Aires de Libertad

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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Maria Lua 18.09.09 19:08

    Romántica y bella es la leyenda...
    Te seguiré, amiga Helena...
    Un beso
    Maria Lua


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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty LA PROMESA -.final (leyenda castellana, G.A. Bécquer)

    Mensaje por helena 19.09.09 6:18

    LA PROMESA -final


    El escudero se enjugó una lágrima que corría por su mejilla. Creyendo loco a su señor, no insistió, sin embargo, en contrariar sus ideas y se limitó a decirle con voz conmovida:
    -Venid, salgamos un momento de la tienda. Acaso la brisa de la tarde refrescará vuestras sienes, calmando ese incomprensible dolor para el que no hallo palabras de consuelo.

    IV
    El real de los cristianos se extendía por todo el campo de Guadaira hasta tocar en la margen izquierda del Guadalquivir. Enfrente del real, y destacándose en el luminoso horizonte, se hallaban los muros de Sevilla, flanqueados de torres almenadas y fuertes. Por encima de la corona de almenas rebosaba la verdura de los mil jardines moriscos de la ciudad, y entre las oscura manchas del follaje lucían los miradores blancos como la nieve, los minaretes de las mezquitas y la gigantesca atalaya sobre cuyo aéreo pretil lanzaban chispas de luz, heridas por el sol, las cuatro grandes bolas de oro que desde el campo de los cristianos parecían cuatro llamas.
    La empresa de don Fernando, una de las más heroicas y atrevidas de la época, había traído a su alrededor a los más célebres guerreros de los reinos de la Península, no faltando algunos que de países extraños y distantes vinieran también, llamados por la fama, a unir sus esfuerzos a los del santo rey.
    Tendidas a lo largo de la llanura, mirábanse, pues, tiendas de campaña de todas formas y colores, sobre el remate de las cuales ondeaban al viento distintas enseñas con escudos partidos, astros, grifos, leones, cadenas, barras y calderas, y otras cien y cien figuras o símbolos heráldicos que pregonaban el nombre y la calidad de sus dueños. Por entre las calles de aquella improvisada ciudad circulaban en todas direcciones multitud de soldados, que, hablando dialectos diversos y vestido cada cual al uso de su país y cada cual armado a su guisa, formaban un extraño y pintoresco contraste.
    Aquí descansaban algunos señores de las fatigas del combate, sentados en escaños de alerce a las puertas de sus tiendas y jugando a las tablas, en tanto que sus pajes les escanciaban el vino en copas de metal; allí algunos peones aprovechaban un momento de ocio para aderezar y componer sus armas rotas; más allá cubrían de saetas en blanco los más expertos ballesteros de la hueste, entre las aclamaciones de la multitud, y el rumor de los atambores, el clamor de las trompetas, las voces de los mercaderes ambulantes, el golpear del hierro contra el hierro, los cánticos de los juglares y los gritos de los farautes, llenando los aires de mil y mil discordes, prestaban a aquel cuadro de costumbres guerreras una vida y una animación imposible de pintar con palabras.
    El conde de Gómara, acompañado de su fiel escudero, atravesó por entre los animados grupos sin levantar los ojos de la tierra, silencioso, triste, como si ningún objeto hiriese su vista ni llegase a su oído el rumor más leve. Andaba maquinalmente, a la manera de un sonámbulo cuyo espíritu se agita en el mundo de los sueños, se mueve y marcha sin la conciencia de sus acciones y como arrastrado por una voluntad ajena a la suya.
    Próximo a la tienda del rey, y en medio de un gran corro de soldados, pajecillos y gente menuda que le escuchaban con la boca abierta, había un extraño personaje, mitad romero, mitad juglar, que ora recitando una especie de letanía en latín bárbaro, ora diciendo una bufonada o una chocarrería, mezclaba en su interminable relación chistes capaces de poner colorado a un ballestero, historias de amores de amores picarescos y leyendas de santos.
    En las inmensas alforjas que colgaban de sus hombros se hallaban revueltos y confundidos mil objetos diferentes: cintas tocadas en el sepulcro de Santiago; cédulas en palabras que él decía ser hebraicas, las que dijo el rey Salomón cuando fundaba el templo y las únicas para libertarse de toda clase de enfermedades contagiosas; bálsamos maravillosos; evangelios cosidos en bolsas de brocatel; secretos para hacerse amar de todas las mujeres; reliquias de los santos patronos de todos los lugares de España; joyuelas, cadenillas, cinturones, medallas y otras muchas baratijas de alquimia, de vidrio y de plomo.
    Cuando el conde llegó cerca del grupo que formaban el romero y sus admiradores, comenzó éste a templar una especie de bandolina o guzla árabe con que se acompañaba en la relación de sus romances. Después que hubo estirado bien las cuerdas, una tras otra y con mucha calma, mientras su acompañante daba la vuelta al corro sacando los últimos cornados de la flaca escarcela de los oyentes, el romero comenzó a cantar con voz gangosa y con aire monótono y plañidero un romance que siempre terminaba con el mismo estribillo. El conde se acercó al grupo y prestó atención. Por una coincidencia, al parecer extraña, el título de aquella historia respondía en todo a los lúgubres pensamientos que embargaban su ánimo. Según había anunciado el cantante antes de comenzar, el romance se titulaba “Romance de la mano muerta”
    Al oír el escudero tan extraño anuncio, pugnó por arrancar a su señor de aquel sitio, pero el conde, con lo ojos fijos en el juglar, permaneció inmóvil escuchando está cántiga:

