La tierra va muriendo cada día:
el hombre la cercena sin sosiego,
destruye cuanto encuentra
e impide renovar la vida de sus miembros.
Estremece el silbido de la sierra
penetrando impasible entre los cuerpos
de robustos vigías
que siempre han resistido los embates del tiempo.
Sin tregua ni descanso, noche y día
se escucha el crepitar sordo del fuego
sin pausa ni piedad
devora lo que encuentra en tan solo un momento.
La encina en que grabamos nuestro amor
el día que te di mi primer beso
y nos daba su sombra
¡da pena comprobar que ya no está en su puesto!
¿Donde pondrá su nido la cotorra?
¿Donde hallarla la ardilla su alimento ?
¡que triste caminar
Por valles y rastrojos sin vida, ya desiertos!
Tengamos , por favor , a nuestra madre
tierra siquiera un poco de respeto,
que el día de mañana
nos ha de recibir, abnegada, en su seno.
Máximo González Martín
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