos y Jorge Amado, entre otros. En casi todos los casos -con la notable excepción de Rachel de Queiroz- se trata de una narrativa masculina y tropical en la que el clima, la naturaleza excesiva, las relaciones sociales en las fábricas y las plantaciones, el mosaico étnico y cultural del Brasil se constituyen en motivos esenciales. Durante un largo tiempo la narrativa, por otra parte magnífica, parece convertirse en la expresión literaria del gran clásico de la antropología brasileña, Casa Grande & Senzala, de Gilberto Freyre. Los intentos de renovación narrativa y lingüística de los vanguardistas Mário de Andrade y Oswald de Andrade en los años 20 parecían no tener continuación.

    En 1943 y 1946, sin embargo, se rompe esta tendencia. En 1946 aparece Sagarana, de João Guimarães Rosa, una colección de cuentos que preludia brillantemente una de las obras más importantes de la literatura del siglo XX: Gran Sertón : Veredas (1956), actualización de la narrativa regionalista a través de la invención de un nuevo lenguaje. De nuevo la forma era fundamental para hacer que el texto no sea una mera copia de la realidad sino una nueva realidad transubstanciada por la palabra. Pero ya tres años antes una jovencísima Clarice Lispector había publicado Cerca del corazón salvaje, una novela insólita desde su título, tomado del Retrato de un artista adolescente de Joyce. Era un texto insólito porque era una novela psicológica, femenina y urbana, construída sobre el monólogo interior y de la que había prácticamente desaparecido la trama.

    Ya desde su primera novela Clarice Lispector marcaba así lo que iba a ser el territorio de su originalidad en ese mundo masculino, rural y de naturaleza desmesurada dominada por un sol de justicia. Ella aportaría percepciones, no hechos, una mirada de mujer, una mirada urbana y una mirada contemporánea, o quizá mejor sin tiempo, puesta bajo el signo de la luna.

    Una mirada de mujer, quizá también una escritura de mujer. Clarice Lispector hincó en el mundo su mirada de mujer inteligente -esta es una precisión necesaria- capaz de captar las mínimas sensaciones, los mínimos detalles y de saber que nada, por pequeño o banal que parezca, carece de importancia. El mundo de lo cotidiano, de lo sin historia, que ha sido durante siglos el mundo de la mujer, puede proporcionar innumerables sorpresas, basta con saber mirar y entender esos signos de una realidad subyacente. Las mujeres de Clarice pueden hablar en tono mayor, alcanzar el fondo de todos los pozos, pero van a la compra, componen fruteros, llaman al fontanero y dominan también todos los resortes del tono menor. Ellas son hermeneutas de una divinidad nocturna y lunar: "Pero de la luna no tenía miedo, porque era más lunar que solar y veía con los ojos bien abiertos en las madrugadas tan oscuras la luna siniestra en el cielo. Entonces se bañaba toda ella en los rayos lunares, así como había quienes tomaban baños de sol. Y quedaba profundamente límpida." 4

    Olga Borelli cuenta una anécdota de Clarice Lispector con la que creo que todas las mujeres podemos identificarnos. Clarice se ocupaba de su casa habitualmente pero cuando la presión de la cotidianidad, de esos mil y un pequeños trabajos y distracciones era demasiado grande desaparecía y se encerraba tres o cuatro días en un hotel. Pero para esa fuga es preciso ser libre, es decir estar sola, como la protagonista de La pasión según G.H. : "Quién sabe quizá esa actitud o falta de actitud proceda de que yo, al no haber tenido nunca marido ni hijos, no he necesitado mantener ni romper grilletes: yo era continuamente libre. Ser continuamente libre también era ayudado por mi naturaleza que es fácil: como, bebo y duermo fácilmente. Y también, naturalmente, mi libertad venía de que era económicamente independiente." 5

    ¿Hay alguna relación espiritual o literaria entre Virginia Woolf y Clarice Lispector? Entre muchas otras posibles esa capacidad para hacer que un acontecimiento exterior trivial desencadene ideas y sensaciones que abandonan rápidamente lo inmediato. En la obra de Clarice Lispector la conciencia desdichada aflora en sus personajes a partir de un incidente anodino. A partir de entonces el que ha sido iluminado vivirá su drama existencial. El instante actúa como desencadenante del descubrimiento del absurdo. Es el punto de partida, como veremos, de La Pasión según G.H. y también de muchas otras obras, como el cuento "Desesperación y desenlace a las tres de la tarde" en que el señor J.B. -llamo la atención entre paréntesis para el uso de las iniciales como despersonalización en toda la narrativa de Clarice Lispector- un frío y correcto burgués que nada pedía y nada daba 6 vivirá la agonía de sus propias convicciones y de su propio orgullo al recorrer un vía crucis de humillaciones iniciado por un "acontecimiento" muy simple: se marea en el autobús a las tres de la tarde y acabará innoblemente, vomitando en un bar y perdiendo su carné de identidad, o quizá su misma identidad, en su propio vómito. Sólo después de esta absoluta humilación social podrá empezar a construir un nuevo yo libre.

    La introspección a partir de la conciencia de la propia soledad es constante en estos textos. La conciencia humana -conciencia de infelicidad- encontrará su contrapunto en la sólida plenitud de los objetos y de los animales. Recordemos de pasada la importancia de éstos en la obra de Clarice Lispector, las gallinas y caballos de sus cuentos, los conejos y peces de sus libros infantiles, la cucaracha de La Pasión según G.H., etc.

    A lo largo de toda su obra encontramos el análisis de esos momentos interiores que acaban poniendo en crisis la subjetividad. Pero la obra de Clarice Lispector, con la excepción de su primera novela, no es - o no lo es únicamente- literatura psicológica : La 'psicología' nunca me ha interesado. La mirada psicológica me impacientaba y me impacienta, es un instrumento que sólo traspasa. 7. Con el tiempo se producirá un cambio fundamental: el salto de lo psicológico a lo metafísico, del análisis del mecanismo mental -tarea de relojero- al análisis de la razón metafísica de la existencia de ese yo.

    Este análisis es, como decíamos, inseparable de la reflexión sobre el lenguaje. Escribir es una forma de salvación y también una condena: "Yo escribo y así me libro de mí y puedo entonces descansar." 8 Porque escribir es peligroso, es entrar en contacto con otra realidad y ser su vehículo -recordemos los "caballos de los dioses", los posesos de las reuniones de macumba-: "Tengo miedo de escribir, es tan peligroso. Quien lo ha intentado, lo sabe. Peligro de revolver en lo oculto - y el mundo no va a la deriva, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. Para escribir tengo que colocarme en el vacío." 9 Colocarse en el vacío a partir de la intuición. Escribir no es un proceso intelectual para Clarice Lispector aunque el resultado sea una prosa altamente intelectualizada.

    Y siempre la lucha entre la necesidad de expresión y la tentación del silencio, tan fuerte en todas sus obras. Sabemos muy bien que la mística es inefable, pero también el lenguaje, después de un cierto límite, entra en el reino de lo sin nombre. La escritura es una vivencia religiosa, una pasión casi sacrílega como la "comunión" de G.H., porque intenta retener lo fugitivo, fijar lo inaprensible. Las palabras deben ser capaces de congelar aquel instante al que se pueda decir -como en el deseo de Fausto- "¡Detente, eres tan bello!". Para llegar a esto es prescindible un rigor extremo: "Y si tengo que usar palabras, tienen que tener un sentido casi corpóreo (...) palabras hechas de los instantes-ya (...) Quiero como poder coger con la mano la palabra."10

    Es preciso, pues, crear una escritura que pueda fundir en palabras la iluminación del instante, una escritura fragmentaria, en que ninguna metáfora-cliché puede sobrevivir, porque sólo la imagen virgen, la asociación más insólita, la palabra que ha sido vaciada de todo su sentido anterior, de su servidumbre de la realidad aparente, puede alcanzar la consagración del instante. Pero no es posible inventar lo que no existe. El trabajo debe ser hecho con el lenguaje que tenemos, Clarice Lispector no crea palabras nuevas, retuerce las ya existentes hasta el límite de sus posibilidades: "Hay muchas cosas por decir que no sé cómo decir. Faltan las palabras. Pero me niego a inventar otras nuevas: las que existen deben decir lo que se consigue decir y lo que está prohibido." 11