    I
    La niña tiene un amante
    que escudero se decía.
    El escudero le anuncia
    que a la guerra se partía
    “Te vas y acaso no tornes”
    “Tornaré por vida mía”
    Mientras el amante jura,
    diz que el viento repetía:
    ¡Malaya quien en promesas
    de hombre fía!

    II
    El conde, con la mesnada,
    de su castillo salía.
    Ella, que le ha conocido,
    con gran aflicción gemía:
    “¡Ay de mí, que se va el conde
    y se lleva la honra mía!”
    Mientras la cuitada llora,
    diz que el viento repetía:
    ¡Malaya quien en promesas
    de hombre fía!

    III
    Su hermano, que estaba allí,
    estas palabras oía.
    “Nos has deshonrado”, dice.
    “Me juró que tornaría”
    “No te encontrará, si torna,
    donde encontrarte solía”
    Mientras la infelice muere,
    diz que el viento repetía:
    ¡Malaya quien en promesas
    de hombre fía!

    IV
    Muerta la llevan al soto;
    la han enterrado en la umbría,
    por más tierra que le echaban
    la mano no le cubría:
    la mano donde un anillo
    que le dio el conde tenía.
    De noche, sobre la tumba,
    diz que el viento repetía:
    ¡Malaya quien en promesas
    de hombre fía!


    Apenas el cantor había terminado la última estrofa, cuando rompiendo el muro de curiosos que se apartaban con respeto al reconocerle, el conde llegó adonde se encontraba el romero y, cogiéndole con fuerza del brazo, le preguntó con voz baja y convulsa:
    -¿De qué tierra eres?
    -De tierra de Soria –le respondió éste sin alterarse.
    -¿Y dónde has aprendido ese romance? ¿A quién se refiere la historia que cuentas? –volvió a exclamar su interlocutor, cada vez con muestras de emoción más profunda.
    -Señor –dijo el romero, clavando sus ojos en los del conde con una fijeza imperturbable –esta cántiga la repiten de unos en otros los aldeanos de Gómara, y se refiere a una desdichada cruelmente ofendida por un poderoso. Altos juicios de Dios han permitido que al enterrarla quedase siempre fuera de la sepultura la mano en que su amante le puso un anillo al hacerle una promesa. Vos sabréis, quizá, a quien toca cumplirla.

    V
    En un lugarejo miserable que se encuentra al lado del camino que conduce a Gómara, he visto no hace mucho el sitio donde se asegura tuvo lugar la extraña ceremonia del casamiento del conde.
    Después que éste, arrodillado sobre la humilde fosa, estrechó en la suya la mano de Margarita y un sacerdote autorizado por el papa bendijo la lúgubre unión, es fama que cesó el prodigio y la "mano muerta" se hundió para siempre.
    Al pie de unos árboles añosos y corpulentos hay un pedacito de prado que al llegar la primavera se cubre espontáneamente de flores. La gente del país dice que allá está enterrada Margarita.


    G. Adolfo Bécquer




    Última edición por HELENA el 19.09.09 10:30, editado 1 vez
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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Juan Martín 19.09.09 9:27




    Querida Helena, ¡que interesantísima historia!

    ¡Cómo describe el ambiente medieval! Tiene el poder de transportarte a esa época. Además, cargada de misterio y sucesos al parecer sobrenaturales.

