y aún no ha empezado la feria
que han montado en la ribera.
Pensé que había perdido
todo mi tiempo y mis monedas;
pero no, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
He acabado mi negocio.
Están hechas las cuentas
y regreso a mi hogar.
¿Qué he de pagarte, guardián?
Tranquilízate, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Se ha detenido el viento
y las nubes oscuras y bajas del crepúsculo
no anuncian nada bueno.
El agua espera callada el vendaval.
Voy a pasar al otro lado del río
pues tengo miedo de que caiga la noche.
¿Me pides el dinero de¡ viaje, barquero?
Sí, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Un mendigo se ha sentado
a la vera del camino debajo de un árb
Me mira esperando con timidez.
Es muy posible que crea que llevo mucho dinero.
Sí, hermano mío, algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Ya ha caído la noche
y se ha desvanecido el camino desierto.
Brillan las luciérnagas en medio de las frondas.
¿Quién me andará siguiendo en silencio,
ocultándose si me vuelvo a mirar?
¿Quieres robarme, verdad?
Pues no te marcharás con las manos vacías,
pues algo me resta aún.
La suerte no me lo ha quitado todo.
Luego, cuando a medianoche llego a mi casa
con la bolsa sin nada,
tú me estas aguardando a la puerta,
con un mirar ansioso,
insomne y silenciosa; y te echas en mi regazo
como un tímido pájaro, llena de amor.
Sí, sí, ¡Dios mío! ¡Cuánto me resta aún!
¡La suerte no me lo ha quitado todo!
****************
Tu lenguaje, Señor, es muy sencillo,
mas no así el de tus discípulos
que hablan en tu nombre.
Yo comprendo la voz de tus alas
y el silencio de tus árboles.
Comprendo la escritura de tus estrellas
con que nos explicas el cielo.
Comprendo la líquida redacción de tus ríos
y el idioma soñador del humo,
en donde se evaporan
los sueños de los hombres.
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Yo entiendo, Señor, tu mundo,
que la luz nos describe cada día
con su tenue voz.
Y beso en la luz la orilla de tu manto.
El viento pasa enumerando
tus flores y tus piedras.
Y yo, de rodillas,
te toco en la piedra y en la flor.
A veces pego mi oído
al corazón de la noche
para oír el eco de tu corazón.
Tu lenguaje es sencillo, mas no así
el de tus discípulos que hablan en tu nombre.
Pero yo te comprendo, Señor.
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