    Este debate sobre los límites de la palabra evoluciona en las últimas obras de Clarice Lispector -La hora de la estrella y Un soplo de vida -pulsaciones- hacia un debate sobre el fracaso del lenguaje. En Aprendizaje, novela de 1969 aún leemos una consideración optimista: "Nosotros los que escribimos, apresamos en la palabra humana, escrita o hablada, un gran misterio que no quiero revelar con mi raciocinio porque es frío." 12. En 1977, el año de su muerte, escribe en Un soplo de vida: "Yo quisiera escribir un libro ¿Pero dónde están las palabras? Se han agotado los significados. Como sordos y mudos nos comunicamos con las manos." 13 y en La hora de la estrella -también 1977- el pesimismo es aún mayor: "Estoy absolutamente cansado de la literatura; sólo la mudez me hace compañía. Si todavía escribo, es porque no tengo nada más que hacer en el mundo mientras espero la muerte. La búsqueda de la palabra en la oscuridad." 14

    Pero ¿quién fue esta mujer que sostuvo tan dura lucha con las palabras? Clarice Lispector, hija de judíos rusos, nació en Tchetchelnik (Ucrania), en 1925, cuando sus padres ya habían decidido emigrar. Con dos meses llegó a Alagoas y jamás admitió otra patria que el Brasil. Poco tiempo después la familia se transladó a Recife y a partir de 1937 siguió estudiando en Río. En 1943, durante sus estudios de derecho, se casó con el diplomático Maury Gurgel Valente, tuvo dos hijos y se separó en 1959. Entre 1944 y 1960 vivió largas temporadas en el extranjero, Nápoles, Berna y E.E.U.U. Durante toda su vida mantuvo su contacto con la prensa iniciado en 1941 en la Agencia Nacional. Un cáncer terminó con su vida en 1977, tenía 52 años.

    ¿Cómo era Clarice Lispector?, "una mujer tímida y altiva, más solitaria que independiente" afirma Benedito Nunes 15. En todo caso una mujer que no vivió en ninguna torre de marfil ni perdió nunca contacto con la realidad. Olga Borelli recoge el siguiente programa de vida de Clarice: "Nací para amar a los demás, nací para escribir y para criar a mis hijos. Amar a los demás es tan vasto que incluye incluso perdón para mí misma, con lo que sobra. Amar a los demás es la única salvación individual que conozco: nadie estará perdido si da amor y a veces recibe amor a cambio" 16. Posiblemente ahí esté el núcleo, aunque una inteligencia pudorosa pudo frenar su exteriorización. Sin embargo yo iría a buscar a Clarice Lispector en la plegaria de Lori, la protagonista de Aprendizaje: "Alivia mi alma, haz que sienta que Tu mano está cogida de la mía, haz que sienta que la muerte no existe porque ya estamos en verdad en la eternidad, haz que sienta que amar no es morir, que la entrega de sí mismo no significa la muerte, haz que sienta una alegría modesta y diaria, haz que no te indague demasiado, porque la respuesta sería tan misteriosa como la pregunta (...) bendíceme para que viva con alegría el pan que como, el sueño que duermo, haz que tenga caridad hacia mí misma pues si no, no podré sentir que Dios me amó, haz que pierda el pudor de desear que en la hora de mi muerte haya una mano humana para apretar la mía (...)" 17


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    Mensaje por Maria Lua Mar 28 Abr 2020, 07:20

    Pasemos ya en el último tramo de esta exposición con el comentario de algunas de sus obras. De entre la vasta producción de Clarice Lispector -crónicas periodísticas, novelas, cuentos, literatura infantil- seleccionaré tres novelas: La pasión según G.H. (1964), Aprendizaje o el libro de los placeres (1969) y La hora de la estrella (1977), las tres traducidas al castellano. Soy evidentemente consciente de que dejo por el camino los magníficos cuentos de Lazos de familia (1960) y ¿Dónde estuviste de noche? (1974), las 13 historias eróticas de Via Crucis del cuerpo (1974) o novelas como La manzana en lo oscuro, junto con tantas otras páginas importantes.
    La pasión según G.H., publicada en 1964 tras un largo silencio de su autora, fue una verdadera sacudida espiritual en el contexto de la literatura brasileña. Novela abierta, sin etapas, sin más argumento que el acto ínfimo en torno al cual se opera la educación existencial del personaje, La pasión... es un entrecortado y jadeante monólogo interior.

    G.H. la protagonista (una vez más reencontramos el anonimato de la inicial ¿no les recuerda la agrupación de letras en una agenda GH - IJ etc.?) es una mujer independiente, escultora amateur, que frecuenta los círculos artísticos de la ciudad y vive sola en un ático "de semilujo". Al inicio del libro encontramos seis guiones y una expresión de angustia "Estoy procurando, estoy procurando, estoy intentando entender" 18. Lo que debe ser entendido es su experiencia del día anterior: Ayer perdí durante horas y horas el montaje humano" 19. La narración en primera persona alternará con un tú, interlocutor imaginario encargado de sostener su mano durante el proceso de la narración de este descenso a los infiernos. Como hemos visto antes, dar la mano es un gesto esencial para Clarice Lispector. Es el gesto de lo humano, de la solidaridad ante el vacío (Dar la mano a alguien siempre fue lo que esperé de la alegría) 20. Cogida de una mano humana, G.H. rememora su vía iluminativa, pues se trata en el fondo de una experiencia mística.

    Esta mujer social, acomodada, tiene un día la idea de ir al cuarto de la criada, que se despidió poco antes, para comprobar que todo está en orden y prepararlo para la próxima empleada. Al fondo del corredor, ya en otra realidad, G.H. descubre la existencia en su casa de un espacio que no le pertenece. Sin plantas, sin la dulce penumbra que ella cultiva, el cuarto de la criada es un desierto batido por el sol que ha resecado el colchón y las maderas. Como en toda experiencia ascético-mística se repetirán las alusiones a lo yermo, al desierto como expresión física del despojamiento. Y entonces SUCEDE: de la puerta entreabierta del armario surge una enorme cucaracha. Ante ella el horror se apodera de esta mujer civilizada que no está acostumbrada a enfrentarse a las formas más primarias y resistentes de vida. La reacción es inmediata, cierra violentamente la puerta del armario, pero no mata del todo al animal, sino que la cucaracha sigue viva pero con medio cuerpo aprisionado por la puerta. Entonces empezará la mirada. Durante horas el insecto preso y la mujer hipnotizada por él se mirarán en silencio. Otra vez la mirada y lo que tras ella se esconde como motivo de la obra de Clarice Lispector: "Santa María, madre de Dios, ofrezco mi vida a cambio de que no sea verdad aquel momento de ayer. La cucaracha con la materia blanca me miraba. No sé si me veía. No sé lo que ve una cucaracha. Pero ella y yo nos mirábamos y tampoco sé lo que una mujer ve. Pero si sus ojos no me veían su existencia me existía - en el mundo primario donde yo había entrado, los seres existen a los otros como forma de verse. Y en ese mundo que yo estaba conociendo, hay varias formas que significan ver: uno mira al otro sin verlo, uno posee al otro, uno come al otro, uno está sólo en un rincón y el otro está allí también: todo eso también significa ver. La cucaracha no me miraba con los ojos sino con el cuerpo." 21

    G.H. se enfrentará a la materia prima de la vida -a lo neutro vivo- y descubrirá en ella su propia esencia más allá del disfraz humano: "Lo que yo veía era la vida mirándome. Cómo llamar de otro modo a aquello horrible y crudo, materia prima y plasma seco, que estaba allí, mientras yo retrocedía hacia dentro de mí en naúsea seca, yo cayendo siglos y siglos en el lodo -era lodo y ni siquiera lodo ya seco sino lodo aún húmedo y aún vivo, era un lodo donde se movían con lentitud insoportable las raíces de mi identidad" 22. En un paroxismo de la introspección que no tiene nada que ver con la mirada psicológica y sí con la angustia metafísica G.H. perderá el espacio y el tiempo -incluso el lenguaje- y en un crescendo lleno de referencias bíblicas y místicas se adentrará en la nada de no ser humano para ser simplemente vida cruda. Llegará así a la máxima expiación, a la comunión con esta esencia vital, cuando, al comer la cucaracha, el yo individual se funda en el todo. Según señala Alfredo Bosi de la misma forma que Ágape, el amor-caridad cristiano se eleva a la comprensión al tocar lo humilde, el objeto-naúsea, G.H., hasta entonces educada en el Eros que sólo ama lo bello, debe bajar a la sima de lo repugnante para saber que no hay un Yo opuesto al Mundo sino un Ser único al que todos pertenecen.23