    ¡Y qué bien escrita!

    Muchos besos de tu amigo.

    Me está gustando mucho, mucho.

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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Maria Lua 19.09.09 9:38

    Muy fuerte y muy mágica
    esa leyenda, me gustó
    mucho, querida Helena...
    En lenguaje romántico
    es seductor...
    Gracias, amiga...
    Y así, como le dice a
    Claudieta en otro comentario,
    voy conociendo poetas y escritores
    o aprendendo más sobre ellos...
    Un beso con cariño
    Maria Lua


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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Maria Lua 19.09.09 9:40

    Gracias, Helena...
    Un beso
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    Mensaje por helena 19.09.09 19:20

    Romántica y bella es la leyenda...
    Te seguiré, amiga Helena...
    Un beso
    Maria Lua

    ---
    Querida amiga, veo que también
    has entrado a leer esta hermosa
    y triste leyemda.
    Muchas gracias.
    Un beso grande
    Helena
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    Mensaje por helena 19.09.09 19:23

    "Querida Helena, ¡que interesantísima historia!

    ¡Cómo describe el ambiente medieval! Tiene el poder de transportarte a esa época. Además, cargada de misterio y sucesos al parecer sobrenaturales.

    ¡Y qué bien escrita!

    Muchos besos de tu amigo.

    Me está gustando mucho, mucho."

    ---
    Querido Juan, es que esta leyenda es total
    y prefecta en su género. Una joya.
    Me alegro de que te guste!

    Muchos besos de tu amiga
    Helena

    ---
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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Juan Martín 21.09.09 17:26

    ¡Bellísima historia, querida Helena!

    Aunque ahora, por motivos de trabajo, acudo poco al foro, cuando lo hago es sin duda un gran placer deleitarme con estas lecturas que nos traes.

    Muchos besos.

    Juan
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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por helena 22.09.09 8:36

    Buenos días, querido Juan, yo tampoco entro en el foro como antes, y por el mirmo motivo que tú.
    Me alegro de que te guste esta leyenda. Es hermosa, redonda en todos los sentidos y una verdadera maravilla la descripción de la época.
    Gracias por entrar.

    ¡Que tengas una feliz jornada!

    Muchos besos
    Helena
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    Mensaje por Maria Lua 13.10.09 22:39

    RIMA LIII

    Grabación en MP3  Paco Valladares

    Volverán las oscuras golondrinas
    en tu balcón sus nidos a colgar,
    y otra vez con el ala a sus cristales
    jugando llamarán.

    Pero aquellas que el vuelo refrenaban
    tu hermosura y mi dicha a contemplar,
    aquellas que aprendieron nuestros nombres...
    ¡esas... no volverán!.

    Volverán las tupidas madreselvas
    de tu jardín las tapias a escalar,
    y otra vez a la tarde aún más hermosas
    sus flores se abrirán.

    Pero aquellas, cuajadas de rocío
    cuyas gotas mirábamos temblar
    y caer como lágrimas del día...
    ¡esas... no volverán!

    Volverán del amor en tus oídos
    las palabras ardientes a sonar;
    tu corazón de su profundo sueño
    tal vez despertará.

    Pero mudo y absorto y de rodillas
    como se adora a Dios ante su altar,
    como yo te he querido...; desengáñate,
    ¡así... no te querrán!


    Última edición por Maria Lua el 15.07.13 8:16, editado 2 veces


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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    Mensaje por Maria Lua 14.10.09 0:04

    RIMA I

    Yo sé un himno gigante y extraño
    que anuncia en la noche del alma una aurora,
    y estas páginas son de ese himno
    cadencias que el aire dilata en las sombras.

    Yo quisiera escribirle, del hombre
    domando el rebelde, mezquino idioma,
    con palabras que fuesen a un tiempo
    suspiros y risas, colores y notas.

    Pero en vano es luchar, que no hay cifra
    capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
    si, teniendo en mis manos las tuyas,
    pudiera, al oído, cantártelo a solas.


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    Mensaje por Maria Lua 14.10.09 0:07

    RIMA XXX

    Asomaba a sus ojos una lágrima
    y a mi labio una frase de perdón;
    habló el orgullo y se enjugó su llanto,
    y la frase en mis labios expiró.

    Yo voy por un camino; ella, por otro;
    pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
    yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
    Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?


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    Mensaje por Maria Lua 14.10.09 0:07

    RIMA IX

    Besa el aura que gime blandamente
    las leves ondas que jugando riza;
    el sol besa a la nube en occidente
    y de púrpura y oro la matiza;

    la llama en derredor del tronco ardiente
    por besar a otra llama se desliza;
    y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
    al río que le besa, vuelve un beso.


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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Juan Martín 17.10.09 4:20

    RIMA LIII

    Volverán las oscuras golondrinas
    en tu balcón sus nidos a colgar,
    y otra vez con el ala a sus cristales
    jugando llamarán.

    Pero aquellas que el vuelo refrenaban
    tu hermosura y mi dicha a contemplar,
    aquellas que aprendieron nuestros nombres...
    ¡esas... no volverán!.

    Volverán las tupidas madreselvas
    de tu jardín las tapias a escalar,
    y otra vez a la tarde aún más hermosas
    sus flores se abrirán.

    Pero aquellas, cuajadas de rocío
    cuyas gotas mirábamos temblar
    y caer como lágrimas del día...
    ¡esas... no volverán!

    Volverán del amor en tus oídos
    las palabras ardientes a sonar;
    tu corazón de su profundo sueño
    tal vez despertará.

    Pero mudo y absorto y de rodillas
    como se adora a Dios ante su altar,
    como yo te he querido...; desengáñate,
    ¡así... no te querrán!


    Querida Maria, es un placer encontrarse con versos de semejante belleza.
    Muchos besos para ti.
    Juan
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    Mensaje por helena 12.02.10 14:17

    Muchas gracias otra vez, querida amiga..., aunque
    con retraso.Hacía un montón de tiempo que no pasaba
    por este foro y hoy me estoy desquitando y ofreciendo
    algunas disculpas...

    Un beso cariñoso
    Helena
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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:06

    Gustavo Adolfo Bécquer


    Originario de Sevilla, España, Bécquer nació el 17 de febrero de
    1836 siendo su padre un célebre pintor del costumbrismo sevillano
    quien dejó huérfano a Adolfo a los cinco años; comenzó sus primeros
    estudios en el colegio de San Antonio Abad, para luego pasar a tomar
    la carrera náutica en el colegio de San Telmo.
    A los nueve años quedó huérfano también de madre y salió del anterior
    colegio para ser acogido por su madrina de bautismo. A la edad de
    diecisiete años dejó a su madrina y a la buena posición que ésta
    le proporcionaba para viajar a Madrid en busca de fortuna a través
    del campo de las letras que se le daba con facilidad.
    Como es conocido, no era fácil subsistir de la literatura y
    paradójicamente, Bécquer que deseaba encontrar fortuna lo que
    abundó fueron escaseces, por lo que se vio obligado a servir de
    escribiente en la Dirección de Bienes Nacionales, donde su
    habilidad para el dibujo era admirada por sus compañeros, pero
    fue motivo de que fuera cesado al ser sorprendido por el Director
    haciendo dibujos de escenas de Shakespeare. De este modo volvió
    Gustavo a vivir de sus artículos literarios que eran entonces de
    poca demanda por lo que alternó esta actividad con la elaboración
    de pinturas al fresco.
    Tiempo después encontró una plaza en la redacción de
    "El Contemporáneo" y fue entonces que escribió la mayoría de sus
    leyendas y las "Cartas desde mi celda".
    En 1862 llegó a vivir con Bécquer su hermano Valeriano, célebre en
    Sevilla por su producción pictórica pero no por eso más afortunado
    que Gustavo, y juntos vivieron al día uno traduciendo novelas o
    escribiendo artículos y el otro dibujando y pintando por destajo;
    mucho les costó a los hermanos salir adelante de su infortunio y
    con el tiempo lograron juntos una modesta estabilidad que les
    permitía a uno retratar por obsequio y al otro escribir una oda
    por entusiasmo.
    Como legado para la literatura del mundo, Gustavo Adolfo Bécquer
    dejó sus "Rimas" a través de las cuales deja ver lo melancólico y
    atormentado de su vida; en el género de las leyendas escribió la
    célebre "Maese Pérez el Organista", "Los ojos verdes", "Las hojas
    secas" y "La rosa de pasión" entre varias otras. Escribió esbozos
    y ensayos como "La mujer de piedra", "La noche de difuntos", "Un
    Drama" y "El aderezo de esmeraldas" entre una variedad similar a
    la de sus leyendas. Hizo descripciones de "La basílica de Santa
    Leocadia", el "Solar de la Casa del Cid" y el "Enterramiento de
    Garcilaso de la Vega", entre otras. Por último, dentro del
    costumbrismo o folklor español escribió "Los dos Compadres",
    "Las jugadoras", la "Semana Santa en Toledo", "El café de Fornos"
    y otras más.
    En septiembre de 1870 dejó de existir Valeriano, duro golpe para
    Gustavo, que pronto enfermó sin ningún síntoma preciso, de pulmonía
    que se convirtió luego en hepatitis para tornarse en una pericarditis
    que pronto había terminar su vida el 22 de diciembre de ese mismo año.