    En 1969 Clarice Lispector escribe otra novela muy distinta: Aprendizaje o El libro de los placeres. Esta vez se trata de una historia de amor, de un aprendizaje de la alegría de la vida a través del cual los protagonistas llegarán a hacerse dignos uno del otro. Sólo así Lori y Ulises (no puedo detenerme en ello, pero tampoco pasar por alto la onomástica simbólica: Lorelei, la sirena, Ulises el navegante, y la transgresión de los roles clásicos en esta novela) podrán alcanzar un amor que roce lo esencial, que no esté sujeto a los miedos y autodefensas: "Yo podría tenerte con mi cuerpo y con mi alma. Esperaré aunque sea años a que tú también tengas cuerpo-alma para amar (...) Mira a todos a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos (...) No tenemos ninguna alegría que no haya sido catalogada (...) Hemos tratado de salvarnos, pero sin usar la palabra salvación para no avergonzarnos de ser inocentes (...) Hemos disfrazado con el pequeño miedo el gran miedo mayor y por eso nunca hablamos de lo que realmente importa (...) Hemos sonreído en público de lo que no sonreiríamos cuando nos quedásemos solos (...) Nos hemos temido el uno al otro, por encima de todo. (...) Pero yo escapé de eso, Lori, escapé con la ferocidad con que se escapa de la peste, Lori, y esperaré hasta que tú estés más preparada." 24

    Tenemos esta vez -frente al yo de G.H.- un texto en tercera persona, experimental desde el abrupto comienzo : , estando tan ocupada, había vuelto de hacer la compra (...), hasta el abrupto final: "-Pienso -interrumpió el hombre- y su voz era lenta y sofocada porque estaba sufriendo de vida y de amor-, pienso lo siguiente:"

    El lenguaje de Clarice alcanza ahora su máxima nitidez. Alterna elementos perfectamente prosaicos: "había hecho varias llamadas de teléfono haciendo algunos recados, incluso una dificilísima para llamar al fontanero" 25, con pequeños trucos de la tradición femenina : "Dio un salto fuera de la cama, pero femeninamente dejó como siempre sonar el teléfono algunas veces más para no demostrar avidez, en el caso de que fuera Ulises." 26, con frases como sentencias que cortan el aliento: "...un día será el mundo con su impersonalidad soberbia contra mi extrema individualidad de persona, pero seremos uno solo." 27. - "Conmigo hablará toda tu alma, aún en silencio" 28 y con momentos de extrema depuración lírica, como la descripción del baño de Lori a las cinco de la mañana, en la playa, en busca de sí misma y del valor: "Avanzando, abre las aguas del mundo por la mitad. Ya no necesita coraje, ahora ya es vieja en el ritual recuperado que había abandonado hacía milenios. Baja la cabeza dentro del brillo del mar, y retira una cabellera que sale toda goteando sobre los ojos salados que arden, juega con la mano en el agua, pausada, los cabellos al sol se están casi inmediatamente endureciendo con la sal (...) Se zambulle nuevamente, nuevamente bebe más agua, ahora sin avidez pues ya conoce y ya tiene un ritmo de vida en el mar. Es la amante que no teme pues sabe que lo tendrá todo nuevamente." 29
    Y dominando todo el texto, el tema capital de Clarice Lispector, el silencio, misterio puro que el hombre habita lleno de miedo intentando llenarlo con ruídos para no tener que oír el propio yo. Pero hay quien ama ese silencio como una religión: "Hay una masonería del silencio que consiste en no hablar de él y adorarlo sin palabras." 30 Hay unas páginas prodigiosas sobre el silencio en Aprendizaje. Después Clarice las convirtió en un breve cuento llamado "Silencio": "(...) Se puede pensar rápidamente en el día que pasó. O en los amigos que pasaron y para siempre se perdieron. pero es inútil huir: el silencio está ahí. Aún el sufrimiento peor, el de la amistad perdida, es sólo fuga. Pues si al principio el silencio parece aguardar una respuesta -cómo ardemos por ser llamados a responder-, pronto se descubre que de ti nada exige, quizás tan sólo tu silencio. Cuántas horas se pierden en la oscuridad suponiendo que el silencio te juzga, como esperamos en vano ser juzgados por Dios. Surgen las justificaciones, trágicas justificaciones forzadas, humildes disculpas hasta la indignidad. Tan suave es para el ser humano mostrar al fin su indignidad y ser perdonado con la justificación de que es un ser humano humillado de nacimiento. Hasta que se descubre que él ni siquiera quiere su indignidad. Él es el silencio. (...)" 31


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    Mensaje por Maria Lua Mar 28 Abr 2020, 11:16



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    Mensaje por Maria Lua Miér 29 Abr 2020, 07:11

    Clarice Lispector

    BIOGRAFÍA:
    Clarice Lispector es considerada por los críticos como una de las mejores escritoras brasileñas del siglo XX.

    Desde que era niña ya mostró unas claras aptitudes literarias. Trabajó como periodista durante algún tiempo y publicó su primera novela a los 17 años, titulada "Cerca del corazón salvaje". Este libro fue una auténtica revelación, por la innovadora forma en que estaba escrito, por su estilo modernista y por la juventud de la autora. Se le comparó entonces con Joyce o Woolf, aunque Lispector todavía no había leído nada de ellos.

    Además de escribir cuentos y narrativa, trabajó realizando colaboraciones periodísticas y traducciones literarias. Escribía una columna semanal en el periódico "Jornal do Brasil", lo que la hizo más conocida entre el público lector.

    Nadie conoce mejor su escritura que Basilio Losada, traductor de su obra: "un ejemplo perfecto de literatura de mujer; nadie ha llegado a una precisión, a veces incluso obsesiva pero plausible siempre, de las posibilidades de la palabra como manifestación de mundos interiores". A Clarice la define como "una persona poco común. Se parecía a Marlene Dietrich y escribía como Virginia Woolf".

    La filósofa francesa Hélène Cixious dijo de ella: "Si Kafka fuera una mujer; si Rilke fuera una escritora brasileña judía nacida en Ucrania; si Rimbaud hubiera sido una madre, y hubiera llegado a cumplir 50 años; si Heidegger hubiera sido capaz de dejar de ser alemán... En este ambiente escribe Lispector".

    Su obra, inclasificable, se actualiza y mejora con el tiempo. Sus protagonistas suelen ser mujeres de clase media, muy reflexivas y conocedoras de su ser más íntimo, con altas dosis de intuición y sensibilidad. Para Clarice es intrascendente el argumento, aunque fundamental la captura de percepciones.

    Clarice Lispector murió el 9 de diciembre de 1977.
    CURIOSIDADES:
    - La historia de su vida es confusa, lo que contribuye a incrementar su fama de autora enigmática. Es hija de refugiados judíos que huyeron de Ucrania y según parece Clarice nació con el nombre de Hala Lispector el 10 de diciembre de 1920, durante el viaje de emigración que sus padres estaban realizando a América. A los dos meses de edad llegó a Brasil y es entonces cuando sus padres deciden cambiar su nombre por otro más común en este país.

    - Escribió su primera obra de teatro a los 10 años y a los 11 envió unos cuentos a un diario, que rechazó su publicación alegando que sólo trataban de sensaciones sin que existiera una historia.

    - Se casó con un diplomático, debido a ello vivió 15 años fuera de Brasil, lo que angustiaba a Clarice. Tuvo dos hijos y finalmente se divorció.

    - Sufrió quemaduras graves sobre todo en la mano derecha (con la que escribía habitualmente) al dormirse mientras fumaba. No obstante, esto no le impidió seguir escribiendo.

    - Escribía con la máquina de escribir sobre sus piernas para no perder el contacto con sus hijos cuando eran pequeños.
    OBRAS PRINCIPALES:
    - Agua viva
    - Cuentos reunidos
    - La pasión según G.H.
    - La manzana en la oscuridad
    - La hora de la estrella
    - Un soplo de vida
    - Aprendizaje o el libro de los placeres
    - Cerca del corazón salvaje


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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 03:38

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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 03:46

    Cuando hablamos de las escritoras más relevantes del panorama internacional a lo largo del siglo XX, es imposible esquivar el nombre de la brasileña Clarice Lispector. Propietaria de una poética personalísima, aunque heredera del modernismo, Lispector desarrolló durante varias décadas una extensa obra compuesta por novelas, libros infantiles y, cómo no, algunos de los relatos más fascinantes de la literatura contemporánea. La editorial Siruela lanza, este mismo mes de diciembre, la primera edición en español que contiene la totalidad de su producción como escritora de cuentos.

    Zenda publica hoy La mujer más pequeña del mundo, uno de los cuentos fundamentales dentro de la obra de Lispector.