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
    compartir contigo sol y luna,
    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:07

    RIMA LIII



    Volverán las oscuras golondrinas
    en tu balcón sus nidos a colgar,
    y otra vez con el ala a sus cristales
    jugando llamarán.

    Pero aquellas que el vuelo refrenaban
    tu hermosura y mi dicha a contemplar,
    aquellas que aprendieron nuestros nombres...
    ¡esas... no volverán!.

    Volverán las tupidas madreselvas
    de tu jardín las tapias a escalar,
    y otra vez a la tarde aún más hermosas
    sus flores se abrirán.

    Pero aquellas, cuajadas de rocío
    cuyas gotas mirábamos temblar
    y caer como lágrimas del día...
    ¡esas... no volverán!

    Volverán del amor en tus oídos
    las palabras ardientes a sonar;
    tu corazón de su profundo sueño
    tal vez despertará.

    Pero mudo y absorto y de rodillas
    como se adora a Dios ante su altar,
    como yo te he querido...; desengáñate,
    ¡así... no te querrán
    !



    _________________



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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:07

    RIMA XII

    Porque son, niña, tus ojos
    verdes como el mar, te quejas;
    verdes los tienen las náyades,
    verdes los tuvo Minerva,
    y verdes son las pupilas
    de las huríes del Profeta.

    El verde es gala y ornato
    del bosque en la primavera;
    entre sus siete colores
    brillante el Iris lo ostenta,
    las esmeraldas son verdes;
    verde el color del que espera,
    y las ondas del océano
    y el laurel de los poetas.

    Es tu mejilla temprana
    rosa de escarcha cubierta,
    en que el carmín de los pétalos
    se ve al través de las perlas.

    Y sin embargo,
    sé que te quejas
    porque tus ojos
    crees que la afean,
    pues no lo creas.

    Que parecen sus pupilas
    húmedas, verdes e inquietas,
    tempranas hojas de almendro
    que al soplo del aire tiemblan.

    Es tu boca de rubíes
    purpúrea granada abierta
    que en el estío convida
    a apagar la sed con ella,

    Y sin embargo,
    sé que te quejas
    porque tus ojos
    crees que la afean,
    pues no lo creas.

    Que parecen, si enojada
    tus pupilas centellean,
    las olas del mar que rompen
    en las cantábricas peñas.

    Es tu frente que corona,
    crespo el oro en ancha trenza,
    nevada cumbre en que el día
    su postrera luz refleja.

    Y sin embargo,
    sé que te quejas
    porque tus ojos
    crees que la afean:
    pues no lo creas.

    Que entre las rubias pestañas,
    junto a las sienes semejan
    broches de esmeralda y oro
    que un blanco armiño sujetan.

    *

    Porque son, niña, tus ojos
    verdes como el mar te quejas;
    quizás, si negros o azules
    se tornasen, lo sintieras
    .



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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:08

    RIMA I

    Yo sé un himno gigante y extraño
    que anuncia en la noche del alma una aurora,
    y estas páginas son de ese himno
    cadencias que el aire dilata en las sombras.

    Yo quisiera escribirle, del hombre
    domando el rebelde, mezquino idioma,
    con palabras que fuesen a un tiempo
    suspiros y risas, colores y notas.

    Pero en vano es luchar, que no hay cifra
    capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!,
    si, teniendo en mis manos las tuyas,
    pudiera, al oído, cantártelo a solas.


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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:08

    RIMA XIII

    Tu pupila es azul y, cuando ríes,
    su claridad süave me recuerda
    el trémulo fulgor de la mañana
    que en el mar se refleja.

    Tu pupila es azul y, cuando lloras,
    las transparentes lágrimas en ella
    se me figuran gotas de rocío
    sobre una vïoleta.

    Tu pupila es azul, y si en su fondo
    como un punto de luz radia una idea,
    me parece en el cielo de la tarde
    una perdida estrella.


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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:08

    RIMA XXX

    Asomaba a sus ojos una lágrima
    y a mi labio una frase de perdón;
    habló el orgullo y se enjugó su llanto,
    y la frase en mis labios expiró.

    Yo voy por un camino; ella, por otro;
    pero, al pensar en nuestro mutuo amor,
    yo digo aún: —¿Por qué callé aquel día?
    Y ella dirá: —¿Por qué no lloré yo?


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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:08

    RIMA IX

    Besa el aura que gime blandamente
    las leves ondas que jugando riza;
    el sol besa a la nube en occidente
    y de púrpura y oro la matiza;
    la llama en derredor del tronco ardiente
    por besar a otra llama se desliza;
    y hasta el sauce, inclinándose a su peso,
    al río que le besa, vuelve un beso.


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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:09

    RIMA LXXIII

    Cerraron sus ojos
    que aún tenía abiertos,
    taparon su cara
    con un blanco lienzo,
    y unos sollozando,
    otros en silencio,
    de la triste alcoba
    todos se salieron.

    La luz que en un vaso
    ardía en el suelo,
    al muro arrojaba
    la sombra del lecho;
    y entre aquella sombra
    veíase a intérvalos
    dibujarse rígida
    la forma del cuerpo.

    Despertaba el día,
    y, a su albor primero,
    con sus mil rüidos
    despertaba el pueblo.
    Ante aquel contraste
    de vida y misterio,
    de luz y tinieblas,
    yo pensé un momento:

    —¡Dios mío, qué solos
    se quedan los muertos!

    *

    De la casa, en hombros,
    lleváronla al templo
    y en una capilla
    dejaron el féretro.
    Allí rodearon
    sus pálidos restos
    de amarillas velas
    y de paños negros.

    Al dar de las Ánimas
    el toque postrero,
    acabó una vieja
    sus últimos rezos,
    cruzó la ancha nave,
    las puertas gimieron,
    y el santo recinto
    quedóse desierto.

    De un reloj se oía
    compasado el péndulo,
    y de algunos cirios
    el chisporroteo.
    Tan medroso y triste,
    tan oscuro y yerto
    todo se encontraba
    que pensé un momento:

    ¡Dios mío, qué solos
    se quedan los muertos!

    *

    De la alta campana
    la lengua de hierro
    le dio volteando
    su adiós lastimero.
    El luto en las ropas,
    amigos y deudos
    cruzaron en fila
    formando el cortejo.

    Del último asilo,
    oscuro y estrecho,
    abrió la piqueta
    el nicho a un extremo.
    Allí la acostaron,
    tapiáronle luego,
    y con un saludo
    despidióse el duelo.

    La piqueta al hombro
    el sepulturero,
    cantando entre dientes,
    se perdió a lo lejos.
    La noche se entraba,
    el sol se había puesto:
    perdido en las sombras
    yo pensé un momento:

    ¡Dios mío, qué solos
    se quedan los muertos!

    *

    En las largas noches
    del helado invierno,
    cuando las maderas
    crujir hace el viento
    y azota los vidrios
    el fuerte aguacero,
    de la pobre niña
    a veces me acuerdo.

    Allí cae la lluvia
    con un son eterno;
    allí la combate
    el soplo del cierzo.
    Del húmedo muro
    tendida en el hueco,
    ¡acaso de frío
    se hielan sus huesos...!

    *

    ¿Vuelve el polvo al polvo?
    ¿Vuela el alma al cielo?
    ¿Todo es sin espíritu,
    podredumbre y cieno?
    No sé; pero hay algo
    que explicar no puedo,
    algo que repugna
    aunque es fuerza hacerlo,
    el dejar tan tristes,
    tan solos los muertos.


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    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:09

    RIMA LXX

    ¡Cuántas veces, al pie de las musgosas
    paredes que la guardan,
    oí la esquila que al mediar la noche
    a los maitines llama!

    ¡Cuántas veces trazó mi silueta
    la luna plateada,
    junto a la del ciprés, que de su huerto
    se asoma por las tapias!

    Cuando en sombras la iglesia se envolvía,
    de su ojiva calada,
    ¡cuántas veces temblar sobre los vidrios
    vi el fulgor de la lámpara!

    Aunque el viento en los ángulos oscuros
    de la torre silbara,
    del coro entre las voces percibía
    su voz vibrante y clara.