    La mujer más pequeña del mundo, un cuento de Clarice Lispector





    En las profundidades del África Ecuatorial, el explorador francés Marcel Petre, cazador y hombre de mundo, se encontró con una tribu de pigmeos de una pequeñez sorprendente. Más sorprendido, pues, quedó al ser informado de que un pueblo de tamaño aún menor existía más allá de florestas y distancias. Entonces, él se adentró aún más.

    En el Congo Central descubrió, realmente, a los pigmeos más pequeños del mundo. Y —como una caja dentro de otra caja, dentro de otra caja— entre los pigmeos más pequeños del mundo estaba el más pequeño de ellos, obedeciendo, tal vez, a una necesidad que a veces tiene la naturaleza de excederse a sí misma.

    Entre mosquitos y árboles tibios de humedad, entre las hojas ricas de un verde más perezoso, Marcel Petre se topó con una mujer de cuarenta y cinco centímetros, madura, negra, callada. «Oscura como un mono», informaría él a la prensa, y que vivía en la copa de un árbol con su pequeño concubino. Entre los tibios humores silvestres, que temprano redondean los frutos y les dan una casi intolerable dulzura al paladar, ella estaba embarazada.

    Allí en pie estaba, pues, la mujer más pequeña del mundo. Por un instante, en el zumbido del calor, fue como si el francés hubiese, inesperadamente, llegado a la conclusión última. Con certeza, solo por no ser loco, es que su alma no desvarió ni perdió los límites. Sintiendo la necesidad inmediata de orden y de dar nombre a lo que existe, la apellidó Pequeña Flor. Y para conseguir clasificarla entre las realidades reconocibles, pasó enseguida a recoger datos relacionados con ella.

    Su raza está, poco a poco, siendo exterminada. Pocos ejemplares humanos restan de esa especie que, si no fuera por el disimulado peligro de África, sería un pueblo muy numeroso. A más de la enfermedad, el infectado hálito de aguas, la comida deficiente y las fieras que rondan, el gran riesgo para los escasos likoualas está en los salvajes bantúes, amenaza que los rodea en silencioso aire como en madrugada de batalla. Los bantúes los cazan con redes, como lo hacen con los monos. Y los comen. Así, tal como se oye: los cazan con redes y los comen. La pequeña raza de gente, siempre retrocediendo y retrocediendo, terminó acuartelándose en el corazón del África, donde el afortunado explorador la descubriría. Por defensa estratégica, habitan en los árboles más altos. De allí descienden las mujeres para cocinar maíz, moler mandioca y cosechar verduras; los hombres, para cazar. Cuando un hijo nace, se le da libertad casi inmediatamente. Es verdad que, muchas veces, la criatura no aprovechará por mucho tiempo de esa libertad entre fieras. Pero también es verdad que, por lo menos, no lamentará que, para tan corta vida, largo haya sido el trabajo. Incluso el lenguaje que la criatura aprende es breve y simple, apenas esencial. Los likoualas usan pocos nombres, llaman a las cosas por gestos y sonidos animales. Como avance espiritual, tienen un tambor. Mientras bailan al son del tambor, mantienen una pequeña hacha de guardia contra los bantúes, que aparecerán no se sabe de dónde.

    Fue así, pues, que el explorador descubrió, toda en pie y a sus pies, la cosa humana más pequeña que existe. Su corazón latió, porque esmeralda ninguna es tan rara. Ni las enseñanzas de los sabios de la India son tan raras. Ni el hombre más rico del mundo puso ya sus ojos sobre tan extraña gracia. Allí estaba una mujer que la golosina del más fino sueño jamás pudiera imaginar. Fue entonces que el explorador, tímidamente, y con una delicadeza de sentimientos de la que su esposa jamás lo juzgaría capaz, dijo:

    —Tú eres Pequeña Flor.

    En ese instante, Pequeña Flor se rascó donde una persona no se rasca. El explorador —como si estuviese recibiendo el más alto premio de castidad al que un hombre, siempre tan idealista, osara aspirar—, tan vivido, desvió los ojos.

    La fotografía de Pequeña Flor fue publicada en el suplemento a colores de los diarios del domingo, donde cupo en tamaño natural. Envuelta en un paño, con la barriga en estado adelantada, la nariz chata, la cara negra, los ojos hondos, los pies planos. Parecía un perro.

    En ese domingo, en un departamento, una mujer, al mirar en el diario abierto el retrato de Pequeña Flor, no quiso mirarlo una segunda vez «porque me da aflicción».

    En otro departamento, una señora sintió tan perversa ternura por la pequeñez de la mujer africana que —siendo mucho mejor prevenir que remediar— jamás se debería dejar a Pequeña Flor a solas con la ternura de aquella señora. ¡Quién sabe a qué oscuridad de amor puede llegar el cariño! La señora pasó el día perturbada, se diría que poseída por la nostalgia. A propósito, era primavera, una bondad peligrosa rondaba en el aire.

    En otra casa, una niña de cinco años, viendo el retrato y escuchando los comentarios, quedó espantada. En aquella casa de adultos, esa niña había sido hasta ahora el más pequeño de los seres humanos. Y si eso era fuente de las mejores caricias, era también fuente de este primer miedo al amor tirano. La existencia de Pequeña Flor llevó a la niña a sentir —con una vaguedad que solo años y años después, por motivos bien distintos, habría de concretarse en pensamiento—, en una primera sabiduría, que «la desgracia no tiene límites».

    En otra casa, en la consagración de la primavera, una joven novia tuvo un éxtasis de piedad:

    —¡Mamá, mira el retratito de ella, pobrecita!, ¡mira como ella es tristecita!

    —Pero —dijo la madre, dura, derrotada y orgullosa—, pero es tristeza de bicho, no es tristeza humana.

    —¡Oh, mamá! —dijo la joven desanimada.

    En otra casa, un niño muy despierto tuvo una idea inteligente:

    —Mamá, ¿y si yo colocara esa mujercita africana en la cama de Pablito mientras él está durmiendo? Cuando despierte, qué susto, ¿eh? ¡Qué griterío, viéndola sentada en su cama! Y nosotros, entonces, podríamos jugar tanto con ella, haríamos de ella nuestro juguete, ¿sí?

    La madre de este niño estaba en ese instante enrollando sus cabellos frente al espejo del baño y recordó lo que una cocinera le contara de su tiempo de orfanato. Al no tener una muñeca con qué jugar, y ya la maternidad pulsando terrible en el corazón de las huérfanas, las niñas más despiertas habían escondido de la monja la muerte de una de las chicas. Guardaron el cadáver en un armario hasta que salió la monja, y jugaron con la niña muerta, le dieron baños y comiditas, le impusieron un castigo solamente para después poder besarla, consolándola. De eso se acordó la madre en el baño y dejó caer las manos, llenas de horquillas. Y consideró la cruel necesidad de amar. Consideró la malignidad de nuestro deseo de ser felices. Consideró la ferocidad con que queremos jugar. Y el número de veces en que habremos de matar por amor. Entonces, miró al hijo sagaz como si mirase a un peligroso desconocido. Y sintió horror de su propia alma que, más que su cuerpo, había engendrado a aquel ser apto para la vida y para la felicidad. Así fue que miró ella, con mucha atención y un orgullo incómodo, a aquel niño que ya estaba sin los dos dientes de adelante: la evolución, la evolución haciéndose diente que cae para que nazca otro, el que muerda mejor. «Voy a comprar una ropa nueva para él», resolvió, mirándolo, absorta. Obstinadamente adornaba al hijo desdentado con ropas finas, obstinadamente lo quería bien limpio, como si la limpieza diera énfasis a una superficialidad tranquilizadora, obstinadamente perfeccionando el lado cortés de la belleza. Obstinadamente apartándose y apartándolo de algo que debía ser «oscuro como un mono». Entonces, mirando al espejo del baño, la madre sonrió intencionadamente fina y pulida, colocando entre aquel su rostro de líneas abstractas y la cruda cara de Pequeña Flor, la distancia insuperable de milenios. Pero, con años de práctica, sabía que este sería un domingo en el que tendría que disfrazar de sí misma la ansiedad, el sueño y los milenios perdidos.

    En otra casa, junto a una pared, se dieron al trabajo alborotado de calcular, con cinta métrica, los cuarenta y cinco centímetros de Pequeña Flor. Y fue allí mismo donde, deleitados, se espantaron: ella era aún más pequeña de lo que el más agudo en imaginación la inventaría. En el corazón de cada uno de los miembros de la familia nació, nostálgico, el deseo de tener para sí aquella cosa menuda e indomable, aquella cosa salvada de ser comida, aquella fuente permanente de caridad. El alma ávida de la familia quería consagrarse. Y, entonces, ¿quién ya no deseó poseer un ser humano solo para sí? Lo que es verdad no siempre sería cómodo, hay horas en que no se quiere tener sentimientos:

    —Apuesto a que si ella viviera aquí, terminaba en pelea —dijo el padre sentado en la poltrona, virando definitivamente la página del diario—. En esta casa todo termina en pelea.

    —Tú, José, siempre pesimista —dijo la madre.

    —¿Ya has pensado, mamá, de qué tamaño será el bebé de ella? —dijo ardiente la hija mayor, de trece años.

    El padre se movió detrás del diario.

    —Debe ser el bebé negro más pequeño del mundo —contestó la madre, derritiéndose de gusto—. ¡Imaginadla a ella sirviendo a la mesa aquí en casa! ¡Y con la barriguita grande!

    —¡Basta de esas conversaciones! —dijo confusamente el padre.

    —Tú has de concordar —dijo la madre inesperadamente ofendida— que se trata de una cosa rara. Tú eres el insensible.

    ¿Y la propia cosa rara?

    Mientras tanto, en África, la propia cosa rara tenía en el corazón —quién sabe si también negro, pues en una naturaleza que se equivocó una vez ya no se puede confiar más—, algo más raro todavía, algo como el secreto del propio secreto: un hijo mínimo. Metódicamente, el explorador examinó, con la mirada, la barriguita madura del más pequeño ser humano. Fue en ese instante que el explorador, por primera vez desde que la conoció, en lugar de sentir curiosidad o exaltación o victoria o espíritu científico, sintió malestar.

    Es que la mujer más pequeña del mundo estaba riendo.

    Estaba riéndose, cálida, cálida. Pequeña Flor estaba gozando de la vida. La propia cosa rara estaba teniendo la inefable sensación de no haber sido comida todavía. No haber sido comida era algo que, en otras horas, le daba a ella el ágil impulso de saltar de rama en rama.

    Pero, en este momento de tranquilidad, entre las espesas hojas del Congo Central, ella no estaba aplicando ese impulso a una acción —y el impulso se había concentrado todo en la propia pequeñez de la propia cosa rara—. Y entonces ella se reía. Era una risa de quien no habla pero ríe. El explorador incómodo no consiguió clasificar esa risa, y ella continuó disfrutando de su propia risa apacible, ella que no estaba siendo devorada. No ser devorado es el sentimiento más perfecto. No ser devorado es el objetivo secreto de toda una vida. En tanto ella no estaba siendo comida, su risa bestial era tan delicada como es delicada la alegría. El explorador estaba perturbado.

    En segundo lugar, si la propia cosa rara estaba riendo era porque, dentro de su pequeñez, una gran oscuridad se había puesto en movimiento.

    Es que la propia cosa rara sentía el pecho tibio de aquello que se puede llamar Amor. Ella amaba a aquel explorador amarillo. Si supiera hablar y le dijese que lo amaba, él se inflaría de vanidad. Vanidad que disminuiría cuando ella añadiera que también amaba mucho el anillo del explorador y que amaba mucho la bota del explorador. Y cuando este se sintiera desinflado, Pequeña Flor no entendería por qué. Pues, ni de lejos, su amor por el explorador —puédese incluso decir su «profundo amor», porque, no teniendo otros recursos, ella estaba reducida a la profundidad—, habría de quedarse desvalorizado por el hecho de que ella también amaba su bota. Hay un viejo equívoco sobre la palabra amor y, si muchos hijos nacen de ese equívoco, muchos otros perdieron la única posibilidad de nacer solamente por causa de una susceptibilidad que exige que sea de mí, ¡de mí!, que el otro guste. Pero en la humedad de la floresta no existen esos refinamientos crueles y amor es no ser comido, amor es hallar bonita una bota, amor es gustar del color raro de un hombre que no es negro, amor es reír del amor a un anillo que brilla. Pequeña Flor guiñaba sus ojos de amor y rió, cálida, pequeña, grávida, cálida.

    El explorador intentó sonreírle en retribución, sin saber exactamente a qué abismo su sonrisa contestaba, y entonces se perturbó como solamente un hombre de tamaño grande se perturba. Disfrazó, acomodando mejor su sombrero de explorador, y enrojeció púdico. Se tornó de un color lindo, el suyo, de un rosa-verdoso, como el de un limón de madrugada. Él debía de ser agrio.

    Fue, probablemente, al acomodar el casco simbólico cuando el explorador se llamó al orden, recuperó con severidad la disciplina de trabajo y recomenzó a hacer anotaciones. Había aprendido a entender algunas de las pocas palabras articuladas de la tribu y a interpretar sus señales. Ya lograba hacer preguntas.

    Pequeña Flor le respondió que «sí». Que era muy bueno tener un árbol para vivir, suyo, suyo mismo. Pues —y eso ella no lo dijo, pero sus ojos se tornaron tan oscuros que ellos lo dijeron—, es bueno poseer, es bueno poseer, es bueno poseer. El explorador pestañeó varias veces.

    Marcel Petre tuvo varios momentos difíciles consigo mismo. Pero, al menos, pudo ocuparse de tomar notas. Quien no tomó notas, tuvo que arreglarse como pudo:

    —Pues mire —declaró de repente una vieja cerrando con decisión el diario—, yo solo le digo una cosa: Dios sabe lo que hace.

    —————————————

    Autora: Clarice Lispector. Traductora: Elena Losada. Título: Todos los cuentos. Editorial: Siruela. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.



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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 04:02

    Y entonces ella se reía. Era una risa de quien no habla pero ríe. El explorador incómodo no consiguió clasificar esa risa, y ella continuó disfrutando de su propia risa apacible, ella que no estaba siendo devorada. No ser devorado es el sentimiento más perfecto. No ser devorado es el objetivo secreto de toda una vida. En tanto ella no estaba siendo comida, su risa bestial era tan delicada como es delicada la alegría. El explorador estaba perturbado.


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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 08:14


    Habrá un año en que habrá un mes en que habrá una semana en que habrá un día en que habrá una hora en que habrá un minuto en que habrá un segundo y, dentro del segundo, habrá el no tiempo sagrado de la muerte transfigurada.

    Un soplo de vida.


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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 08:15

    No me den fórmulas ciertas, porque no espero acertar siempre. No me muestren lo que esperan de mí porque voy a seguir mi corazón! No me hagan ser lo que no soy, no me inviten a ser igual, porque sinceramente soy diferente! No sé amar por la mitad, no sé vivir de mentira, no sé volar con los pies en la tierra. Soy siempre yo misma, pero con seguridad no seré la misma para siempre!

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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 08:15

    Mira a todos a tu alrededor y ve lo que hemos hecho de nosotros y de eso considerado como victoria nuestra de cada día. No hemos amado por encima de todas las cosas. No hemos aceptado lo que no se entiende porque no queremos pasar por tontos. Hemos amontonado cosas y seguridades por no tenernos el uno al otro.

    Aprendizaje o el libro de los placeres.


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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 08:54

    „Por la lentitud y el tamaño, era una cucaracha muy vieja. En mi arcaico horror por las cucarachas aprendí a adivinar, aún a la distancia, sus edades y peligros; incluso sin haber encarado nunca realmente a una cucaracha conocía sus procesos de existencia.“ — Clarice Lispector, libro La pasión según G. H. La pasión según G. H. (1964)

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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 08:55

    „Soy poco a poco. Mi historia es vivir. Y no tengo miedo del fracaso. Aunque el fracaso me aniquile quiero la gloria del caer.“ —  Clarice Lispector The Stream of Life De miedo, Historia, Fracaso






    „No quiero la belleza, quiero la identidad.“ —  Clarice Lispector





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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 08:56

    „(…) Vivimos exclusivamente en el presente pues siempre y eternamente es el día de hoy -y el día de mañana será un hoy, la eternidad es el estado de las cosas en este momento.“ — Clarice Lispector, libro La hora de la estrella

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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 08:56