    En las noches de invierno, si un medroso
    por la desierta plaza
    se atrevía a cruzar, al divisarme
    el paso aceleraba.

    Y no faltó una vieja que en el torno
    dijese a la mañana,
    que de algún sacristán muerto en pecado
    acaso era yo el alma.

    A oscuras conocía los rincones
    del atrio y la portada;
    de mis pies las ortigas que allí crecen
    las huellas tal vez guardan.

    Los búhos, que espantados me seguían
    con sus ojos de llamas,
    llegaron a mirarme con el tiempo
    como a un buen camarada.

    A mi lado sin miedo los reptiles
    se movían a rastras;
    hasta los mudos santos de granito
    creo que me saludaban.


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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:10

    RIMA VII

    Del salón en el ángulo oscuro,
    de su dueña tal vez olvidada,
    silenciosa y cubierta de polvo
    veíase el arpa.

    ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas
    como el pájaro duerme en las ramas,
    esperando la mano de nieve
    que sabe arrancarlas!

    ¡Ay! pensé; ¡cuántas veces el genio
    así duerme en el fondo del alma,
    y una voz, como Lázaro, espera
    que le diga: «¡Levántate y anda!».



    RIMA XXXVIII

    Los suspiros son aire y van al aire.
    Las lágrimas son agua y van al mar.
    Dime, mujer, cuando el amor se olvida,
    ¿sabes tú adónde va?


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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:10

    RIMA IV

    No digáis que, agotado su tesoro,
    de asuntos falta, enmudeció la lira;
    podrá no haber poetas; pero siempre
    habrá poesía.

    Mientras las ondas de la luz al beso
    palpiten encendidas,
    mientras el sol las desgarradas nubes
    de fuego y oro vista,
    mientras el aire en su regazo lleve
    perfumes y armonías,
    mientras haya en el mundo primavera,
    ¡habrá poesía!

    Mientras la ciencia a descubrir no alcance
    las fuentes de la vida,
    y en el mar o en el cielo haya un abismo
    que al cálculo resista,
    mientras la humanidad siempre avanzando
    no sepa a dó camina,
    mientras haya un misterio para el hombre,
    ¡habrá poesía!

    Mientras se sienta que se ríe el alma,
    sin que los labios rían;
    mientras se llore, sin que el llanto acuda
    a nublar la pupila;
    mientras el corazón y la cabeza
    batallando prosigan,
    mientras haya esperanzas y recuerdos,
    ¡habrá poesía!

    Mientras haya unos ojos que reflejen
    los ojos que los miran,
    mientras responda el labio suspirando
    al labio que suspira,
    mientras sentirse puedan en un beso
    dos almas confundidas,
    mientras exista una mujer hermosa,
    ¡habrá poesía!


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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 17:10

    RIMA LII

    Olas gigantes que os rompéis bramando
    en las playas desiertas y remotas,
    envuelto entre la sábana de espumas,
    ¡llevadme con vosotras!

    Ráfagas de huracán que arrebatáis
    del alto bosque las marchitas hojas,
    arrastrado en el ciego torbellino,
    ¡llevadme con vosotras!

    Nube de tempestad que rompe el rayo
    y en fuego ornáis las sangrientas orlas,
    arrebatado entre la niebla oscura,
    ¡llevadme con vosotras!.

    Llevadme, por piedad, a donde el vértigo
    con la razón me arranque la memoria.
    ¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
    con mi dolor a solas!.


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    Mensaje por helena 08.04.10 20:47

    ¿Qué decir de G.A.Bécquer, la encarnacion viva del romanticismo? Toda su obra es un prodigio de belleza.
    Gracias, querida Lua, por presentarlo como poeta. Yo lo hice como prosista en sus mágicas leyendas. Me parece el justo reconocimiento de un autor que no siempre fue bien tratado ni bien entendido. Lo cierto es que no HABRÁ OTRO Gustavo Adolfo Bécquer.
    Un beso
    Helena

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    Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) - Página 2 Empty Re: Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)

    Mensaje por Maria Lua 08.04.10 20:52

    Gracias, Helena...
    Besos,
    Maria Lua


    Última edición por Maria Lua el 20.03.15 15:11, editado 1 vez


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    o un ciego soñando
    y en ese vuelo y en ese sueño
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    siendo guardián en tu cielo
    y tren de tus ilusiones."
    (Hánjel)





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