    „Ahí estaba el mar, la más ininteligible de las existencias no humanas. Y allí estaba la mujer, de pie, el más ininteligible de los seres vivos. El día que el ser humano se hizo una pregunta sobre sí mismo, entonces se convirtió en el más ininteligible de los seres por donde circulaba sangre. Ella y el mar. Sólo podría haber un encuentro de sus misterios si uno se entregará al otro: la entrega de dos mundos desconocidos hecha con la confianza de que se entregarían dos comprensiones.“ — Clarice Lispector Pregunta, Confianza, De mujeres, Comprensión 4 „Nací dura, heroica, solitaria y de pie. Y he encontrado mi contrapunto en el paisaje sin elementos pintorescos y sin belleza. La fealdad es mi estandarte de guerra. Yo amo lo feo con un amor de igual a igual. Y desafío a la muerte. Yo, yo soy mi propia muerte.“ — Clarice Lispector The Stream of Life De belleza, De guerra, De muerte, De amor 5 „Entonces se escuchan los grillos mojados. La luz del miligramo no altera la oscuridad. Pues la oscuridad no es iluminable, la oscuridad es un modo de ser: la oscuridad es el nudo vital de la oscuridad, y nunca se toca en el nudo vital de una cosa.“ — Clarice Lispector The Passion According to G.H. 3 „Solamente otra persona que lo hubiera experimentado sabría lo que ella sentía, pues de casi todo lo que importa no se sabe hablar.“ — Clarice Lispector 1 „Había dos maneras de mirarla: imaginando que estaba lejos y era grande, o creyendo que era pequeña y estaba cerca.“ — Clarice Lispector, libro Near to the Wild Heart Near to the Wild Heart 7 „Echar de menos es un poco como el hambre. Sólo se pasa cuando se come la presencia. Pero, a veces, el echar de menos es tan profundo que la presencia es poco: se quiere absorber a la otra persona entera. Esa gana de ser el otro para una unificación entera es uno de los sentimientos más urgentes que se tiene en vida."“ — Clarice Lispector sin fuentes De vida, De hambre, De gente 6 „Pero cada vez la odiaba más porque no podía amarla“ — Clarice Lispector, libro Near to the Wild Heart Near to the Wild Heart 6 „Mi error, sin embargo, debía ser el camino de una verdad: pues sólo cuando me equivoco salgo de lo que conozco y de lo que entiendo. Si la "verdad" fuese aquello que puedo entender, terminaría siendo sólo una verdad pequeña, de mi tamaño“ — Clarice Lispector The Passion According to G.H. Camino, Error, De verdad 6 „Lorem ipsum dolor sit amet, consectetuer adipiscing elit. Etiam egestas wisi a erat. Morbi imperdiet, mauris ac auctor dictum.“ PRÓXIMAS 16 FRASES... Aniversarios de hoy John Boyne15 novelista irlandés, autor de ficción juvenil 1971 Gal Gadot1 actriz y modelo israelí 1985 Adolf Hitler137 Führer y Canciller Imperial de Alemania. Líder del Partid... 1889 - 1945 Ernesto Sabato40 escritor argentino 1911 - 2011 Otros 58 aniversarios hoy Autores similares Jorge Amado11 escritor brasileño Paulo Coelho669 escritor brasileño Helder Camara4 Arzobispo brasileño. Paulo Freire50 educador y filósofo Ayrton Senna da Silva66 piloto de Fórmula Uno brasileño

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    Mensaje por Maria Lua Jue 30 Abr 2020, 13:53

    CLARICE LISPECTOR . LLEGAR A LO QUE EXISTE


    Cuando se cumple el centenario de su nacimiento, Huellas viaja por la vida de la escritora brasileña. Y por sus personajes, donde «el Misterio está siempre al acecho»
    Cecília Canalle y Raúl Fernandes17.04.2020
    Escribir es devolver la realidad a otros hombres mediante la creación, con su asombro original, limpiando una mirada apagada y envejecida. Criar hijos significa, mediante lo que ya existe, ayudarles a reconocer la realidad en su rostro más verdadero. Y amar es dar la vida para que alguien, en un momento dado, caiga en la cuenta del infinito que habita en ella.

    Escritora de origen ucraniano, con ojos rasgados y rasgos exóticos, Clarice Lispector (1920-1977) era experta en buscar la huella del infinito en todo, sobre todo en los detalles más banales de la vida diaria. Y cuando no la encontraba, al menos lamentaba esa falta inmensa. Escudriñando la realidad, con fina agudeza identificaba la ausencia de algo que gritaba en ella y nada podía acallar, incluso cuando todo iba bien.

    «¿No me he olvidado nada?», pregunta por enésima vez la anciana madre a su hija, Catarina, protagonista de Vínculos familiares, uno de sus cuentos más célebres, publicado en español por la editorial Siruela. Sí, madre e hija habían olvidado de qué precioso material estaba hecha su relación, a pesar de las dificultades y las provocaciones. Esa simple pregunta despierta la conciencia de Catarina, que vuelve a casa dispuesta a gozar de la generosidad de todos, siguiendo los pasos de su madre que se lo enseñó primero. Luego se ve a Catarina junto a su hijo de cuatro años que casi no habla, que está siempre nervioso y distraído, porque «nadie había conseguido todavía despertar su atención». Ella se dirige a él con tono serio y apasionado. El niño comprende y dice «mamá». Era «la prima vez que decía "mamá" con ese tono y sin pedir nada. Era algo más que una sencilla constatación: "¡Mamá!"». Catarina se queda conmovida: otra vez se le había abierto el mundo.

    Procedente de una familia hebrea ucraniana, Clarice Lispector llegó a Brasil con tan solo dos años y siempre se consideró brasileña. Y esta identificación es mutua. Además de ser una de las escritoras más populares del país (a pesar de que su escritura sea a veces difícil e incluso hermética), los brasileños la llaman familiarmente "Clarice" a secas, como si fuera una amiga íntima.
    No le gustaba hablar de las trágicas circunstancias que obligaron su familia a huir de Ucrania, en medio de la guerra civil rusa y de los brutales pogromos antisemitas que devastaron su tierra natal. Por otra parte, en su obra no hay claras referencias al drama que vivieron su familia y su pueblo. En una entrevista, cuando le preguntaron por el valor social de la literatura, confesó que se sentía casi humillada porque no lograba escribir sobre aquello. «El problema de la justicia es para mí tan obvio y fundamental que no consigo dejarme sorprender por él. Y sin sorprenderme, soy incapaz de escribir».
    «El problema de la justicia es para mí tan obvio y fundamental que no consigo dejarme sorprender por él. Y sin sorprenderme, soy incapaz de escribir»
    Sus cuentos hablan siempre de una sorpresa, de una maravilla que altera la vida cotidiana, revelando otra dimensión de la existencia.

    En su famoso cuento Amor, por ejemplo, una tranquila madre de familia, Ana, vuelve a casa al final de la tarde tras haber hecho la compra para la cena. Sentada en el tranvía, ve desde la ventanilla a un ciego que se mueve seguro en la oscuridad, mascando chicle. Mientras sigue distraída por esta visión –¿la visión de la ceguera de otro o de la suya?–, el tranvía frena bruscamente y Ana deja caer la bolsa de la compra, rompiendo los huevos que acababa de comprar. La sacudida existencial del ciego y la sacudida física del tranvía se entrecruzan. Y los huevos, una metáfora del nido de la vida, se rompen y gotean: la frágil cáscara de las apariencias ya no consigue esconder su denso contenido interior.

    Está claro que momentos como este son siempre «peligrosos», como dice la misma Ana, porque pueden alterar el tran-tran de la costumbre. Y Clarice conocía muy bien el valor (al igual que los riesgos) de la vida cotidiana y de los pequeños quehaceres que la constituyen.

    Licenciada en Derecho, nunca ejerció la profesión y solo ocasionalmente trabajó como periodista. Casada con un diplomático, vivió muchos años en otros países, sintiéndose siempre fuera de lugar y sola. Además de la literatura y de los eventos con delegaciones extranjeras (que le pesaban mucho), su principal ocupación fue la de cuidar a sus dos hijos, uno de los cuales sufrió precozmente por graves problemas de salud, siendo motivo de profunda angustia para ella.
    De todas formas, sus andanzas le ofrecieron la oportunidad de observar al hombre en lugares y condiciones muy distintas. Por ejemplo, durante su estancia en Nápoles, en plena Segunda Guerra Mundial, Clarice trabajó como voluntaria en un hospital, haciendo todo lo necesario y todo lo posible. Entre otras cosas, les leía las cartas que los pacientes recibían de sus familiares y escribía sus respuestas. Era una manera de buscar una relación más cercana con la realidad. Dijo una vez que su trabajo era «un intento fallido de llegar a lo que existe».
    Les leía las cartas que los pacientes recibían de sus familiares y escribía sus respuestas. Era una manera de buscar una relación más cercana con la realidad
    En sus cuentos vemos continuos intentos de «llegar a lo que existe» mediante relatos que hablan de la dimensión cotidiana de relaciones amorosas que anhelan algo más grande.

    En esas relaciones hay siempre un desequilibrio, que se produce normalmente por un detalle banal: un ciego que masca chicle, el robo de una flor en el jardín, una gallina que pone un huevo, una mujer que llega con un sombrero, unas rosas maravillosas que la escritora compra por la mañana, una señora que escupe al suelo el día de su 89 cumpleaños... Son acontecimientos banales que, sin embargo, despiertan de su sopor a los protagonistas del cuento, aportando la sutil certidumbre de que sus intentos de retomar el control de la vida serán en vano.
    En Clarice, el binomio equilibrio/desequilibrio no supone solo una suerte de reasentamiento que se podría expresar de la siguiente manera: todo parecía en orden, se produce un pequeño evento que altera la situación para que luego todo se reorganice. En su obra, por el contrario, la vida no se reorganiza. Clarice introduce en lo cotidiano un sentido de inadecuación e incumplimiento que, una vez descubierto, impide restablecer la vida al nivel anterior.

    El cuento Misterio en San Cristóbal presenta una familia que goza de los bienes que se ha ganado. Solo la hija siente que algo le falta, como una extraña insatisfacción interior. Ya es de noche y ve a tres hombres con una máscara que, atraídos por la floridez del jardín, entran en él para arrancar una flor de jacinto; cuando se dan cuenta de que la chica los está mirando, huyen despavoridos. La casa se despierta agitada, pero nadie entiende la inquietud de la muchacha: todos se esfuerzan (es un tema recurrente en sus cuentos) por restablecer el equilibrio anterior. Pero ya no puede ser, sobre todo para esa chica: ha pasado algo que lo impide. Existe siempre un misterio al acecho en la vida diaria que, como una sombra que huye, se oculta en cuento lo percibimos. Por eso muchos personajes de Clarice sienten una suerte de vértigo debido a una revelación. Son momentos de manifestación, en los que la persona recibe un impacto que le hace comprender que la vida no basta. Si por un breve momento parece que el paraíso esté a las puertas, incluso el evento más nimio puede acallarlo todo. Se trata de una "felicidad clandestina", el título de otro famoso libro suyo.

    Existe siempre un misterio al acecho en la vida diaria que, como una sombra que huye, se oculta en cuento lo percibimos. Por eso muchos personajes de Clarice sienten una suerte de vértigo debido a una revelación (...) la persona recibe un impacto que le hace comprender que la vida no basta
    El dolor más agudo de la escritora es la percepción acuciante de la desproporción original entre su deseo de infinito y la precariedad de la vida que, aunque inmensa, resulta demasiado limitada para el deseo del corazón.

    En nuestra opinión, su gran contribución es la de mostrar que lo cotidiano es precioso, pero que en sí mismo puede ser agobiante, convirtiendo su potencial sacralidiad en una condena.
    En 1976, un año antes de su muerte, Clarice fue entrevistada por José Castello, un famoso crítico literario brasileño, que le preguntó acerca del sentido de escribir:

    J.C.: ¿Por qué escribe?
    C.L.: Le contestaré con otra pregunta: ¿por qué bebe agua?
    J.C.: ¿Por qué bebo agua? Porque tengo sed.
    C.L.: Significa que toma agua para no morir. Lo mismo que yo: escribo para seguir viva.

    Ojalá la lectura de Clarice posibilite este tipo de experiencia: que podamos percibirnos cada vez más vivos.


    Cecília Canalle y Raúl Fernandes son profesores de Comunicación en Sao Paulo, Brasil. Cecília Canalle da clase en la FATEC, Facultad de Tecnología; Raúl Fernandes en la FEI, Facultad Ignaciana de Ingeniería y Administración

    Clarice Lispector nace en Chechelnik, Ucrania, el 10 de diciembre de 1920, en una familia hebrea que, obligada a huir a causa de los pogromos, se traslada a Brasil cuando Clarice tiene dos años. Tras su infancia en Recife, se licencia en Derecho en Río de Janeiro. Se casa con un diplomático y el matrimonio se establece primero en Italia, luego en Suiza y EE.UU. Tienen dos hijos. En 1958 vuelve definitivamente a Río, donde muere el 9 de diciembre de 1977. Escritora, periodista y traductora, es considerada la mayor escritora brasileña del siglo XX. Entre sus obras publicadas en español por Siruela, Todos los cuentos, Aprendiendo a vivir, La pasión según G.H., Un soplo de vida, Agua viva.


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    CLARICE LISPECTOR I - Página 7 Empty Re: CLARICE LISPECTOR I

    Mensaje por Maria Lua Vie 01 Mayo 2020, 07:51

    la travesía del lenguaje


    Milton Hatoum, 28 sep 2002









    La escritora brasileña, que convirtió la escritura en un modo de respirar, se deja ver en cada página de sus cuentos.

    Un estilo que explora en la complejidad de las sensaciones hasta acercarlo al surrealismo.

    En sus relatos, la vida se aprecia como revulsivo y sus historias buscan ensamblar vivencias y conceptos.



    La obra de Clarice Lispector admite bien los adjetivos temblorosos: es extraña, singularísima, de una sorprendente energía

    agonizante, a un paso del delirio, a un paso del esplendor. Su prosa se enhebra, no articulando el mirar con el decir,

    sino imponiendo al decir la complejidad convulsa de las sensaciones, emociones y sentimientos, un sentir que se complica

    con insólitas derivaciones oníricas que la acercan al surrealismo, y que a la vez hace resaltar, dentro de argumentos en general

    nebulosos, la tribulación de una sintaxis consciente de su insuficiencia, a punto de romperse y que no obstante fluye como

    irrigada por la sangre del corazón.




    Lispector es una escritora a la que se le percibe en cada página; sus personajes, más que entidades autónomas, parecen más bien figuraciones, enmascaramientos que usa la autora para desalojar de sí las turbulencias de su relación con el mundo. Esta apreciación es menos notable en las novelas, aunque no faltan puntualizaciones, aquí y allá, de su propia voz insertada en la narración, pero en los cuentos es insoslayable. Y eso se debe, sin duda, a la libertad y particularidad de su estilo, que no cabe considerar una destreza adquirida, sino más bien una pulsión, un modo de respirar.



    Lispector comenzó a escribir muy pronto con su personal estilo ya formado; publicó en periódicos sus primeros textos con apenas quince años y la aparición de su primera novela, Cerca del corazón salvaje(1943), produjo un enorme revuelo en el mundo literario brasileño, que no terminaba de creer que una joven de 23 años hubiera concebido una novela tan extraordinaria y sugerente, y tan desapegada del realismo imperante en su país. La originalidad de esa novela estriba, no sólo en la expresión minuciosa y matizada del mundo interior de una muchacha en busca de una identidad que la fortalezca, de un yo que debe construir tras la muerte de su padre, sino en la prodigiosa imantación de su estilo, nada complaciente, que penetra en lo oscuro, trabajando desde lo indecible, y al hurgar en lo más recóndito del alma femenina produce un universo generado por otra lógica, una lógica impetuosa, obsesiva, guiada más por el símbolo de las cosas que por las cosas mismas.



    Esa lógica interna, cuyo origen es una perturbación, es el dispositivo que pone en marcha sus cuentos, que por lo común se resisten a quedar enmarcados por la austeridad y concisión que exige el género. El lector deberá desistir de hallar en ellos peripecias, anécdotas o historias, y en caso de encontrarlas verá que no pueden ser contadas porque, por decirlo así, producen el texto, pero no son el texto mismo, que se abre a impulsos de una comunicabilidad subyugada al silencio, a punto de embarrancar en el vacío. La vida aquí nunca es un estado de conciliación, sino un revulsivo.



    En el cuento titulado Amor, una mujer regresa con su bolsa de la compra y ve a un ciego mascando chicle. El hecho es trivial, pero el efecto sobre ella es sobrecogedor; no es un ciego, es la aparición del mal: ‘Expulsada de sus propios días, le parecía que las personas en la calle corrían peligro, que se mantenían con un mínimo equilibrio, por azar, en la oscuridad’. Y la mujer advierte lúcidamente, frente a sus hijos, que ‘amaba con repugnancia’.

    En Los desastres de Sofía, una alumna recibe un elogio de un profesor, y en su rostro ve algo ‘anónimo como un vientre abierto para una operación de intestinos’.

    En El reparto de los panes, una comida familiar se transforma en una percepción de comensales desconocidos, en una estampa onírica de un ‘almuerzo que no tenía la bendición del hambre’.

    La relación de la cosa, un cruce, para entendernos, entre Kafka y Cortázar, no es sino una reflexión enajenada acerca de un reloj de marca Sveglia, donde este nombre ocupa el lugar de la pasión.

    ¿Dónde estuviste de noche? es un sueño orgiástico, un delirio que recuerda la pintura de El Bosco, con personajes que son moldes de sombras: hay un Él-ella, un Ella-él, un millonario, un cura, un judío, un masturbador, un estudiante, una vieja… y un epílogo: ‘Todo lo que escribí es verdad y existe. Existe una mente universal que me guió’.



    Los enunciados de Lispector sobre la escritura, que brotan de improviso en sus textos, resultan desconcertantes, pero sugestivos, son expresión de su agónica lucha, que está en la raíz de su escritura, por ensamblar vivencias y conceptos: ‘Yo quería llegar a la página 9 en la máquina de escribir. El 9 es casi inalcanzable. El número 13 es Dios. La máquina de escribir es’ (La relación de la cosa). ‘Amo los objetos en la medida en que éstos aman. Pero si no comprendo lo que escribo no es mi culpa’ (Tempestad de almas).



    Durante los mismos años de las columnas femeninas, que Lispector firmaba bajo un seudónimo con el único objetivo de ganarse la vida, la autora caería en una inexorable espiral de introspección obsesiva que acabó germinando en su obra más laureada,La Pasión según G.H., (“para personas con el alma bien formada”, en palabras de la propia Lispector). La obra narra la experiencia epifánica de una mujer que deglute una cucaracha. Pese a la complejidad del volumen, comparado con La Metamorfosis de Kafka, la crítica lo alzó hace años al Olimpo de los cien libros fundamentales de Siglo XX.



    De la misma manera que Jorge Amado situaba la trama de sus libros en el Estado de Bahía, o Rubem Fonseca tiene una especial predilección por el lumpen de Río de Janeiro como escenario de las correrías de Mandrake, Lispector siempre se inclinó por escudriñar en lo más indescifrable del ser humano: el alma. Esto hizo que su literatura nunca fuese encasillada en las corrientes brasileñas de la época, sino que trascendió a un lenguaje mucho más universal. “La hora de la Estrella se desarrolla en la periferia de Río de Janeiro, pero todos sus otros libros podrían situarse en cualquier capital europea. Por ejemplo, La pasión según G.H. podría desarrollarse perfectamente en Madrid o París”.



    Cerca del corazón salvaje fue considerado por Cándido ‘un intento impresionante de llevar la lengua a dominios poco explorados, forzándola a adaptarse a un pensamiento lleno de misterio, para el cual sentimos que la ficción no es un ejercicio o aventura afectiva, sino un instrumento real del espíritu, capaz de hacernos penetrar en algunos laberintos retorcidos de la mente’.


    Ese comentario se ajusta prácticamente a toda la obra de Clarice, marcada por la búsqueda del sentido de la vida, en la que el hecho más prosaico puede desencadenar un sentimiento patético, vertiginoso, atravesado por imágenes candentes e ideas abstractas.



    Casi todo lo que ella escribió parece sondear el corazón salvaje de la vida, reino de ambigüedades latentes, de transgresiones insospechadas, como la cucaracha muerta que la protagonista transforma en hostia consagrada en la novela La pasión según G. H. (traducción de Alberto Villalba, 2000). Búsqueda también de un lenguaje, no menos dramático que la vida, en la tensión e intensidad con la que los narradores se sumergen en el pozo oscuro de la pasión y el deseo, del amor y el destino del ser, inseparables de la muerte. Los dramas de los narradores y personajes de Clarice son también dramas de un lenguaje que expresa, con el ritmo y la cadencia de un estilo muy personal, el lado agónico o extático de los seres que evoca; dramas casi sin trama, porque a Clarice le interesa menos el enredo y el tiempo cronológico que la forma discontinua y fragmentada de expresar una experiencia interior, un trance visionario o, incluso, un pensamiento o concepto.



    Es probable que el flujo de conciencia y la fina ironía deban algo a la obra de Joyce y de Virginia Woolf; pero ninguna escritora brasileña fue tan lejos y de una manera tan radical en dirección al abismo de la interioridad. Benedito Nunes, el más notable crítico de Clarice Lispector, ha señalado que ‘el ímpetu transgresor de los personajes femeninos de algunas novelas -Cerca del corazón salvaje, O lustre (1943), A cidade sitiada (1949), A maçã no escuro (1961) y ciertos cuentos de Lazos de familia (1960; traducción de Cristina Peri Rossi, 1988)- tal vez sea la marca invertida de la sumisión femenina’. Por otro lado, ‘el despojamiento personal de G. H. neutraliza la diferencia entre lo masculino y lo femenino, absorbida en una condición humana general en contraste con la animalidad y la vida orgánica. La novela póstuma Un soplo de vida (1978; traducción de Mario Merlino, 1999), narrada por dos personajes -un hombre y una mujer-, persigue el mismo pathos de la muerte y la locura que recuerda a los personajes de G. H. y de Água viva (1973)’.



    La mujer que en 1975 participó en un congreso de brujería en Colombia era esquiva, tierna, bellísima, de una belleza extraña, con su rostro anguloso, los ojos un poco rasgados, vivos y perplejos, que parecían mirar hacia fuera, hacia el cielo y el infierno, pero sobre todo hacia dentro.


    El lenguaje fue, de hecho, su travesía mayor y la más arriesgada: la pasión por el lenguaje, la tendencia tenaz, incesante y obsesiva a decir lo inefable, lo que nos toca más a fondo y fugazmente: el sentido mismo de nuestra existencia. ‘El lenguaje es mi esfuerzo humano. Por destino tengo que ir a buscar y por destino vuelvo con las manos vacías. Pero vuelvo con lo indecible’ (La pasión según G. H.).



    ‘La verdad es siempre un contacto interior inexplicable. La verdad es irreconocible. ¿Por lo tanto no existe? No, para los hombres no existe’. Clarice Lispector La hora de la estrella (1977) Milton Hatoum es escritor brasileño, autor de las novelas Relato de un cierto Oriente (Akal) y Dois irmãos. Traducción de Mario Merlino.



    En el inicio de “La pasión según G.H.” Clarice Lispector lo deja muy claro: “Este libro es como cualquier libro. Pero me sentiría contenta si lo leyesen únicamente personas de alma ya formada. Aquellas que saben que el acercamiento, a lo que quiera que sea, se hace de modo gradual y penoso, atravesando incluso lo contrario de aquello a lo que uno se aproxima…”



    Hay relatos en los que un detalle aparentemente sin importancia, una escena determinada, lleva a los personajes a tomar conciencia de que la realidad exterior no tiene nada que ver con el orden, con la placidez de sus vidas tranquilas, domesticadas. Hay caos y miseria. Hay sufrimiento e intemperie fuera de los hogares, fuera de la aparente calma familiar.





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    Mensaje por Maria Lua Vie 01 Mayo 2020, 07:57



    LA CONDICIÓN HUMANA

    Mi condición es muy pequeña. Me siento constreñida. Al punto de que sería inútil tener más libertad: mi pequeña condición no me dejaría hacer uso de la libertad. Mientras que la condición del universo es tan grande que no se llama condición. Mi descompás con el mundo llega a ser cómico de tan grande. No logro concertar el paso con él.

    Ya intenté ponerme a la par del mundo, y sólo fue gracioso: una de mis piernas siempre demasiado corta.

    La paradoja es que mi condición de coja es también alegre porque forma parte de esa condición. Pero si me pongo seria y quiero caminar bien con el mundo, entonces me despedazo y me espanto. Aun entonces, de repente, río con una risa amarga que sólo no es un mal porque pertenece a mi condición. La condición no se cura, pero el miedo a la condición es curable.

    ***


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    Mensaje por Maria Lua Vie 01 Mayo 2020, 07:57

    COMO SE LLAMA

    Si recibo un regalo dado con cariño por una persona que no me gusta, ¿cómo se llama lo que siento? Una persona de quien ya no se gusta más y ella tampoco gusta más de uno, ¿cómo se llama esa amargura y ese rencor? Estar ocupada, y de pronto parar por haber sido tomada por una despreocupación beata, milagrosa, sonriente e idiota, ¿cómo se llama lo que se sintió? El único modo de llamar es preguntar: ¿cómo se llama? Hasta hoy sólo pude nombrar con la propia pregunta. ¿Cuál es el nombre? Es éste el nombre.


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